La historia oficial lo rescata a Manuel Arijón como aquel joven español de 16 años que empezó desde abajo, atendiendo dos almacenes en Rosario: de Luis Lamas, el primero, y de Rodríguez y Larreta, el segundo. Ambicioso, decide emprender un nuevo camino: vender arena para la construcción que se encontraba en grandes cantidades en la ribera del río Paraná. El siguiente rubro fue establecer una caballeriza en calle Aduana (hoy Maipú) entre San Lorenzo y Urquiza. Pero el gran salto lo da cuando estalla la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay. Lo contacta el comisionado del gobierno de Brasil. Quiere comprarle caballos para el ejército. Ni lerdo ni perezoso, Arijón compra campos para cultivar alfalfa e instalar una prensa de enfardar y crea una empresa dedicada a la exportación de forrajes a Brasil, alimentos para las caballadas.

En 1879, viaja a su pueblo natal de Caión a visitar a sus padres. Una enfermedad ósea que arrastra desde joven lo lleva obligadamente a la playa de las Salseiras. Con el agua del mar de su infancia se relaja, apela a tratamientos con algas, barros y sales marinas. En su estadía, le han contado de los baños curativos de Luchon.

--¿Dónde queda? --pregunta.

--En los Pirineos, fueron construidos por primera vez en la época del Imperio Romano. Son aguas medicinales que alivian los dolores. Muchos acuden por recreo. No creo que sea tu caso –-le cuenta un familiar.

Arijón no lo duda. Saca un pasaje a ese lugar de Francia para que traten su artrosis.

Cuando regresa a la Argentina, por sugerencia de su amigo Gregorio Machaín, presidente del Club Social Rosario, sitio de reunión obligada para las llamadas familias tradicionales, compra los campos “El Saladillo”.

Hace 140 años, Arijón se propuso fundar una tradición desde el sur: Pueblo Saladillo

Lo primero que hace es bañarse en las aguas del arroyo Saladillo. Experimenta una mejoría de su salud, los dolores físicos desaparecen en ese “río de agua pura y transparente, pero en exceso salada para que pueda ser bebida”, como escribió Charles Darwin cuando a bordo de la goleta Beagle atravesó el arroyo.

El Saladillo bien podría ser un río. También podría ser un riachuelo. Nace en Venado Tuerto y como parte de un conjunto de bajos inundables recoge el agua de lluvia y la conduce aguas abajo por medio de un cauce a lo largo de 145 km2 de extensión hasta su desembocadura en el río. Pero antes de morir en el Paraná se abre una cascada, aguas arriba, uno de los fenómenos más bellos de la naturaleza.

Arijón se convence de las propiedades curativas e higiénicas de esas aguas de sales y yodo y manda a construir un canal artificial para traer agua desde el brazo natural del curso hasta grandes piletones con compuertas. Presos de la flamante Cárcel de Encausados y Contraventores, munidos de picos y palas, trabajan a destajo, otros transportan la tierra con carros tirados por bueyes. El burgués gentilhombre proyecta una pileta revestida de cemento, habitáculos para baños de inmersión, camarotes con pisos de cemento, un selecto club para amantes del tiro al pichón y al blanco y un restaurante. El 1° de noviembre de 1885 inaugura “Los baños del Saladillo”. Lo anuncia como ¡el primer balneario de Latinoamérica con propiedades curativas!

Su obra se completa en 1886, cuando el ministro de Hacienda de la Nación, Victoriano de la Plaza, le otorga la concesión de un embarcadero para cargas y descargas sin obligación tributaria. Lo llamó "Puerto Plaza" en alusión al ministro de Julio Argentino Roca. Pero para el imaginario popular siempre fue “Muelle Arijón”. Desde la desembocadura del Saladillo en el Paraná, “La Corina” –su barco que bautizó con el nombre de su hija mayor- emprenderá varios viajes trasportando alfalfa y arena.

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¿Qué expone la actual bajante del arroyo Saladillo? El barco de Arijón. Durante tanto tiempo semihundido frente al frigorífico Swift, pero con su palo vertical a la vista de todos, soportó las grandes crecidas del arroyo. Hoy, el cuerpo de la Corina, su estructura, puede observarse completa donde quedó varado para siempre.

El portal digital "El Villagalvense" dio cuenta del fenómeno en su página en Facebook, con posteos de fotos de la vieja embarcación. Los comentarios de los vecinos son muy significativos. Aquí se reproducen algunos de ellos:

--¡Qué bueno sería rescatarlo como parte de la historia de Rosario!

--¡Qué histórico! ¡Que saquen toda la mugre del arroyo!

--Hay que reconstruirlo para hacer un monumento histórico.

--Hay que juntar a todos los vecinos, cortarlo todo, venderlo como chatarra y repartir mercadería para la gente.

--Las plomadas y anzuelos que dejé en ese barco…

--Que lo saquen pero los fantasmas no los dejarán dormir, está engualichado…

--Es parte de la historia, es preferible que dejen de contaminar el arroyo con mugre, bolsas, botellas…

--Mi hija me pregunta: ¿Mamá será que el barco hundido se puede ver completo?