Poeta, traductor, ensayista y periodista, Esteban Moore dio a conocer el año pasado tres libros: Las promesas del día y otros poemas, publicado por editorial Alción; Selección poética, antología realizada por Jorge Rivelli, publicada por La Porteña; y La escritura de la dorada eternidad, su traducción en colaboración con Patricia Ogan Rivadavia de un poema en prosa “en clave oriental” de Jack Kerouac, también por Alción.

Moore mantiene un blog en el que sube asiduamente material diverso: traducciones propias y ajenas, videos de entrevistas y lecturas de poemas, posteos de libros y novedades editoriales (alpialdelapalabra.blogspot.com). Comenzó a publicar en los tempranos 80: La noche en llamas, su primer poemario, apareció en 1982, al que le siguieron Providencia terrenal (1983), Con Bogey en Casablanca (1987), Tiempos que van (1994), Instantáneas de fin de siglo (1999), Partes Mínimas uno/dos (2003) El avión negro y otros poemas (2007), Pruebas al canto (2012), entre otros, y que junto a Versiones y apropiaciones, volumen que recopila ensayos, prólogos y notas diversas, son parte de una sostenida y destacada labor poética que lleva ya cuatro décadas. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, italiano, alemán, lituano, portugués y albanés, e incluida en diversas antologías.

Joaquín Gianuzzi, en un texto para la contratapa de un libro de Esteban Moore, Poemas 1982-1987, escribió: “Esta poesía nace de un compromiso a fondo con la existencia. La realidad y la experiencia personal se han conjugado dialécticamente hasta destilar un universo poético de rasgos propios cuya forma ha evolucionado desde un esquematismo riguroso hasta una densidad en expansión de rica imaginación metafórica. El lenguaje ha mantenido no sólo su identidad de acento sino un digno nivel de precisión.” Por su parte Elizabeth Azcona Cranwell escribió respecto al mismo libro: “Quien lee se queda entonces con la sensación de que algo ha comenzado y es a él, al lector, a quien le toca meditar para cerrar con su propio pensamiento el poema dentro de su conciencia”. Moore tiene una excelsa lista de autores traducidos: Lawrence Ferlinghetti, Craig Czury, Charles Bukowski, Sam Hamill, Raymond Carver, Paul Muldoon y John Giorno, entre otros, y expresa, con el conjunto de sus labores, lo que es un fuerte compromiso artístico –dentro de cierta concepción “orgánica”, abarcadora, cosmopolita– con su propia biografía, con la ciudad, la poesía y la historia nacional (por ejemplo, los ecos de la dictadura y de sus crímenes en La noche en llamas, y en poemas de volúmenes posteriores).

¿Cuándo y cómo decidiste que Las promesas del día y otros poemas era ya un volumen listo para ser publicado?

–Te podría repetir aquello que solía decir Alfonso Reyes: se publican los textos para no seguir corrigiéndolos indefinidamente. Algo de eso hay, aunque también, darle un corte definitivo a un conjunto de textos que circularon en revistas y en la red. Poner el punto final. Para bien o mal cuando salen de la imprenta para mí pasan a ser parte de mi pasado inmediato y puedo seguir con otra cosa. Si el libro está listo para esta última prueba ¿quién lo sabe? Lo que será, será, como dice la canción.

En varios poemas hay una fuerte presencia de la ciudad, del tango y Gardel, de una voz poética reconstruyendo y exponiendo vivencias en distintos lugares y geografías. ¿Se puede decir que son esos –aunque hay más– tus temas y preferencias, tus marcas, tus obsesiones?

Nací de paso en Buenos Aires, en una clínica de Palermo. Sin embargo, pasé mi infancia en las inmediaciones de Lobos, la tierra de los dos Juanes: Perón y Moreira. De aquellos días me quedan distintas imágenes: la llanura tendida de la denominada cuenca del Salado castigada por la sequía y la inundación, el oro de los campos de trigo en diciembre surcados por las grandes trilladoras, los paisanos arreando la novillada, las fiestas criollas, las carreras cuadreras y los domingos en los boliches de campaña. Pero, en 1961, con la excusa de darme una mejor educación, me enviaron a vivir a Buenos Aires a la casa de mi abuela materna. Entonces descubrí, aquello que en visitas ocasionales hasta entonces no había advertido, la gran ciudad. Quedé deslumbrado. Por eso siempre recuerdo aquellos versos de Guido y Spano, como si fueran propios: “He nacido en Buenos Aires/ ¡qué me importan los desaires/ con que me trate la suerte!/ Argentino hasta la muerte/ he nacido en Buenos Aires.” Los escuché por primera vez en 1967, estaba en cama con gripe y mi abuela para entretenerme ponía la radio y fue la voz de Hugo Guerrero Martineitz que los leyó, eran el epígrafe al poema Argentino hasta la muerte de César Fernández Moreno, poema que por otra parte me marcó intensamente y como dice mi amigo Jorge Rivelli, hace un click en la poesía de Buenos Aires, un cambio fundamental, el reconocimiento de la lengua cotidiana de la ciudad.

