La casa que alquiló Santiago Merlo para vivir transicionó y se convirtió en refugio. Fue rápido: casi sin darse cuenta el garaje pasaba a sala de ejercicios, la cocina a comedero, un cuarto libre a bufete jurídico y el otro cuarto a sala de enfermería y terapia. En menos de un año la casa de dos pisos en el centro de Córdoba empezó a cobijar varones trans que iban a la capital para atenderse en el hospital, iniciaban los papeles de rectificación en el registro civil o buscaban un abrazo amigo. Hoy, en tiempos de pandemia por el coronavirus, la “Casa de varones trans y familias” sigue activando para dar incluso lo que no tiene. SOY habló con Santiago. Y entendió algo de por qué unas 120 personas ya son parte de esta red con tonada cordooobesa y afectuosa.

¿Cómo funciona la Casa?, ¿es un albergue, un comedor, una sala de reuniones?, ¿cómo lo definirías?

Diría que es un refugio y que sobre todo funciona como centro de día. Sin embargo, muchos chicos que han pasado por intervenciones quirúrgicas y no han podido volver a sus casas son recibidos en la Casa para curarse. Hay chicos que vienen del interior a la capital a atenderse con su endocrinóloga, con sus psico, su atención de salud y necesitan dónde dormir. Armamos una sala de enfermería, en la que no solo se hacen las curaciones de todo tipo sino también las aplicaciones de la testo. Funciona también un ropero comunitario, un comedor y en lo que sería el garaje armamos un gimnasio con elementos que nos van donando. La actividad física y aeróbica tienen que ver con la necesidad de que las hormonas puedan metabolizar mejor, también dan la posibilidad de hacer ejercicios que son más de rehabilitación o post quirúrgicos: abrir el pecho, estirar, conectar con tus dolores, hacer tus duelos. Nosotros también hemos pasado por situaciones de aborto: estar al lado de un compañero en ese momento y armar la red para que se le respete es muy importante. Hay otros que te dicen "quiero ir a leer", "quiero ir a draggearme", "quiero buscar ropa porque hace frío" o “paso un rato a usar wifi”. Lo que hay en la Casa siempre está ahí para compartir.

¿Cómo fue que tu casa se convirtió en refugio?

Nace de las propias necesidades, de las biografías. Este año voy a cumplir cuarenta y cinco años, y los que venimos de esta generación estuvimos muy solos en nuestras transiciones. Yo soy de Villa Dolores, en el interior de Córdoba, y mi vivencia interna estaba muy clara, sin embargo, no sabía cómo se llamaba: en el ‘94 fue la primera que vez que escuché la palabra "transgénero". Soy licenciado en comunicación y el año pasado, con lo que había juntado dando clases y capacitaciones junto a un sindicato -todos ingresos que ahora están acotados-, decidí alquilar la casa con mi compañera Victoria y Lola, que tiene parálisis cerebral y llegó a la familia por el sistema de adopción. Se dio como algo natural que en lugar de juntarnos en un parque o un bar empezáramos a juntarnos en la Casa. Así que le conté la idea a mi amigo de la vida, Francisco Berribeitia, y nos lanzamos de una a soñar y concretar. No tenemos ni un año todavía, somos muy nuevitos, y sin embargo el espacio explotó porque nos fueron juntando las necesidades. Ahora estamos en un contexto de urgencia que claramente detonó y profundizó un montón de cuestiones que traíamos, pero las necesidades también pasaban por que otras madres se encontraran con madres, padres con padres, los docentes que llegaban a buscar información para acompañar a alumnas, alumnos, profesionales aliades y gente que nos iba acompañando.

¿Por qué de “Varones trans y familias”?

Fue una decisión política para visibilizar las trans masculinidades, porque existen otras casas trans en el país que en su mayoría están habitadas por compañeras mujeres en las que hay varones. Pero un lugar propio, específico, con nuestras propias temáticas y todo lo que es parte de nuestras biografías, era muy difícil. Y lo de puntualizar en la familia es porque creemos que un niño, una niña, une niñe, acompañado amorosamente, contenido, abrazado, tiene al menos un cincuenta por ciento resuelto en su vida, que esa contención que no te lleva a la expulsión, y que eso también te da fuerzas y herramientas para encarar el resto de lo que venga en el mundo.

Hace unos 50 días que la forma que teníamos de relacionarnos cambió. ¿Cómo son las funciones de la Casa a partir de la pandemia?

Habíamos empezamos a hacer binders a medida para apuntalar el pecho, a prueba y error, encontrando materiales que fueran buenos para nuestro cuerpo, porque le hemos metido cualquier cosa y algunos bajándose con tanta fuerza hasta provocan displasia, fisuras de esternón, que no puedas respirar. En este contexto hicimos que lo textil se reconvirtiera y significara la posibilidad de ingresos para diez compañeros. Empezamos a hacer barbijos descartables, los tricapa de friselina, y unos barbijos lavables con los colores trans. En este momento hay cinco máquinas de coser en cinco puntos de la ciudad. También hay toda una logística de movimiento. Tratamos de que el dinero que la gente va donando se multiplique como panes, entonces si nos dan plata compramos friselina para que se convierta en otra cosa y genere dinero. O compramos harina y aceite para hacer prepizzas, pizzetas, panqueques, y las tapas para hacer las tortillas de tacos, mayonesas veganas, salsas y escabeches.

¿Y cómo se financian en el alquiler y los gastos fijos?

Somos un proyecto autogestivo, sin financiamiento de ningún tipo, y nos sostenemos por aportes y donaciones de la sociedad que también nos compran lo que vamos haciendo. El emprendimiento textil y el gastronómico significan la posibilidad de ingresos genuinos para los compañeros que los producen, de los cuales queda un pequeño porcentaje para la casa, para la parte de logística o para poder hacer las compras. Con las donaciones vamos por todos lados repartiendo bolsones, haciendo lo que podemos también con unas 20 viandas que dan desde el Estado. Estamos todo el tiempo pendientes del teléfono porque hay algunas casas en las que nuestra alarma está en rojo, ya que hay entornos abusivos, personas que tuvieron que volver a partir de la pandemia a pesar de la violencia. Hoy no tenemos un albergue, que es el proyecto que también esperamos poder concretar, porque hay muchos chicos y chicas que vienen sobre todo del interior y sus familias no los aceptan.

Si querés ayudar a la Casa de varones trans y familias podés escribirles por Facebook , Instagram o este mail para conseguir los barbijos, binders y comidas que producen: [email protected]

También podés aportar lo que quieras (sin un mínimo) a esta cuenta:

CBU: 0200912811000013028462