“Si no aprovechamos estas nuevas libertades de manera inteligente, los pasos hacia adelante para combatir al patógeno habrán sido en vano y los gobiernos nos volverán a pedir que nos quedemos adentro de nuestras casas. Confío en que las poblaciones se han vuelto más responsables, que han aprendido de las lecciones que el virus ha dejado”, señala Dévora Kestel. Con “nuevas libertades”, esta psicóloga (UNLP) y magíster en Salud Pública (Universidad de Londres) se refiere a las flexibilizaciones (salidas de una hora, vueltas a la manzana con los niños) que incorporan los Estados a medida que la pandemia avanza hacia otra fase. Kestel es la primera mujer en la historia a cargo del departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud y, desde hace un cuarto de siglo, concentra sus esfuerzos en el diseño de políticas sanitarias a escala global. En este diálogo, reflexiona sobre el modo en que el aislamiento afecta los vínculos con los seres queridos y promueve el robustecimiento de las relaciones vecinales y comunitarias como estrategia positiva para combatir el encierro en tiempos de híper-individualismo.

-¿De qué manera el aislamiento afecta los vínculos y las emociones?

-El mundo vive un momento de excepción, de esos que no se repitieron muchas veces en la historia. Quedan poquitos sobrevivientes a la Gripe española, la anterior epidemia de dimensiones globales en 1918. Nos afecta tanto no poder relacionarnos de la manera en que acostumbramos a hacerlo que buscamos los modos para sobrellevar la cuarentena. Al mismo tiempo estoy convencida de que el ser humano se adapta con mucha facilidad a los contextos que se le presentan. La pandemia, en este sentido, es un fenómeno tan fuerte que indefectiblemente nos transformará, tanto desde lo individual como desde lo colectivo.

-¿Las relaciones virtuales, a través de redes sociales, reemplazan a las presenciales?

-Por supuesto que no. Sin embargo, el desafío es tan claro y los miedos son tan patentes que debemos suspender las relaciones en presencia. Pensar en las consecuencias de desobedecer el aislamiento quizás pueda servir para comprender que, en definitiva, ese abrazo que hoy no se puede dar se brindará en otra oportunidad, en un tiempo cercano. Afortunadamente, nuestra sociedad está mediatizada a través de redes sociales. No es igual saludar a alguien querido por un cumpleaños mediante una videollamada que hacerlo con un abrazo y un beso, pero al menos existe esa chance y no estamos incomunicados.

-Además, no todas las personas experimentan de la misma manera el confinamiento.

-Es que no es lo mismo alguien que vive hacinado en un ambiente con una familia de diez personas, respecto de alguien que habita una casa junto a su pareja en un departamento de cuatro ambientes. Algunos transcurrirán el confinamiento con más o menos facilidad, sufrimiento y angustia que otros. Existen muchas heterogeneidades, tantas como personas; no obstante creo en un aspecto común e inherente a los seres humanos que tiene que ver con esa capacidad de sobrellevar situaciones adversas.

-¿Qué ocurre con la gente que no puede adaptarse a esta nueva realidad? ¿Qué sucede con las personas que enfrentan problemas de salud mental?

-Esa gente sufre más. Desde que comenzó la pandemia, en la OMS venimos conversando con colegas que han prestado auxilio y trabajado en otras experiencias fuertes. En las crisis humanitarias, las guerras o las catástrofes de cualquier tipo también se advierten situaciones de emergencia con las que es difícil lidiar. En la actualidad, las personas que ya arrastraban problemas de salud mental incrementan sus angustias, sufrimientos, preocupaciones, ansiedades y estrés. Con el coronavirus los miedos emergen. El miedo a enfermarse, a que le ocurra a un ser querido, a proteger a nuestros familiares que están en una condición mayor de riesgo. Frente a ello, habrá quienes superarán este desafío más fácilmente y quienes no lo harán, que requerirán de la ayuda de los profesionales de la salud mental, así como también de gente del propio entorno.

-¿A qué se refiere con gente del entorno?

-Una de las iniciativas que promovemos desde hace mucho tiempo refiere al tema de la salud mental en la comunidad. Abordar el problema más allá de las instituciones tradicionales. Si consideramos que, en base a estudios previos, en contextos de emergencia una de cada cinco personas podrá afrontar algún trastorno relacionado con la salud mental; podríamos pensar que en este momento, entonces, los números podrían ser muy importantes. Por este motivo creemos que la salud mental no puede quedar solo en manos de los profesionales, hay que desarrollar capacidades en otros sectores: en las escuelas, los trabajos, las comunidades. Los vecinos tienen que jugar un rol muy importante en la creación de redes de contención en escenarios como el que nos toca. Hay personas que viven solas y no tienen con quien hablar.

