Mundialmente reconocido, y eterno resiliente frente a los embates de la economía, el teatro argentino atraviesa como nunca antes una situación dramática a causa de la pandemia. Suspendida desde la primera hora, y con fecha incierta de regreso, la actividad se encuentra en un estado de emergencia con salas que cierran y trabajadores sin ingresos. La maquinaria teatral paralizada, la aparición de un alter ego virtual que confirma su resiliencia, las respuestas de acción inmediata y los desafíos de cara al futuro son algunos de los múltiples debates que surgen. Y en este panorama, y en diálogo con Página/12, quienes dan vida a las historias que se ven sobre tablas comparten su visión.

“Quienes trabajamos en el campo del teatro independiente estamos acostumbrados a cierta rentabilidad discontinua, a diferencia de quienes trabajan en la parte más instalada del teatro, como los que administran las salas y trabajan como personal no artístico. Esa zona me angustia porque son puestos de trabajo que peligran por estar en propiedades que no pueden sostenerse”, comienza el reconocido dramaturgo y maestro del oficio Mauricio Kartun.

Mauricio Kartun (foto Guadalupe Lombardo)

“El sector está pasando un momento muy difícil, y creo que las instituciones estatales tienen que contemplarlo, y en cuanto puedan empezar a trabajar junto con nosotros”, aporta Mariano Tenconi Blanco, uno de los nombres más resonantes de la dramaturgia local de los últimos años. “El mundo está en jaque porque las cosas se vienen haciendo mal desde hace muchísimo tiempo. Y el arte ofrece la posibilidad de imaginar otros mundos, pero siempre está al costado, y mientras se siga considerando una actividad prescindible vamos a seguir careciendo de ideas para hacer del mundo un lugar mejor”, reflexiona.

Pero aun en esa adversidad, el arte resignificó ese rol asignado de “tarea no esencial” para convertirse en una herramienta contenedora y vital en el marco de una nueva rutina de aislamiento. “Hay una voluntad de pasar por encima del encierro, sin quebrar la cuarentena, y de comunicarse y sacar de todo esto una experiencia creativa”, señala al respecto Patricia Suárez, prolífica autora, que cerró el 2019 con el reconocimiento de haber sido la dramaturga más representada en el circuito off, con diecinueve puestas.

Patricia Suárez (foto Sandra Cartasso)

En medio de esa reinvención, el mal llamado para algunos “teatro online” sigue siendo uno de los factores que más discusión despierta. “Hay algo que tiene que ver con el cuerpo del actor, y con lo que pasa arriba del escenario, que no ocurre en la pantalla”, opina Suárez. “Es como pasa con las clases online, que son frías porque están atravesadas por la dificultad de la conectividad. No hay un ida y vuelta con el cuerpo y la expresión del otro y con lo que está vivo. Pero sirve durante la pandemia”.

En esa misma línea, Kartun apunta: “Todo lo que se haga en una pantalla está condicionado por el cerebro del espectador para ser disfrutado en el idioma del montaje por corte, que es el que utiliza la televisión de ficción y el cine. En una sala, vos bancás el punto de vista único porque eso se compensa con la hipótesis de que lo que se hace está sucediendo frente a tus ojos. Eso es lo espectacular. Esas personas que están allí saben la letra, y la recuerdan para vos que estás sentado ahí y que aceptás también la pobreza de sus convenciones que son ingenuas, casi de juego infantil. En cambio en la pantalla estamos acostumbrados a convenciones extremadamente más ricas, como las del cine. Por eso es tan pobre mirar teatro de forma online. No está mal, pero no es el hecho vivo, aunque si no hay otra cosa esta es la manera que tenemos para recordar al teatro”.

Tenconi Blanco, por su lado, propone otra dimensión, desde su propia experiencia de haber transmitido recientemente dos de sus últimas y exitosas obras como La vida extraordinaria, en el canal online del Teatro Cervantes, y Todo tendría sentido si no existiera la muerte, en la sala virtual de Timbre 4. “El teatro sigue siendo esa actividad maravillosa que es irrepetible, pero hay una necesidad de que siga existiendo y siga compartiéndose. Algunas personas que ven mis obras en video, me dicen que cuando se pueda las van a ver en vivo porque les gustaron mucho. Además, me parece que también esta es una buena forma de que los artistas tengamos un ingreso, porque en el caso de Timbre 4 está la posibilidad de hacer un aporte económico a través de una gorra virtual. Y en el caso del Cervantes, se acompaña a los artistas con un pago por la difusión del video”.

