La desgraciada muerte del Trinche Carlovich encendió el culto al romanticismo del fútbol. En Peligro de Wolf queremos evocar, mediante la sátira, a la épica, a la égloga, a la lírica -y a los otros géneros dramáticos bautizados con palabras esdrújulas- como modo de homenajear a personajes imaginarios del fútbol argentino.

Pepe Domínguez, vendedor de garrapiñadas: El mago del sabor

La mansa sencillez de tu cara de chiquilín y tu pelo ensortijado realza tu talento, tu ejemplo nos guía y tus confituras nos engañan el estómago. Desde que instalaste tu propio puestito de garrapiñadas, frente a la cancha de Vélez, tus esfuerzos cimentaron caminos construidos con fe y tras casi 30 años de fecunda labor, supiste forjar la historia de la auténtica garrapiñada argentina, que es la de tu vida misma. Puliste las yemas de tus dedos cocinando el maní y empaquetando con transpiradas manos miles de garrapiñadas en bolsitas de plástico. Dejaste trazada una huella, poniendo empeño y azúcar con tanta dedicación y silencioso aliento. Jamás imaginaste que la telaraña del destino generaría un vínculo tan maravilloso entre los hinchas y tus garrapiñadas con almendras y saborizantes permitidos. Es que en esos paquetes se contempla la verdadera magnitud de un genio. Gracias Pepe, porque con tan poco supiste darnos tanto.

José "Pulpo" Ramírez, aguatero de Berazategui: Guardián de la sed ajena

Si cada partido es una batalla, él será el primer soldado en la línea de fuego, siempre atento, dispuesto a correr en pocos segundos medio campo de juego para apagar con su termo rebosante del líquido elemento, la sed del futbolista acalorado. Riguroso guardián de la sed ajena, siempre cerca de la raya de cal, el "Pulpo" Ramírez posee, además del título de aguatero oficial del club, un galardón más preciado: la humildad. Respaldado por su constante y servicial actitud, el Pulpo en el vestuario, de visitante o de local, gana a diario su respeto simplemente por su compromiso con el trabajo. Siempre que haya jugadores sedientos estará él y su cántaro de agua cristalina. Salvo que se trate del Doctor Bilardo y en tal caso en su termo sólo habrá “Gatorei”.

Evaristo "Almóndiga" Capriotti, hincha de Comunicaciones: El caballero del aliento contenido

Supo el tiempo arraigar a su familia al barrio de Agronomía y a él –el Almóndiga– atarlo de corazón a esos colores que recuerdan a los taxis. En la pieza de la casa humilde de la calle Tinogasta, apoyadas en una pared sin revoque, están las pilas de diarios viejos que el “Almóndiga” recoge semanalmente con sigilo de los basurales vecinos con un objetivo único: cortarlos de manera rectangular hasta formar miles y convertirlos en una lluvia de papelitos que saludarán el ingreso del equipo de sus amores. Cuántas veces los gastados tablones de la cancha de Comunicaciones lo vieron pasar, cargando en una mano la bolsa de papeles y en la otra la gloriosa bandera aurinegra que las sacrificadas manos de su querida madre, aguja e hilo en mano, confeccionó en una interminable noche de invierno. Junto a un puñado de fanáticos como él, con cánticos repetidos de memoria que arengan al Cartero, el Almóndiga, apoyado sobre un despintado paraavalanchas, observa al equipo de sus amores con prodigiosa tranquilidad. Hasta que un mal fallo del árbitro enciende su insospechado dominio de la ironía: "Referí, ¿quién te enseñó a ver fútbol? ¿Steve Wanders?"