¿Cuándo entra Gardel en tu imaginario?

-No puedo precisar cuándo lo escuché por primera vez, ni dónde fue. Hoy me gusta pensar que fue en un colectivo de la Línea 19 conducido por el Polaco Goyeneche, que entre cambio y cambio y golpes de acelerador escuchaba al maestro por la radio, mientras anunciaba la próxima parada... Superí y Monroe. Y el porqué de mi admiración, es simple, el Morocho del Abasto marca el tono, la entonación, las inflexiones propias del habla de esta mi ciudad. Ahí está y me acompaña. Y Gardel y Buenos Aires se me cruzan con aquellas imágenes provincianas de mi infancia y de los viajes más recientes por el país, los pueblos de la provincia de Buenos Aires, la pampa gringa, Córdoba y Santa Fe, la deshabitada Patagonia, las ciudades atlánticas. Pueblos y ciudad, que me gusta pensar se hermanan dentro de mi temática. Las diferencias entre cultura urbana y rural. Y siempre ‘argentino hasta la muerte’.

Al final del volumen hay una pequeña sección llamada “Versiones”, con traducciones de poetas antiguos de China y Japón. ¿Por qué decidiste incluir esto? ¿Cómo fue la experiencia de traducción?

–Esto me viene desde mis primeros libros, obedece a la intención de reconocer y difundir algunos poetas que me interesan. En estas últimas a las que te referís me interesó versionar a estos grandes poetas, si querés como un ejercicio. Aunque te aclaro que desconociendo sus lenguas orientales, lo hice desde el inglés y el francés. Sin embargo, me parecen que funcionan como poemas en castellano. Sí, no me lo digas: estoy tomando la definición de Ezra Pound que dijo que la función fundamental del traductor es lograr que el poema funcione como tal en la lengua de adopción. Y bueno, el viejo sabía.

–Más en general, y teniendo en cuenta tu última traducción de Kerouac, ¿qué representa para vos ese trabajo de “traslación”, cómo lo concebís?

–Sí el año pasado Alción publicó La escritura de la dorada eternidad, un texto que me gustaba mucho, un Sutra, una oración o discurso budista escrita por un norteamericano. No diré un introductor de algunos aspectos del budismo en su país, sino uno que lo aclimató a su propia cultura y a sus propias necesidades sirviéndose de él para observar la realidad en la que estaba inmerso. Y además para rescatar a Kerouac como poeta, pues por comodidad, pereza o indiferencia no son pocos los que desconocen su poesía y simplemente lo consideran un prosista. Él escribió poemas durante toda su vida y como sostiene Allen Ginsberg, es su poesía la que influye profundamente en la poética de varios de sus contemporáneos.

Esteban Moore en la ciudad de Lima

Respecto a la traducción nos tenemos que hacer la siguiente pregunta: ¿Para qué traducir? Pienso en primer lugar para dar a conocer a un poeta que te interesa desde la perspectiva de la apropiación de su poética, convencido qué esta puede enriquecer tu propia tradición. El ejemplo sería Livio Andrónico que traduce a Homero, cuya obra asiste a Roma en el desarrollo de una incipiente tradición literaria propia. En nuestro país los traductores desde la guerra de la independencia han desarrollado una actividad fundacional, pensemos en Moreno, en Belgrano, en José Antonio Miralla, que en sus traducciones de poetas franceses, italianos e ingleses enfatizan la síntesis y la elegancia formal de sus traducidos abriendo nuevas sendas a los poetas hispanoamericanos de la época. Asimismo no se puede descartar la idea de traducir un texto para leerlo desde otra perspectiva.

La otra pregunta sería: ¿Para quién se traduce? ¿Para uno mismo? 

-Sí, pues como ya lo dije es una manera de leer de otro modo, más intenso. Meterte en un texto en otra lengua desarmarlo, profundizarlo, ver cómo funcionan las palabras en su contexto social y cultural. Analizar la poética del autor, su tempo histórico, es internarse en un proceso que sin duda transforma nuestro pequeño mundo personal, lo expande. También traducimos pues deseamos compartir el trabajo de un autor con aquel que desconoce su lengua.

Quisiera saber tu valoración sobre la poesía anglosajona, ya que la traducís, y especialmente sobre la “beat”.

