Anoche, después de la cena en el hotel Crest, los jugadores de la selección nacional se reunieron en una breve pero emotiva ceremonia, según manda decir el protocolo, para recordar los cuatro años de la conquista de México. Hoy deberán confirmar que queda algo de aquella grandeza y jugar como todavía no lo hicieron en este Mundial, ante Yugoslavia, por los cuartos de final.

El resultado es lo de menos. Para Bilardo y su gente porque ya instalaron el discurso de que "estamos entre los ocho mejores" y si se pierde "este hombre puede volver a Buenos Aires con la cabeza bien alta después de ganarle a Brasil", como afirmó Julio Grondona en una charla de una de las tantas madrugadas romanas en las que el circuito obligatorio de la Via Véneto produjo el encuentro entre argentinos. Para nosotros, obtener resultados como el de Turín es de ciencia ficción. No habrá, seguro, otro equipo tan frágil espiritualmente para regalar un partido que debió llevarse por una goleada histórica. "Esto se parece a aquel partido que yo jugué contra Holanda en el Mundial del 74", decía el domingo pasado Quique Wolff, hoy periodista de El Cronista Comercial, en el palco de prensa del estadio piamontés. 

La de hoy, será una buena oportunidad para empezar a borrar un pasado nefasto pero, como sostuvo Maradona, "debemos mejorar pero no tenemos tiempo con sólo 90 minutos". Es cierto. Los cuatro años posteriores a ese título mexicano cierran hoy, exactamente, el período más negativo de cualquier selección nacional. Ahí están los números que tanto gustan a los que hacen del fútbol una cuestión económica de suma y resta para confirmarlo. Ahí están los 9 partidos sin goles. Ahí están las prolongadas ausencias de la selección en el país. Ahí están los jugadores que se "hicieron" en estos cuatro años, "incinerados" públicamente después de la humorada de Camerún en el San Siro.

Sabemos, esta crónica de anuncio del partido con Yugoslavia está más cerca de un balance final. Es que tampoco se puede aceptar que "hay que demostrar lo que se es en un Mundial, el resto es preparación" porque uno puede morir esclavo de las propias palabras. Si el juez sueco Friederiksson hubiera visto el manotón de Diego contra los soviéticos, si Brasil no fuera tan Brasil para ciertas cosas, el discurso se hubiera vuelto en contra con la velocidad de un boomerang lanzado con ferocidad. Pero la suerte jugó a favor y ahora "sólo vale un Mundial"; como "ya estamos entre los ocho", perder no significaría nada si se cae con dignidad. Y la crónica parece un balance porque el resultado de hoy no modificará en nada lo dicho y escrito todo este tiempo si ese resultado no es la consecuencia de una revolución interna que dé vuelta todo, que ponga de cabeza todo lo que se jugó hasta ahora, antes y durante del Mundial. ¿Se puede?

Yugoslavia pondrá una marca personal sobre Diego Maradona, la primera que soportará el capitán en el torneo. Argentina no está en condiciones físicas ideales para ir a buscar de entrada el partido y se mantienen las reservas sobre lo que puede ocurrir en un eventual alargue. El cotejo será a partir de las 17 hora local, con una temperatura que rondará los 35 grados sobre el césped y con sol a pleno en todo el campo hasta las siete de la tarde, según lo comprobamos en el reconocimiento del estadio que hizo ayer el equipo argentino. Bajo estas condiciones, Argentina debe borrar de un plumazo lo que hizo hasta ahora. El recuerdo de la Italia de Enzo Bearzot en España '82 pasa como un fantasma pero se advierte que este equipo, a diferencia de aquél, llega en inferioridad física a la misma instancia del hipotético despegue.

Bilardo confirmó a Goycochea; Simón, Ruggeri, Serrizuela; Basualdo, Olarticoechea, Giusti, Calderón; Burruchaga, Maradona, Caniggia, mientras que en el banco quedarán Cancelarich, Lorenzo, Batista, Troglio y Dezotti. Dos variantes respecto del encuentro con Brasil. Lo de los yugoslavos es una incógnita, más que de hombres, de posiciones tácticas.

No es aventurado pensar que Dragan "Pixie" Stojkovic, la estrella de los "Yughi" y nuevo hombre del Marsella, sufrirá el rigor de Ruggeri o Olarticoechea en los primeros minutos. Tampoco es imposible pensar que del otro lado, Katanec irá sobre el tobillo de Diego. Si es así, en el cambio de figuritas, Argentina pierde.

Yugoslavia no saldrá a buscar a Argentina. Va a esperar atrás, va a buscar los espacios para la zurda de Safet Susic y el cerebro de Stojkovic, mientras Pancev juntará a los dos stoppers de Bilardo. El campeón del mundo deberá cuidarse muy bien de los cambios de frente porque Jozic y los dos laterales se desenganchan sorpresivamente y cuando van, definen. No debe desesperarse por el toque rival en el medio porque rápidamente puede perder la calma y caer en la trampa eslava en la que cayó España. En ese partido, cuando corrió la pelota, los de Osim mantuvieron la posición; cuando corrieron ellos, la pelota siempre estaba en terreno riesgoso para Zubizarreta. Así terminaron, Yugoslavia demoliendo a España y España entregándose después a un inhumano despliegue físico sin fortuna para atacar. 

Argentina depende de Maradona, de que Burruchaga no regale más contraataques y tenga precisión en el toque corto y en el pase largo a Caniggia, que Caniggia no duerma la siesta como la primera media hora contra Brasil, que Basualdo se anime y vaya como hizo al final de aquel partido, que Giusti y Olarticoechea, más Ruggeri, empujen hacia adelante si la mano viene de poner pierna. Además, Argentina tiene dos elementos a favor. Los yugoslavos están hechos, no tienen nada que perder y admiten que "Maradona y los suyos son superiores". En términos normales esto significa entrar a jugar con ventaja ante un rival que se sabe menor en jerarquía, pero también, si Argentina juega media hora como la de Brasil o 90 minutos como los de Milán, los yugoslavos pueden ponerla contra el piso y hacer un desastre.

La otra gran ventaja es el arbitraje. Todos hablan de una semifinal Italia-Argentina. A los italianos no se les puede escapar el negocio -a la FIFA tampoco- de llegar a la final con Alemania después de superar al último campeón. Y la última, que también corre, es esa enorme fortuna que ha demostrado tener Bilardo en estas instancias.  

* Nota publicada en Página/12 durante el Mundial de Italia.