El presidente estadounidense Donald Trump prorrumpe en bravatas, a menudo semeja ser una caricatura pintada por sus rivales. Las elecciones están distantes y cercanas (la dimensión del tiempo mutó como casi todo) por ahora no se suspendieron como en Bolivia.

Su colega francés Emmanuel Macron se explaya ante la ciudadanía sobre la inconveniencia de volver a cafés y restaurantes, tan caros a la cultura local.

El vicepresidente segundo de España, Pablo Iglesias, dirige un mensaje a niños y niños, les pide excusas por no haberlos atendido bastante. Como Macron escoge un tono coloquial, sereno, agradable. Llueven cuestionamientos opositores para todos los mencionados, la lista puede ampliarse. El británico Boris Johnson cosecha tempestades-

En países importantes tal vez nadie la pase tan mal como el brasileño Jair Bolsonaro. Cosecha su propia siembra, expulsa ministros o es abandonado por ellos. Su frente político se resquebraja.

La alemana Angela Merkel resalta entre pares, a buena distancia. La crisis exhibe con crudeza las limitaciones o fortalezas de los líderes. Las rutinas democráticas prosiguen, las medidas de emergencia también. No siempre armonizan.

El presidente Alberto Fernández coordina un esquema transitorio de poder, adecuado a la contingencia. Articula con gobernadores y con intendentes. Priman similitudes y premuras entre quienes gestionan territorios. Los de provincias muy pobladas o grandes conglomerados urbanos son partidarios de extremar y prolongar precauciones contra la covid-19. El noventa por ciento, acaso más, de alcaldes y gobernadores banca la cuarentena dispuesta por la Nación.

La modalidad de toma de decisiones responde a circunstancias extraordinarias, tal vez durará tanto como ellas. Se irá flexibilizando pero con la mirada fija en el número de contagiados, de muertos, en las proporciones de transmisión comunitaria.

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Improvisar para sobrevivir: Las instituciones y los “fierros” del Estado benefactor posibilitan o entorpecen la adopción de medidas sin precedentes. El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), entre tantas. Un programa de transferencia de ingresos expeditivos para una base social amplia y en buena dosis no registrada. Se pensó que llegaría a onda cuatro millones de personas con una inversión social de 40.000 millones de pesos. Se concedió el derecho a casi el doble y se está abonando. Lo que da cuenta de limitaciones sobre la información pública y sobre la voluntad de pagar, de ir universalizando de facto.

Las “viejas” herramientas servían en distinto contexto. Durante 2008-2009, la crisis económica mundial más cercana, la Argentina defendió bien las fuentes de trabajo. El Estado se hizo cargo de parte de los salarios de sectores en apuros, mediante el programa REPRO. El ministerio de Trabajo, comandado por Carlos Tomada, administraba conflictos mediante Procedimiento Preventivo de Crisis y Conciliaciones Obligatorias. El sesgo pro operario y productivista servía de brújula. Políticas eficaces y progresistas fueron viables en aquel escenario, incomparable con el actual. Son insuficientes ahora mientras la malaria ataca a casi todo el universo productivo, cuando el mismo Gobierno (fundado en sensatas razones sanitarias) prohíbe funcionar a quien podría hacerlo.

Las acciones oficiales se suceden, se acumulan, a menudo “se pisan” en parte. La premura induce, con frecuencia, al error. No apresurarse agravaría la catástrofe.

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Volveré y seré billones: El IFE vale y cuesta una fortuna. Cifras jamás vistas que se proyectan y ejecutan en semanas. El Gobierno implementó en ese lapso un sistema de créditos bancarios para posibilitar que las empresas en apuros pagaran sueldos. Tuvo tropiezos que la banca privada atribuye al Banco Central o al Estado. No ve la viga en el ojo propio: el principal escollo fue la mala fe o la desidia de los banqueros. Algo se repartió… no alcanzó.

Sindicatos y centrales empresarias comenzaron a urdir acuerdos en caso de cierres totales o casi. Pago de asignaciones no contributivas equivalentes a un porcentaje del salario de febrero. En ciertos casos el setenta por ciento, en otros el cincuenta. La contrapartida es mantener las fuentes de trabajo y la relación laboral. Los despidos y hasta las suspensiones fundados en fuerza mayor están prohibidos por dos meses merced al DNU inspirado por Techint.

El ministro Claudio Moroni insiste en subrayar que son asignaciones remunerativas porque es ilícito homologar bajas de salarios de convenio. Opinión de quien esto firma: también es cuestionable para la legislación vigente la existencia de suspensiones masivas aplicadas a millones de laburantes.

