La pelota dejó de rodar en los clubes de barrio. El aislamiento obligatorio golpea más fuerte a los sectores con menos recursos, y ellos no son la excepción. Surfean una crisis que la pandemia agudizó pero no es nueva, por los tarifazos de gas y luz que les juegan en contra hace cuatro años. Mientras tanto, cumplen su rol de contención social.

Mónica Santino, ex futbolista de All Boys y referente de La Nuestra Fútbol Feminista en la Villa 31, intenta atravesar la situación con sus futbolistas, que pasaron de ocupar las canchas históricamente negadas a entrenar por videollamada: “Usamos todos los soportes tecnológicos para mantener el vínculo: es un dilema enorme estar en aislamiento cuando, justamente, nuestro proyecto se trata de juntarse, pensarnos como futbolistas y salir del ámbito doméstico”.

Las profesoras de La Nuestra no sólo están en contacto con sus jugadoras para entrenar por Zoom. También las ayudan a registrarse en la página de la ANSES para acceder al bono de $10.000 que el Gobierno otorgó como Ingreso Familiar de Emergencia. La contención social es más importante que mantener el ritmo de los entrenamientos.

El único delito que no disminuyó durante la cuarentena fue el femicidio, según informó el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. Las canchas son un refugio para muchas víctimas de violencia machista. “El deporte tiene un rol fundamental, cambia vidas y nos hace a las mujeres mucho más poderosas; es una herramienta vital para luchar contra la violencia”, resume Santino y pide que se aproveche el aislamiento “para pensar seriamente” cómo hacer que el deporte social se transforme en agenda de Estado.

Defendamos los Clubes surgió al calor del macrismo. De esa organización, que resistía a los tarifazos, se desprendió Somos Dirigentas. El frente para pensar las dirigencias en clave feminista está acompañando casos puntuales de violencia de género en medio del aislamiento. Además, en los bolsones de verdura que reparten, incluyen un volante con los contactos del Ministerio para que las mujeres lo tengan a mano.

La prioridad estatal está tapada por una crisis que se desató antes de la pandemia. Los clubes que trabajan a pulmón son un paciente con respirador artificial hace tiempo: las tarifas de luz y gas aumentaron más de 1000% en los cuatro años de gestión del expresidente Mauricio Macri. Sin embargo, en este contexto, la mayoría de los clubes están a disposición del Gobierno para la entrega de alimentos o instalación de hospitales, en la lucha contra la Covid-19, y mantienen abiertos sus merenderos y comedores.

Para amortiguar el golpe, el Ejecutivo los exceptuó de los cortes de servicios básicos por falta de pago, postergó o redujo hasta el 95% del pago de los aportes patronales y garantizó el cobro de asignaciones compensatorias al salario para clubes con menos de 100 empleados.

Por su parte, la Legislatura porteña aprobó el subsidio de $60.000 para 196 clubes de la Ciudad. “Cuando todo se empiece a normalizar, necesitamos a los clubes de barrio de pie para brindar contención deportiva y social”, remarcó Claudio Morresi, legislador del Frente de Todos y presidente de la Comisión de Turismo y Deportes de la Legislatura. El subsidio totaliza 12 millones de pesos repartidos, en partes iguales, a cada institución deportiva que figure en el RUID (Registro Único de Instituciones Deportivas).

“Estas no pueden ser las únicas medidas, serían insuficientes”, aclara Hernán, coordinador del club Villa Sahores, de Capital Federal, y subraya las dificultades que afrontarán los clubes por correr de atrás en la lista de actividades eximidas del aislamiento. En la provincia de Buenos Aires coinciden: a Luciano, profesor de El Taller de Ramos Mejía, también le preocupa que sea uno de los retornos más tardíos. Mientras tanto, intenta reinventar su trabajo: organiza entrenamientos personalizados para sus alumnas de fútbol vía redes sociales para mantener, por lo menos, una parte de su ingreso económico.

Las realidades son distintas a lo largo y ancho del país. En Córdoba, Abriendo La Cancha, la organización de fútbol feminista que reunía entre 20 y 30 chicas por sábado, no tiene manera de organizar ningún entrenamiento virtual porque sus jugadoras no tienen acceso a internet. Mientras tanto, lanzaron una campaña para repartir bolsones de comida, con la ayuda de algunas de las mamás de sus alumnas. “Cuando vayamos a repartir lo que juntamos, veremos en qué andan nuestras jugadoras”, se entusiasma Florencia, una de las profesoras.