El director Frank Beauvais vivía aislado en un pueblo alsaciano de montaña, donde encontraba consuelo viendo películas de todas las épocas de forma continua y obsesiva: de Eastwood a Bonello, de Carpenter a Von Sternberg. En su ópera prima, el documental No creas que voy a gritar, el realizador elaboró un diario audiovisual editando algunas tomas de las películas que devoraba a razón de tres, cuatro o cinco por noche, y en ellas, relaciona su vida privada con diversos acontecimientos mundiales. Su grito de desesperación, su mensaje de náufrago, se muestra a través de esos filmes que deglute de forma compulsiva.

"¿Cómo se pueden transformar la angustia, el aislamiento social y las preocupaciones por el mundo en imágenes y palabras? Frank Beauvais lo logró en su debut cinematográfico y nos plantea una pregunta clave: ¿es el cine un modo de escapar de la realidad o una ventana abierta a una mejor comprensión?", plantea el sitio Mubi. 

El portal Cineuropa escribió sobre la película: "Hay algo realmente asombroso en la habilidad de Beauvais para elaborar una película tan personal en el sentido más amplio de la palabra. Una obra fascinante, la forma de expresión de un alma egoísta y en pleno sufrimiento".

"Beauvais, enfermo incurable de ese mal que conocemos como cinefilia, se alimenta de cine, se apropia de las películas y regurgita esta obra personal, única, emotiva y, sí, extenuante", describe el crítico Fernando Lima (Otros Cines).

No creas que voy a gritar, de Frank Beauvais, está disponible en la plataforma Mubi