-De hecho, en Argentina, estudiantes de universidades públicas participan de programas voluntarios para llamar telefónicamente a personas que viven solas…

-Ese es el punto, en muchos casos no hace falta estudiar cinco o diez años para aliviar la salud mental de una persona que atraviesa el confinamiento en soledad. No hace falta que todas sean intervenciones del más alto nivel psiquiátrico o psicológico. Prestarle la oreja a otro ser humano es tan básico como imprescindible. En el mundo se han montado sitios específicos de acompañamiento terapéutico para ancianos que no tienen familias ni nadie con quien relacionarse de manera directa. Por ejemplo, a los ancianos que viven en geriátricos o sitios de reposo se les transformó la vida en un 100%. Supongamos que, por efecto de la pandemia, los familiares no pueden acceder a verlos. El paisaje se complica mucho más si a eso le sumamos que, a medida que se incrementa la edad, también lo hacen las chances de demencia. La gran mayoría de nuestros viejos no deben saber qué es lo que pasa, solo saben que sus seres queridos ya no van a saludarlos semanalmente como hacían siempre. El apoyo psicosocial es central para todos los programas que se impulsan desde Naciones Unidas.

-¿Qué es el apoyo psicosocial?

-Nos toca ser creativos con lo que tenemos a mano. La videollamada para quien disponga de la tecnología, la llamada normal para quien tenga la línea fija, el vecino para quien no tenga tecnologías de ninguna clase. Todas las noches me pregunto por qué tienen tanto éxito esos momentos en que las comunidades agradecen al personal de salud, o bien, por qué se reciben tan bien esos pequeños shows que se montan desde los propios balcones. Desde mi perspectiva, las personas buscan nuevos modos de conectarse. Una de las pocas vías de las que hoy disponemos para no quedar tan aislados. Se generan espacios positivos de comunicación, sitios relajados, actividades que hacen bien. Es la comunidad que se pone a hablar un poco entre sí, que se expresa como puede. En la región europea de la OMS ya se publicaron guías para que las poblaciones vayan incorporando cómo será salir de los aislamientos. Las cuarentenas comienzan a flexibilizarse en todo el mundo.

-Las personas vuelven a reconstruir sus rutinas aunque con reparos que en el pasado nadie se atrevía a imaginar.

-Del mismo modo comienza a suceder en muchas partes. En España los niños tienen permiso para salir un rato y resulta impresionante ver esas imágenes: los seres humanos extrañan tomar aire, cruzarse con otros, ver el cielo. Ahora bien, la situación se pone sutil, ya que si no aprovechamos estas nuevas libertades de manera inteligente los pasos hacia adelante para combatir al patógeno habrán sido en vano y los gobiernos nos volverán a pedir que nos quedemos adentro de nuestras casas. Confío en que las poblaciones se han vuelto más responsables, que han aprendido de las lecciones que el virus ha dejado.

-Los jefes de Estado les piden a sus ciudadanos que sean responsables. ¿Es posible?

-La ciudadanía debe ser responsable y está en condiciones de hacerlo. En este punto tiene mucho que ver la información que reciba cada sociedad. En la actualidad, de seguro, podemos actuar mejor que como lo hicimos al comienzo de la pandemia porque sabemos más, podemos estar más atentos a muchas cosas que en el principio desconocíamos. El tema de la responsabilidad individual respecto de la salud pública es muy sensible. Existen asuntos súper consolidados como la importancia de vacunarse y, sin embargo, de vez en cuando emergen los grupos antivacunas. Frente al Covid-19, la responsabilidad corresponde al individuo, a la comunidad, a la sociedad y al Estado. Un poco a cada actor.

-¿Cómo afecta el encierro en los casos de consumo problemático de sustancias? Usted también está a cargo de este tema en la OMS.

-Es un problema muy grave el encierro. Se incrementa el consumo de alcohol y de sustancias, aumenta la violencia doméstica contra los niños y las mujeres. La ciudadanía debe disponer de mecanismos que contribuyan a resolver estos conflictos. Me refiero a cuestiones básicas del tipo: “Si escucho algo en el departamento de al lado, si alguien está recibiendo una golpiza o teniendo una discusión muy fuerte, ¿cómo debo actuar? ¿A quién recurrir?” Se puede empezar por hilvanar primeras respuestas para luego pasar a constituir redes de contención más fuertes. Hay que restablecer las relaciones con los vecinos, con los territorios, con las comunidades a pequeña y mediana escala. Ser solidarios.

-¿De qué manera ser solidarios en sociedades que fomentan el individualismo?

-Es muy difícil, es cierto. Pero, por otro lado, prestemos atención al fenómeno de las redes sociales. Representan, de alguna manera, comunidades virtuales más extensas que la barrial o vecinal pero son comunidades al fin. Creo que desde la política, lo social, desde el arte y los medios es central bajar con un mensaje unívoco que comunique, sencillamente, que solos no vamos a ningún lado.

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