“El mercado laboral está tan afectado en Suecia como en los otros nórdicos”. Informe del banco Swedbank

La pandemia del coronavirus trastocó la cotidianeidad mundial. Los gobiernos se enfrentan a desafíos impensados hace pocos meses atrás. En el plano sanitario, la mayoría de los países dictaron normas de confinamiento social bajo diferentes modalidades.

En el caso argentino, la Organización Mundial de la Salud (OMS) destacó que las medidas se adoptaron de “manera rápida, audaz y con firme decisión”. El eje central de esa estrategia fue la implementación de un ASPO (aislamiento social, preventivo y obligatorio) con altísimos niveles de acatamiento social.

El gobierno apostó a la concientización ciudadana, además de los controles, para sostener ese apoyo popular. El Presidente explotó su faceta docente para explicar el rumbo elegido y replicar a quienes presionan por un relajamiento de la cuarentena. 

En una de las conferencias de prensa, Alberto Fernández planteó que “cuando a mí me dicen que siga el ejemplo de Suecia, la verdad lo que veo es que Suecia, con 10 millones de habitantes, cuenta 3175 muertos por el virus. Es menos de la cuarta parte de lo que la Argentina tiene. Es decir que lo que me están proponiendo, es que de seguir el ejemplo de Suecia, tendríamos 13 mil muertos”.

La estrategia sueca fue diferente al resto de las naciones en tres aspectos principales

1. El gobierno sugirió medidas de distanciamiento social sin imponer un aislamiento obligatorio.

2. La actividad comercial (incluidas cafeterías, bares y restaurantes) continuó funcionando con relativa normalidad.

3. Los jardines de infantes y escuelas primarias permanecieron con sus puertas abiertas. 

Las autoridades dispusieron el cierre de fronteras, la suspensión de clases en escuelas secundarias y prohibieron las visitas en los geriátricos y los eventos/espectáculos que congreguen a más de cincuenta personas.

El periodista de Cenital Juan Elman apunta que “pese a los señalamientos externos, la confianza en la Agencia de Salud Pública ha aumentado un 73 por ciento desde la pandemia. El apoyo al gobierno creció un 23 por ciento en un solo mes. Anders Tegnell, el epidemiólogo que lidera la estrategia, se convirtió en un símbolo nacional: su cara aparece en tazas, remeras y hasta tatuajes”.

Esa experiencia es reivindicada por algunos sectores locales como un modelo a seguir para evitar el derrumbe de la economía. Sin embargo, la propia embajada sueca en la Argentina aclaró que “la decisión de mantener abiertos sectores de la sociedad está basada en consideraciones de salud pública en lugar de intereses económicos”.

La evaluación de la eficacia de esa estrategia, que persigue una “inmunidad de rebaño”, queda reservada a los especialistas sanitarios. Los números no lucen muy halagüeños. Al cierre de esta nota, Suecia acumula 4220 muertes, ubicándose en el octavo lugar del mundo con mayor cantidad de fallecimientos cada millón de habitantes.

Más allá de eso, esa política sanitaria no detuvo el derrumbe de la economía. Tampoco logró que esa caída fuera inferior a países vecinos que impusieron un aislamiento social obligatorio. Un parámetro comparativo puede ser Dinamarca que implementó una cuarentena estricta desde el 18 de marzo

En el trabajo titulado Pandemic, Shutdown and Consumer Spending: Lessons from Scandinavian Policy Responses to COVID-19, un grupo de investigadores de la Universidad de Copenhague concluye que la caída del consumo de suecos (-25 por ciento) y daneses (-29 por ciento) fue muy similar. El trabajo concluye que “la mayoría de la contracción económica es causada por la pandemia y ocurre independientemente de si los gobiernos exigen el distanciamiento social o no”.

Por su parte, la Comisión Europea estima que la economía dinamarquesa caerá un poco menos (-5,9 por ciento) que la sueca (-6,1 por ciento). El escenario puede ser aún peor según reconoció la ministra sueca de Finanzas. En una reciente entrevista con Bloomberg, Magdalena Anderson declaró que estiman una caída del 7,0 por ciento. A su vez, las autoridades proyectan un salto del desempleo del 6,8 (año 2019) al 13,5 por ciento. 

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