Exhibition 

2013

El tercer largometraje de Joanna Hogg debería figurar en cualquier digesto dedicado a la fusión de cine y arquitectura: la casa habitada por D y H es un personaje tan fuerte y con características tan propias como ellos mismos. La primera escena presenta a la pareja en planos y ambientes separados, el ruido de los pasos de él en el primer piso resonando en la planta baja, el intercomunicador telefónico como único medio de contacto. La lejanía entre el arquitecto y la artista plástica, su falta de comunicación a pesar de la cercanía, es visible en el ámbito que cohabitan desde hace veinte años, en los espacios en común de ese hogar construido especialmente por otro famoso arquitecto, en este caso real, el británico James Melvin. Nada menos que Viv Albertine –exguitarrista de la banda punk The Slits– y el cineasta independiente Liam Gillick fueron elegidos por Hogg como los rostros y los cuerpos ideales para encarnar los personajes, por fuera de cualquier casting convencional. Sexualidad, deseos, y miedos de una pareja que enfrenta el ingreso a su quinta década de vida retratados con una poco habitual mezcla de crudeza y ternura. “James Melvin murió a los 99 años”, detalla Hogg. “Lo conocí a él y a su mujer a comienzos de los 90, al mismo tiempo que conocí esa casa. Imaginaba a un matrimonio de mediana edad mientras pensaba en la casa, un ‘personaje’ que han construido juntos a lo largo de los años. Puede ser bella y amorosa, pero también me interesaba la idea de ese hogar dictando órdenes. Veo tanto el caos como la calma y me interesaba retratar todo eso”.

Archipelago 

2010

Una búsqueda online sobre las Islas Sorlingas ofrece información básica sobre el lugar donde Joanna Hogg rodó su segunda película: un pequeño archipiélago a unos 40 kilómetros de Cornwall, en el extremo sur de Inglaterra. Allí van a pasar unas breves vacaciones Patricia, la madre, y sus hijos Cynthia y Edward, ambos de veintipico. El gran presente en ausencia será el padre, demasiado atareado con su trabajo. Al trío central se les suma una cocinera cama adentro y un amigo de la familia, artista plástico. Estos últimos serán testigos de los intensos dolores de un clan cuyas heridas parecen estar en carne vida. La descripción de la dinámica de clase es tan precisa como idiosincrática: Archipelago despliega sus viñetas con calma y una precisión milimétrica en la composición de los planos y los diálogos. Una secuencia extraordinaria en un restaurante desierto dice más sobre los vínculos familiares y sus dilemas que decenas de ensayos sociológicos. Cuando la película fue estrenada hace una diez años en el Festival de Londres, Hogg declaró que conocía las Islas Sorlingas personalmente, “porque he pasado algunas vacaciones familiares allí. Pero nunca las había visitado en otoño. Nunca imaginé que todo podía ser tan desolador, los colores y el carácter del lugar cambian completamente. No hay muchos visitantes, así que todo es muy tranquilo y existe esa sensación desoladora que, desde luego, era ideal para la historia. Pero en términos de la naturaleza de estas vacaciones familiares, no hay nada que haya tomado directamente de mi experiencia”.

Unrelated 

2007

La ópera prima de Hogg, estrenada cuando la realizadora tenía 47 años, transcurren durante otras vacaciones familiares, pero en el marco veraniego y populoso de la Toscana. Anna (Kathryn Worth, en su debut en el cine) llega desde Londres a la casona italiana invitada por su amiga Verena, madre de dos hijos adolescentes. Resulta claro que Anna no está pasando por un buen momento y la posibilidad de una separación matrimonial no parece estar lejos de su horizonte. Entre negronis, baños nocturnos en la piscina y visitas al pueblo, la mujer –de unos cuarenta y algo de años– comienza a acercarse cada vez más al grupo de jóvenes veraneantes, en particular al rubio Oakley (Tom Hiddleston), el hijo mayor de Verena. Con algo del cine de Eric Rohmer en su primera porción, los conflictos y tensiones personales e intergeneracionales comienzan a aflorar en los amplios espacios de la villa y Hogg entrega su primera visión (siempre ácida, nunca cruel) sobre su propia clase social. “Los lugares son siempre un punto de partida en mis películas”, declaró en su momento Hogg. “Mi conexión personal con un lugar en particular puede verse en la historia. Para la audiencia, esto puede no ser evidente, pero es algo que me inspira en un nivel muy profundo. Mi primera película fue rodada en Italia y aún hoy tengo una relación duradera con ese viaje al sur de la Toscana, que no es tan conocida. Estuve allí por primera vez a los doce años y tomé la decisión de regresar y tener una relación con esa parte del país. Terminé conociéndolo muy bien y luego pude conocer a la gente del lugar. Me gusta incorporar a los films no sólo el lugar sino la gente de ese paisaje”.