En Argentina, el 58 por ciento de la población migrante dejó de percibir un ingreso económico desde el comienzo de la cuarentena, de acuerdo con un relevamiento que realizó el colectivo Agenda Migrante 2020 , y en el que participan Amnistía Internacional, la Comisión Argentina para Refugiados y Migrantes (CAREF) y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), entre otras organizaciones. El estudio también revela que el 55 por ciento de las personas consultadas tenía un trabajo informal, esporádico o de tiempo completo, en muchos casos como  vendedores en la vía pública. 

Penda vive con su marido, Abdu, y su hijo, Bamba, en una habitación en el barrio porteño de Flores. En la misma casa conviven con uno de los hermanos de Abdu, que vino con él desde Senegal. Penda nació en Guinea y llegó hace tres años, siguiendo los pasos de su hermana mayor, que ya vivía en Buenos Aires. En su país quedaron sus padres y el resto de los hermanos. “Todos los meses les mandaba dinero porque allá nadie de la familia tiene trabajo fijo, y mis padres son ya muy mayores para trabajar en la calle”, señaló Penda en diálogo con Página/12

Si fuese un día normal, ella cortaría rodajas de limón y jengibre y mezclaría eso con los trocitos de hibiscus que, como suele explicarle a los clientes, es bueno para la circulación y para reducir la ansiedad. Empezó con la venta de jugos y yogures naturales unos meses después del nacimiento de Bamba, hace un año y ocho meses. En el barrio los vendedores de los demás puestos se acercaban a su casa y le compraban.

Abdu, en cambio, salía por la mañana, bien temprano, para instalar su puesto de lentes de sol en la avenida Avellaneda. Él llegó hace seis años, junto con su hermano. "Siempre me dice que yo tuve suerte porque me pude traer al menos mi ropa, algunas valijas y cosas mías. Él, en cambio, vino sin nada". A fin de mes iban juntos al correo y mandaban parte de las ganancias: un sobre viajaba hacia Guinea, para la familia de ella, y el otro, hacia Senegal, para la familia de él. “Sin las ventas, tenemos que guardarnos los ahorros para sobrevivir”, explicó a Página/12 Penda. La última vez que enviaron dinero fue en febrero de este año.

“Bamba está contento de tenernos todo el día con él, pero la caja de los ahorros cada vez está más liviana y nos preocupa cómo seguir, cómo pagar el alquiler y los gastos cotidianos”, relató la mujer, que en Guinea había empezado a estudiar comunicación pero en Argentina, por el idioma y la falta de tiempo, no pudo retomar su carrera. “Estamos haciendo lo que podemos, compartiendo con los vecinos porque hay días que no tienen nada para comer”, contó. "Cuando trabajás hoy para comer hoy, es muy dificil tener ahorros”, graficó. Ante la situación, el Bloque de Trabajadorxs Migrantes está reuniendo donaciones de alimentos no perecederos y productos de limpieza, y los reparte entre la comunidad senegalesa del barrio.

Según el informe del equipo de Agenda Migrante 2020, el 47 por ciento de la población consultada no pudo registrarse en la asignación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Además, el 80 por ciento de los y las migrantes que viven en Argentina desde hace tres, cuatro, o cinco años, no percibe ningún tipo de ayuda social. No es casual que, según el relevamiento, más del 40 por ciento tienen radicaciones precarias o residencias temporales. 

A comienzos de 2019 la Dirección Nacional de Migraciones, a cargo de Horacio García, impuso el sistema Radex , que dificultó y demoró los trámites de documentación para la población migrante.

Desde el 24 de abril, cuando comenzó Ramadan, en la casa de Penda se come solamente después de las 9 de la noche. La celebración se extiende hasta el 23 de mayo, es decir, durante todo el noveno mes del calendario musulmán. “Es una época para reflexionar, para pasar el día adentro y pensar en cosas importantes para cada uno”, señaló Penda. "En esta fecha siempre mandábamos más dinero: si uno come una vez al día, ese plato tiene que ser contundente”, añadió. 

Antes de pronunciar cada palabra, Penda se toma unos segundos para pensar. En la casa se habla "en dialecto", y aunque todos los jueves ella asistía a un curso gratuito para aprender español, todavía le cuesta acostumbrarse al idioma. "En estos momentos hay que ser pacientes y solidarios: cada vez que una pueda, tratar de ayudar", concluyó. 

Informe: Lorena Bermejo.