–En lo que se refiere a mi inclinación por la poesía que vos denominás anglosajona debo aclarar que me atraen más algunas de sus vertientes sobre otras, particularmente la norteamericana, tan diferente de la inglesa. Esto porque observo que la poesía norteamericana a partir de Whitman, al igual que la poesía argentina contemporánea respecto de España, establece una visión, si se quiere una mirada distinta del mundo y las cosas con la lengua común de origen. Esta preferencia no limita mi interés en otras vertientes de la poesía escrita en inglés, como aquellas que se producen en los territorios que formaron parte del Imperio Británico y como estas fueron funcionales a los procesos de descolonización. Y por encima de estas me interesa la poesía irlandesa, aquella que se funda en un claro acto de apropiación, aquel que se sirvió de la lengua del opresor para rescatar la ancestral mitología y las tradiciones del universo gaélico. Los ‘beats’ forman parte de otra historia. En julio 1990 fui invitado a la Jack Kerouac School of disembodied Poetics, fundada entre otros por Allen Ginsberg, que forma parte de la Universidad Naropa, en Boulder, Estado de Colorado. Llegué con un proyecto de traducción para la UNESCO de una selección de poemas de Lawrence Ferlinghetti, quien ese verano iba a realizar una serie de lecturas allí y podríamos conversar acerca de su poética. Así lo hicimos, aunque con quien más hablé sobre el trabajo de Ferlinghetti fue con Ginsberg. A partir de entonces decidí también traducir a Ginsberg, Kerouac, Corso y Snyder, pues me asombró el hecho de que un conjunto de escrituras tan diversas pudieran formar parte de un mismo colectivo poético. Ferlinghetti en más de una ocasión se refirió a una ética de los beats en que los términos poético y poéticamente son en realidad malas palabras y en la necesidad de constituir una nueva retórica para su lengua. Este según él sería el elemento aglutinador.

Para volver a tu poesía, pensando en el recorrido que hay desde La noche en llamas, pasando por Partes Mínimas e Instantáneas, hasta el presente, ¿qué elementos desencadenantes sí o sí deben estar o aparecer para desarrollar tu trabajo: una imagen, el recuerdo de alguna vivencia, algún sonido o música?

–Me pedís que haga una evaluación de mi trabajo y los elementos desencadenantes de cada texto. Estos serían, creo, el producto de la experiencia y la memoria. Tomando en cuenta, a mi entender, que la memoria está sometida a la voluntad del que recuerda, a sus deseos y sus sentimientos. Por lo cual nos traicionará de continuo. Más allá de esto hay palabras, versos o fragmentos de versos que se me graban involuntariamente y regresan obsesivamente. En Partes Mínimas el planteo de un viaje de ida y vuelta a la Patagonia, es en realidad un recorrido por esos fragmentos que dan pie a cada texto. Este sería el método para expulsarlos, congelarlos en la página, aunque en realidad sucede que la traidora memoria en ocasiones los retraduce y regresan velados en formas diversas. Una de mis debilidades es que me gustan las libretas de bolsillo y las fichas N° 1 en las que copio frases, versos y anoto pensamientos, ideas y proyectos. Siempre imagino que algún día podré preparar un libro con este material, algo parecido a lo que Auden hizo en Un Cierto Mundo. Quizás sea por falta de disciplina que aún no he podido concretarlo. Muchas de estas notas se relacionan con una idea de la poesía, la escritura y la lectura y como reescribir lo leído desde otros puntos de vista. Algunas de ellas, tomo como ejemplo una, que escuché en más de una ocasión, “Borges no es poeta” me dio el pie para desarrollar un ensayo: Jorge Luis Borges: el escritor poeta, bajo la premisa de que es su formación y su práctica poética la que le permite desarrollarse como el prosista que es. Y así sucedió con otras que fueron la semilla de algún poema.

Hay una foto tuya “de paseo” con Borges, en 1975. Lo trataste. ¿Tuviste algunos intercambios con él?

–Siempre tuve un gran respeto por Borges, por el autor del “Poema de los Dones”; la “Fundación Mítica de Buenos Aires” o de “Los gauchos”. Lo conocí en 1968, lo visité en el departamento que ocupaba entonces en la avenida Belgrano, a partir de allí cada vez que pasaba por la librería La ciudad, de tarde, preguntaba desde la puerta si estaba, si no estaba ocupado y podía conversar con él. En varias ocasiones lo hice. Las charlas giraban mayormente en torno a la literatura argentina. No pocas veces recitaba algún verso y me decía “¿No le parece horrible?” y se reía. Su memoria prodigiosa almacenaba una colección de los peores versos de autor argentino que se pueda imaginar. En eso no se salvaba nadie. En una de nuestras primeras charlas se interesó por el origen de mi apellido y le conté que mi tatarabuelo de oficio carpintero provenía del sur de Irlanda. A lo que me preguntó si había emigrado durante la Gran Hambruna de los años 1845 a1849 y le contesté que no, que según el diario de un tío abuelo llegó a Buenos Aires presumiblemente en 1823 o 1824. Y con esa voz algo trémula que lo caracterizaba dijo: “si es un tiempo prudencial”. Y luego me hizo el elogio más importante que se me haya hecho: “Vea Moore, usted y yo... somos criollos”.

