La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, estimó unos 37, 7 millones de desocupadxs en Latinoamérica, frente a la perspectiva de que se produzca la peor depresión económica en la región desde 1930. “Significa que tendremos casi 12 millones más de personas desempleadxs respecto de 2019”, dijo Bárcena en una videoconferencia junto con el director regional de la oficina para América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo, Vinicius Pinheiro, y señaló como urgente la creación de un Ingreso Básico de Emergencia (Ingreso Básico Universal-IBU, en la Argentina) para paliar necesidades básicas en el escenario de la pandemia. Pero sólo se refirió a “la vulnerabilidad de las mujeres” del sector informal.

Algunas voces feministas que vienen sosteniendo la discusión sobre el IBE se preguntan, precisamente, si los gobiernos sabrán aprovechar esta crisis sanitaria para repensar medidas económicas y sociales que mejoren las condiciones de vida de la población precarizada y en particular las de las mujeres y diversidades. “Creemos que es necesaria una mirada feminista atenta a las realidades materiales de las mujeres, a la desigualdad económica de género que esta crisis profundiza, a las consecuencias en nuestras vidas de la privatización de los cuidados durante meses”, plantean Carme Porta y Sarah Babiker, coautoras de Un horizonte feminista: la renta básica. “Y es bajo esta mirada que afirmamos que una renta básica universal, incondicional, suficiente e individual, es necesaria para apuntalar un camino feminista de salida a esta crisis.”