Por estos días de aislamiento social, preventivo y obligatorio, la palabra “cuidado” cobró un nuevo protagonismo. En los medios de comunicación, todo el tiempo se habla de estas tareas: lavate las manos, limpiá tu hogar, cuidá a tu familia. Sin embargo, ninguna de estas actividades es exclusiva de una pandemia. Entonces, ¿por qué recién ahora hablamos de ellas?

Las tareas de cuidado son fundamentales para la sociedad. Aunque ocupan una gran parte del tiempo y recursos de una mayoría de mujeres, no son percibidas como un trabajo, mucho menos como parte de la economía. La feminización, invisibilización y desvalorización de estas actividades constituye un factor central en la generación de las desigualdades de género.

Desde hace mucho los feminismos exigimos incluir al cuidado en la agenda de políticas públicas. Hoy lo logramos: reconocer y redistribuir estas tareas es un objetivo central del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. En ese camino, ya emprendimos dos líneas de acción: la construcción de un Mapa Federal de Cuidados, para poner en valor las redes existentes; y la creación de la Mesa Interministerial de Políticas de Cuidado, de la que participan 11 ministerios y agencias del Estado, y desde dónde se está trabajando tranversalmente para expandir las políticas públicas en la materia.

Se dice que el coronavirus frenó la economía mundial, pero la economía del cuidado está más viva que nunca. Lo saben las miles de trabajadoras y trabajadores de la salud, las trabajadoras de los comedores en los barrios y muchísimas mujeres que hoy hacen teletrabajo y limpian mientras se ocupan también de sus niñas, niños y niñes. Por eso la pandemia, lejos de posponer este tema, lo puso de relieve, como pocas veces. Cuando se limita la circulación, el trabajo de cuidado necesita reorganizarse. Sin la intervención del Estado, eso puede llegar a transformarse en una crisis: muchas personas con necesidades sin atender, y muchas otras sobrecargadas por el trabajo en el hogar. En la Mesa Interministerial de Políticas de Cuidado trabajamos todo este tiempo para atender esta reorganización, considerando la diversidad de conformaciones familiares y las desigualdades socioeconómicas entre los hogares.

Desde la semana previa al aislamiento social, preventivo y obligatorio, lanzamos la campaña #CuarentenaconDerechos, para que las tareas de cuidado no recaigan sólo en las mujeres, promoviendo la corresponsabilidad en todos los tipos de hogar. A su vez, articulamos acciones con la AFIP y la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares, para la implementación de políticas específicas que garanticen el cumplimiento de los derechos de las trabajadoras del sector. Junto al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación trabajamos para acompañar las distintas situaciones de cuidado en contexto de aislamiento: garantizar la asistencia a personas mayores, regular los traslados de niños, niñas y niñes, y permitir que personas que están solas a su cargo pudieran ingresar con menores de 12 años a los comercios a realizar las compras.

Queda todavía muchísimo trabajo colectivo por delante para lograr una organización del cuidado más justa e igualitaria, en este contexto y en el después. Estas actividades, además, pueden tener un rol central en la reactivación económica post pandemia. Para eso, habrá que partir de entender que la oposición entre economía y salud es falsa en al menos dos sentidos. Por un lado, porque omite que entre una cosa y la otra hay un Estado que puede y debe distribuir los recursos. El Estado también cuida cuando otorga refuerzos a la AUH, jubilaciones y tarjeta alimentaria, o diseña programas como el IFE y el programa de ATP. Por el otro, porque el trabajo de cuidado aporta al mismo tiempo a las dos causas: pone a la economía en sintonía con la salud y con la vida.

* Directora Nacional de Políticas de Cuidado del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.