Mariano Tenconi Blanco (foto Rafael Yohai)

Pero la situación en el sector exige respuestas más allá del ingenio de los artistas o de las medidas confeccionadas al interior de la red teatral. “En estos tiempos tan complicados, todos los funcionarios de cultura deberían trabajar fuertemente utilizando la imaginación para encontrar opciones de cuidado a las y los artistas, y nuevos modos en los que podamos seguir produciendo contenidos, porque la gente lo demanda. El teatro argentino es motivo de orgullo y felicidad, entonces sería bueno que se trabaje para cuidarlo ahora, y no esperar a que todo esto pase”, sostiene el también director.

“Creo que el Instituto Nacional del Teatro, con el presupuesto que cuenta, está buscando la posibilidad de hacer una repartija justa entre aquellos que están mal. Pero, por ejemplo, no he visto una reacción profunda en Proteatro. Me parece que está quedado y que todos estamos esperando ver cuál es la medida que va a tomar en relación a una acción generosa. Al Teatro San Martín también lo veo demasiado quieto frente a la situación, y creo que debe tomar iniciativa. Pero veo muy bien cierta reacción del Teatro Cervantes que hizo algo muy inteligente en términos de gestión como mostrar las versiones virtuales de los espectáculos que allí se estrenaron, y pedirles a los artistas que hicieran un desmontaje de lo que fue ese proceso y pagar por eso. Estamos esperando creatividad y más medidas como esas por parte de las instituciones del teatro, porque estas son las cosas que uno luego va a recordar con especial respeto”, evalúa Kartun.

“Si la comunidad artística no se manifiesta, no es visible”, asegura Suárez, quien brinda información respecto de las medidas destinadas a proteger a quienes desempeñan un trabajo dramatúrgico. “Argentores ha tenido una actitud bastante contenedora y se puso a disposición de sus autores enseguida. Apenas empezó la cuarentena, todos los asociados podían pedir una suma de dinero a cuenta para estas semanas, y ahora, si se necesita, también se puede seguir pidiendo. Yo estoy súper conforme”, dice la también escritora de otros géneros literarios que, según explica, quedaron más desprotegidos en el contexto actual. “Los escritores de libros estamos a la intemperie. Ninguna institución -como la Unión de Escritoras y Escritores o la Sociedad Argentina de Escritores- consiguió ayuda para contenernos y estamos en un desamparo espantoso”.

Cuándo y de qué manera volverán a funcionar las salas, y cómo será el día después de la pandemia, son algunas de las inquietudes que circulan entre los teatreros. “Hay gente que quizá se anime a volver al teatro rápidamente cuando esto pase, como es mi caso, porque es algo que extraño mucho, pero supongo que en general la vuelta del público va a ser un poco lenta. Y respecto de lo estético, creo que nos falta un poco de distancia para pensar cómo nos modificó la experiencia”, afirma Tenconi Blanco, que cuando se normalicen las tareas repondrá en cartel sus dos obras ya emitidas por streaming, y retomará un proyecto que presentará junto con su Compañía Teatro Futuro en diferentes espacios del Complejo Teatral de Buenos Aires.

Suárez advierte que las artes escénicas no serán las mismas. “Los modos de ver teatro serán distintos, y creo que puede llegar a existir una especie de género literario de teatro para ser filmado, y quizá exista la figura de un dramaturgista que adapte el texto a la imagen, de forma similar a lo que en otro momento fue Alta comedia, que eran textos dramáticos armados para la televisión. Si alguien vive en el Chaco, está bueno que pueda ver, por ejemplo, lo que está produciendo Claudio Tolcachir en Buenos Aires”, piensa la autora, que espera reactivar proyectos artísticos suspendidos en Estados Unidos y Colombia.

“¿Qué haríamos hoy si no tuviéramos películas, televisión, teatro online o libros para leer? Detrás de todo eso, hay personas que escriben, interpretan, dirigen y que saben cómo encuadrar y filmar. Creo que todo esto tiene que visibilizar lo que significa para nosotros la cultura”, agrega.

