El capitalismo lo comercializa todo. No respeta nada, ni los sentimientos. Todo se vende y se compra. Nada se salva de terminar en un objeto de consumo. El negocio corrompe y desnaturaliza, arrasa con nuestros derechos: la salud, la educación, los servicios sociales. También con nuestro derecho a la información. Se ha impuesto, en el mundo entero, no sólo en Argentina, un periodismo que en vez de relatar la realidad, la construye según los intereses de los dueños de los medios. 

La lógica empresarial impulsa a vender, que la realidad no moleste a la noticia. Y la noticia no sólo estará dirigida a defender los beneficios de la clase dominante, sino a ser lo suficientemente ruidosa y polémica para que atraiga y provoque. Voy al grano. Hablé por televisión, de fútbol, sobre varios temas que me preguntaron. Entre ellos el Atlético de Madrid de Simeone. Dije que es elogiable lo que está consiguiendo. Que es histórico y admirable, aunque yo prefiero otro fútbol y que por eso no voy a verlo, pero no me impide reconocer los muchos méritos que tiene. Y lo que no comparto es el mensaje de que “sólo vale ganar” que suele decir Simeone. Califiqué a ese mensaje de nefasto para el fútbol porque para mí hay muchas otras cosas valiosas en un equipo. El mismo Atlético de Madrid llegó a dos finales de champions y las perdió por detalles. ¿No vale eso? Para mí, sí, y mucho. Para ese mensaje, no, ya que lo único que vale es ganar.

Algunos medios levantaron la entrevista y titularon algo así como “Cappa carga contra Simeone”, “duro ataque a Simeone”, etc. Inclusive algunos hasta mezclaron y dijeron que cuestioné el mensaje que deja el equipo, cosa que no tiene nada que ver.

No es la primera vez que ese periodismo tramposo modifica la realidad para provocar escándalo. Lo hicieron y hacen siempre, no solo con el fútbol y no solo me apuntan a mí. Destacan lo que genera ruido y ocultan la mitad del contenido, para darle otro sentido del que tiene. Saben que hay, además, un ejército de incautos consumidores, que rápidamente y protegidos por el anonimato, vomitan una sarta de insultos llevados únicamente por los títulos de los diarios, ya que, quizá, no les alcancen las neuronas para leer toda la noticia y menos para analizarla. Insultos que son publicados, insólitamente.

La media verdad es peor que la mentira. Hace más daño, confunde sobre todo a esas mentes frágiles y dispuestas a comprar lo que les vendan. Son los tiempos que vivimos, ya lo sé, pero lo peor que podemos hacer es aceptarlo como si hubiéramos llegado al fin de la historia, como si no hubiera alternativas. 

*Especial para Página12