Cuarentañeros, solitaries y pluriacompañades, militantos y militantas antivirales; gelancólicos y lavandínicas de mi patria; desorientades nacionales, provinciales y municipales; todas, todos y todes:

¿Cómo están, dónde están, cuándo están, cuánto están?

Quizás llame la atención esta seguidilla de preguntas, pero lo cierto es que los argentinos nos hemos caracterizado por cierta desorientación témporo-espacio-económico-anímica, aún sin necesidad de que ningún coronavirus nos impusiera este aislamiento con verdadera crueldad biológica.

Así, hubo quien se creyó en Suiza, en Panamá o en Nigeria. Quien nos imaginaba en 1945, en 1813, en 1976 o en “esa época dorada” que cada uno ubica en otro momento histórico, aunque quizás jamás haya tenido lugar. Para no hablar de quien cree que el país entero le pertenece y es su casa, o de quien se siente totalmente marginado (y con razón). Ni de quien puede perder una elección por goleada y echarles la culpa a los millones que votaron mal (sin que su psiquiatra lo haga internar de urgencia) ni de quien cree que millones de argentines esquían en Suiza en agosto, o que la mejor manera de terminar con la inseguridad es dinamitar zonas pobladas.

Pero, con la cuarentena, esto se vuelve peor. Porque cosas cotidianas, como ir a tomar un café, darle un beso a un/a amigo/a o familiar, un asado, una mateada, un touch and go, una reunión de consorcio, un recital, un divorcio, ir a la escuela, una fiesta de 15, se han vuelto fantasías, imposibles, sueños, utopías: cualquier cosa, menos realidad.

A contramano de las ideas predominantes, el virus nos impone la realidad biológica, nos dice qué podemos hacer y qué no, y con quién. Más allá de nuestra voluntad.

Algunas sociedades, a través de sus gobiernos –que dicen representarlas–, eligen mirar para otro lado... y el virus les da vuelta la cara de un pandemiazo en los pulmones. Acá, en la Argentina, decidimos cuidarnos. Porque nosotros elegimos un Gobierno que elige cuidarnos.

Mientras tanto, algunos cacarean quiquiriquís sobre el riesgo de preferir la vida cuarenténica y no la continuidad económica capitalíptica.

Es cierto: el sistema, que no es nadie, corre riesgos. Bueno, recordemos el 2001, cuando esa misma gente, u otra muy parecida, mandaba sus divisas al bote salvavidas y se quedaba en el Titanic, eso sí, en una reposera de primera clase.

Mientras tanto, la gente común se la banca. Porque no es que sea fácil cambiarte cuatro veces los zapatos y el resto de la ropa, y lavarte las manos cuatro veces, desinfectarte hasta el apellido y rezarles a todas las religiones existentes y ficcionales, antes de salir a comprar los tomates que necesitabas.

¿Y el sexo? Ufff...

Un virus, ya por su propia naturaleza, no es un agente que estimule el deseo. Y las noticias, reales o fake, tampoco nos provocan en ese sentido.

Pero suponiendo que el deseo logre vencer todas las barreras y se manifieste, ¿cómo tener relaciones sexuales si hay que estar con barbijo, las manos con olor a lavandina, el cuerpo cubierto de alcohol en gel, a más de un metro de distancia de cualquier otre ser humane?

Recomiendan el sexting, o sea: el sexo... “sextingue”, como señalamos hace unos días en el chiste de tapa de este mismo diario.

Los sabios de siempre, que se ve que “mucha ciencia y poca cama”, recomiendan el sexo virtual, conocido por algunos como sexo "afónico" o sea “sexo sin vos”. Otros, quizás más espirituales, dicen que la sexualidad de estos días es un “océano”: "o sea: ¡no!".

El sexo por computadora puede ser interruptus, si justo se corta internet, o puede ser que disfruten ambos, tanto el mouse como el teclado. Si todo sale bien, aparece un cartel: "Guardar como"; si sale mal, dos opciones: “reintentar” o “cancelar”. La peor es cuando te parece un alerta: “Este sistema no funciona, vuelva a intentar más tarde”.

O sea que el sexo, teóricamente, no está prohibido. Perdón, lectoru, me expresé mal; lo que quise decir es que el sexo no está prohibido, siempre que sea “teóricamente”. La pregunta de estos tiempos es: “¿Tomamos mate o…?" y la respuesta es: "cualquiera de las dos cosas, pero cada une con su bombille".

Para amenizar la lectura y culminarla con una sonrisa, recomendamos, sobre todo a quienes gusten de las manifestaciones políticas, o simplemente sean setentistas, ver el video “Militando la cuarentena”, verdadero concierto en siete movimientos nacionales y populares, a cargo de RS Positivo (y, si gustan, suscribirse a su canal de YouTube).

Aquí está: 

Hasta la que viene.