En sintonía con su colega, Kartun observa que las transformaciones serán inevitables. “Van a cambiar las temáticas, porque los imaginarios se contaminan, y porque si no te llega el virus, te llega el miedo del virus, o el dolor de aquel que sí lo padece. Hay un montón de cambios de punto de vista, y cuando eso sucede cambian las expresiones artísticas. Y también van a cambiar ciertas formas de convivencia. Creo que nos va a costar un rato largo volver al mate compartido. Y de la misma manera nos va a costar el codo a codo en la butaca. Pero por el otro lado me parece que cuando una experiencia como esta te acerca a la muerte, logra violar la cuarta pared más hermética que solemos crear para aceptar la hipótesis de que la muerte no existe. Porque eso es lo que nos permite disfrutar cada cumpleaños (risas). Y creo que el teatro va a reflejar eso”, detalla el creador y director de Terrenal y La vis cómica, dos piezas que esperan volver pronto al escenario de Caras y Caretas.

“Yo confío mucho en que las próximas vacaciones van a ser una especie de sonora venganza del encierro para el teatro. Siempre recuerdo que investigando sobre el carnaval, vi un dato muy perturbador, y es que lo que se recuerda como el principio del ritual fue el acto de una población que habiendo vencido a la muerte salió disfrazada con calaveras para burlarse de ella. Por eso tengo la sensación de que este verano, si las cosas mejoran, vamos a tener una revancha”.

LA DRAMATURGIA EN EL MARCO DE LA PANDEMIA

La ocupación del dramaturgo, como el de todo escritor, es en esencia una tarea solitaria que se desarrolla casi naturalmente en estado de confinamiento. Eso no ha cambiado para Suárez, Tenconi Blanco y Kartun. Pero sí cambió el afuera, y eso, de modo ineludible, condiciona la inspiración y la escritura.

“Cuando empezó la pandemia, hablé con una escritora de novelas románticas que me dijo que no podía escribir porque el libro se le estaba llenando de encierro. Y yo no entendí lo que me dijo, pero después me di cuenta de que realmente es así. Porque es un contexto donde estás incómoda. Donde no podés ir a dar una vuelta si te bloqueaste. Y al estar con otras personas en la casa, es difícil buscar el espacio de concentración absoluta. Toda la sensación de asfixia que tenemos aparece en los textos. Y no sé si esa es la literatura o el teatro que quiero escribir. Veo que hoy se propone escribir textos sobre la pandemia, y me parece que, mientras no haya teatro, está bueno porque es algo catártico y significa ponerle un poco de humor a esta situación tan traumática que estamos viviendo. Pero a mí esa temática no me resulta inspiradora”, comenta Suárez, que el pasado 8 de marzo publicó Mitos y más mitos del orgasmo femenino -ensayo que puede leerse en la plataforma Leamos-, y que hoy ofrece clases virtuales sobre el teatro de Agatha Christie.

A cargo de la supervisión de un concurso de micro monólogos, realizado por Caras y Caretas, Kartun señala los riesgos de escribir acerca de una experiencia inmediata. “Cualquiera puede escribir ficción sobre lo que está pasando, pero estaría haciendo un mero costumbrismo. Los escritores trabajamos con el mito, que es una metáfora ampliada. Y para eso uno va al pasado y se queda con un pequeño recorte significante, pero para poder hacer ese recorte necesitás una distancia que te permite ver qué olvidar, qué sacar y qué de lo que queda expresa ese pasado. Como estamos en un presente todo es absolutamente pasajero. Por ejemplo, ya no hay videos enseñándote cómo lavarte las manos. Todo es tan fugaz, que es imposible mitificar, y si no mitificás no hacés una ficción profunda”.

Trascender la coyuntura, y sortear sus obstáculos, es precisamente lo que hace Tenconi Blanco, que actualmente trabaja en una obra ambientada en el siglo XIX. “Me cuesta vivir sin escribir”, define al tiempo que revela su método: “No me interesa mirar la realidad para escribir ficción, sino que me interesa escribir ficción para después poder repensar la realidad. Porque no me parece un camino fértil la idea de salir a escribir atrás del diario. Por el contrario, me resulta mucho más interesante tratar de pensar en la creación de nuevas formas. Lo que nos toca vivir definitivamente nos modifica, pero en mi caso trato de no volverlo tema”.