Hace unos días, el 25 de abril, se cumplieron 301 años de la primera edición de Robinson Crusoe. Como se sabe, la novela adquirió fama y con sus constantes reediciones, adaptaciones y plagios, superó pronto a las de la Biblia. A pesar de esto, en 2019 casi nadie se acordó de su tercer centenario. Solo se escribieron algunas notas periodísticas y se presentó el modelo Crusoe de una lujosa lapicera (en la novela, el relato es escrito por el propio náufrago).

Como una cruel venganza por ese olvido, hacia finales del año pasado, precisamente el 31 de diciembre, apareció la covid-19 y la robinsonada reemergió con fuerzas renovadas. Aunque el estado de cuarentena no se parezca a la soledad de la isla desierta, el aislamiento que trajo la pandemia se asoció con la metáfora de la soledad obligada del náufrago. Entonces la novela de Defoe escaló en las listas de “lecturas para la cuarentena”. Pero si con eso no fuera suficiente, el novelista inglés escribió el Diario del Año de la Peste sobre la epidemia que asoló Londres en 1665, una cita también obligada en todo comentario genealógico alrededor del coronavirus.

El Diario… se publicó dos años después de Robinson Crusoe. Los temas de las dos obras son bien distintos pero se comunican porque están escritas como crónicas personales de situaciones de aislamiento al punto que el Robinson de 1719 llevó como autoría la firma del personaje. Las experiencias que narran estos relatos estaban íntimamente conectadas por la expansión del colonialismo europeo, la acumulación de riqueza y el concomitante hacinamiento en sus metrópolis. Como nunca antes la geografía de ese capitalismo inicial se imprimió sobre los cuerpos.

La palabra “aislamiento” proviene de “isla”: literalmente, poner en una isla. Aunque esto es poco usual los términos “aislado” o “aislamiento” son de uso común en nuestra lengua. Se trata de una metáfora, de esas que por estar tan arraigadas pasan inadvertidas. En eso reside su poder. Aislar: “dejar solo”; aislado: “solo, individual”; aislamiento: “incomunicación, desamparo” (diccionario de la RAE). Lo saben bien los electricistas, “aislamiento” es separación radical. “Aislamiento” se entiende como separación absoluta pues la isla que contiene esa palabra se imagina también absoluta y desierta, como la isla de los chistes de náufragos, como la de Robinson.

En este sentido, el “aislamiento social” decretado el 19 de marzo por el gobierno nacional produjo una paradoja singular. Si por social se entiende unión o lazo, con “aislamiento social” aparece una contradicción muy acorde al tiempo de incertidumbre que produce la pandemia. Este particular oxímoron le recuerda a la robinsonada del individualismo y de la economía política liberal que su emblemática isla desierta está poblada.

En el aislamiento social, la sociedad juega una vieja partida, no con un virus, sino consigo misma.

* Carlos Masotta es antropólogo (UBA-Conicet).