De cualquier modo son escasos o nulos los acuerdos homologados al cierre de esta nota. Las tratativas siguen, el encuadre legal es peliagudo… Y el propio Gobierno introdujo un factor de discordia o al menos una novedad de fuste. Se abrió una (otra) inédita línea de créditos a las empresas perjudicadas por la pandemia, con fondos de la Administración Nacional de Seguridad Social (ANSES). Se cubre hasta la mitad del salario, con un tope de $ 33.750. La primera tanda de demandas concedidas permitirá pagarle a alrededor de 1.700.000 trabajadores. Moroni ponderó que pronto podrían llegar a tres millones. El precedente del IFE obliga a tomar con pinzas las proyecciones aunque el universo del trabajo formal es más conocido que el opaco mundo no registrado.

Ante la novedad, varios sindicatos replantearon las tratativas con las patronales. Si el Estado fondea la mitad de los sueldos consideran abusivo que las empresas sufraguen eso solo o un cachito más. La historia continuará.

Con alta inversión, parches y superposiciones la Argentina intenta atravesar el tsunami manteniendo la capacidad instalada y reduciendo al máximo los despidos. Confirma la tradición laboral argentina. En Estados Unidos se ajusta despidiendo conforme su tendencia histórica. Son modelos de capitalismo y de sociedad que se adecuan o reproducen en época de peste. Este cronista prefiere el nacional, una opción ideológica como tantas.

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New Deal interino: Fortunas distribuidas a velocidad de rayo, jamás suficientes. El Estado promotor de la economía. Emisión monetaria colosal, que exaspera a los gurúes de la City. Todo es cuestión de gustos: uno presta escucha a quienes estudian un caso inesperado, en pleno desarrollo con cautela y atención a los hechos. Lo atraen menos las predicciones de Giorgio Agamben, Slavoj Zizek u otros intelectuales que dan la impresión de entender todo.

¿Acarreará inflación desbocada el funcionamiento de la famosa “maquinita”? Especialistas heterodoxos y cuadros del equipo económico imaginan (desean también) que no. En parte porque la depresión económica actuará como contrapeso aún en el cansino retorno a algo parecido a la normalidad. Se concretaría, vaya paradoja, el fracasado sueño húmedo de ministros de Economía y banqueros centrales del macrismo: la recesión como remedio a la suba de precios.

De cualquier modo, las subas se mantienen particularmente en alimentos. Las movidas oficiales, desde el control de precios hasta la supervisión concertada con intendentes, no terminan de surtir efecto. Quizá incida la brevedad del plazo transcurrido: parecen años, supera apenas al mes. La concentración de los mercados, una de las desigualdades nacionales preexistentes. algo tendrá que ver.

Otro dato llama la atención de economistas de matriz nacional popular. La gran masa de plata “puesta en el bolsillo” de los más humildes se destina al consumo inmediato, qué duda cabe. Las primeras observaciones revelan que no todo el dinero delinea un perfecto círculo virtuoso keynesiano. La deducción, tan provisoria cuan sensata, es que la plata se escurre hacia arriba. A los grandes formadores de precios, a los supermercadistas que nunca gastan todo lo que ganan. La canaleta de la especulación, el atesoramiento, el dólar blue atrae a los más poderosos que siguen siéndolo en la coyuntura.

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Small is beautiful: Los gobernadores de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Tucumán, el Jefe de Gobierno porteño analizan la cuarentena y el (inestable) equilibrio salud-economía con parámetros similares a Alberto Fernández. No los une el amor sino el tamaño: gobiernan territorios poblados, con enormes conglomerados urbanos, alta incidencia del transporte público, zonas carenciadas tangentes con barrios más ricos que en Alemania. El temor ante la propagación del contagio, un eventual colapso del sistema de salud. ranquean primero en sus preocupaciones cotidianas.

En otras provincias o ciudades, menos impactadas por el corona virus la perspectiva es distinta. De nuevo, porque las realidades difieren. Puesto de otra manera, para ser didáctico: Si Juan Schiaretti u Horacio Rodríguez Larreta gestionaran una ciudad de 100.000 habitantes, con escasos muertos estarían tramitando excepciones al aislamiento, como prioridad.

La dinámica de la apertura administrada para la nueva fase de la cuarentena constituye un ejercicio democrático y federal. El más funcional y necesario en el cruel presente.

La oposición política y mediática ejercita su libertad. Los medios dominantes se embanderan con los acreedores externos, falsean hechos en los títulos, subestiman los riesgos sanitarios, en plena pandemia se obsesionan con la vicepresidenta Cristina Kirchner. Usan vocablos tales como “muerte” o “cadalso” o “agonía” solo para referirse a lo económico, jamás a los riesgos para la salud.

Los dueños de grandes fortunas no quieren soltar un peso. Los medios privados hegemónicos no ceden una hora para difundir contenidos educativos gratis. La solidaridad te la debo… cero novedades en ese sentido.

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