Con Borges, en 1975

¿Y si te pregunto por Alberto Girri?

–Entre los poetas que leí y leo casi obsesivamente está Alberto Girri cuya obra en nuestro panorama poético es singular, pues creo que a través de un lenguaje depurado, casi ascético, que sin renegar de la emoción controlada en ocasiones hasta la exasperación, y con un marcado ritmo, de punto y contrapunto, desarrolla una retórica despojada para el castellano, una que se aleja de los bordados, puntillas y adornos a la que nos someten varios poetas. Lo he cruzado en las librerías Galatea y Mackern’s. Un hombre de conversación amable, aunque rehuía las preguntas directas sobre su obra. Siempre atildado, saco de tweed y corbata italiana y algo de tanguero década de 1940. Quienes lo frecuentaron me han dicho que era un eximio bailarín de tango y un admirador de los De Caro.

¿Leés lo que podría denominarse “poesía contemporánea” o de “jóvenes generaciones”?

–Leo mucha poesía contemporánea, desde Lugones, pasando por los poetas de los 40, 50, 60, 70, 80, 90 y los actuales del siglo 21. Me interesa lo que podríamos llamar el actual panorama poético. Pero, cuando me saturo de lo obvio, regreso a Hidalgo, Ascasubi, Hernández y Del Campo. Borges, Molinari, César Fernández Moreno y Joaquín Giannuzzi, me refrescan la memoria, no me permiten olvidar que somos poseedores de una lengua con su marca en el orillo, una que hay que cuidar y preservar. No menciono a los extranjeros pues estamos hablando de lo que está pasando acá en casa.

Y más en general, ¿tenés alguna opinión o concepto sobre el “canon” de la literatura argentina?

–¿Qué es el canon? ¿Una operación política en el campo literario? La edición de antologías es muy interesante, no por los autores que dejan afuera, sino por los que incluyen. El tiempo, sólo él es el que decidirá qué poema sobrevivirá a su prueba.


Poemas de Esteban Moore

 

Las promesas del día

La ciudad despierta a los monótonos acordes

/ de una música mecánica, motores y metal

en movimiento

El sol ilumina el firmamento turbio -su dilatada paleta de grises

las vaporosas formaciones de combustible quemado

el aire fétido, agrio, ácido

se acompaña

del humo de los incendiados basurales a cielo abierto

/que flota letal desde el sur

La radio entre cantantes latinos / rock chabón

y cumbia

críticos travestidos, historias de sexo, secretos de alcoba

/drogas, crímenes,

la vida íntima de los jugadores de fútbol

los implantes mamarios

de las vedettes -las botineras – las

/estrellitas de turno

transmite las últimas noticias -argumentos políticos-visiones

/del mundo

horneadas en beneficio propio en la cocina

/de los ‘saberes convencionales’ –q.v.: J.K. Galbraith-

concebidas por los propietarios de vida y hacienda

quienes tensan los hilos que guían a sus marionetas parlantes

La ciudad ya se entrega a la soledad de la multitud,

en las calles -restos de comida

-botellas

-basura

el penetrante olor de la orina de la mierda

/tan humanas

 

Buenos Aires, enero 21; 8:36 pasado meridiano

A esta hora ya habrá cesado

/ el canto de los pájaros

Entre su silencio

y tus ojos

la orfandad:

el abandono poblado de ofrecimientos

 

Al viento, en el viento

En el viento huracanado

el polvo del universo

átomos protones neutrones negativos electrones

–innominadas partículas

que a su paso liberan fuerzas

ensayando

golpes curvos -centrípetos-centrífugos

ulos gimientes -pequeños remolinos

fuerzas sin control

/desatada arrasadora potencia

 

Mansa reiteración del sonido

La gastada canilla de la ducha

no logra consumar su dominio

mucho menos reprimir

/ el paso del agua

que gota a gota

con arrítmica tenacidad

estalla sobre la impenetrable superficie

/ de la bañera

Tips-tops-taps

Plips-plaps-plops

Su repetida porfía atravesando

las resquebrajadas imágenes de un mal sueño

 

Estos poemas están incluidos en Las promesas del día y otros poemas (Córdoba, Alción, 2019)