La historia de Rosalía parece sacada de una película de Disney, de esas en las que el personaje fracasa, lucha, vuelve y es millones. La escena inicial de esta película imaginaria muestra a Rosalía Vila Tobella, de San Esteban de Sasroviras, Barcelona, a sus quince años, increpando ofuscadísima al notable jurado del programa de talentos "Tú sí que vales" minutos antes de quedarse afuera del certamen. “¡No puedo hacer todo! He intentado interpretar, cantar y bailar. Me pidió fuerza, ¡pues aquí tiene fuerza!”, enfrentaba -infructuosamente- a los jueces, tras una olvidable performance que le valió la descalificación. Fast forward. Trece años después. La escena ahora describe el primer plano de La Rosalía, de entrecasa, sonriendo frente a su computadora. Al mismo tiempo, en diferentes latitudes, una docena de periodistas de países de Latinoamérica la escuchan responder sus preguntas. La conferencia por Zoom forma parte de las acciones de prensa en torno al reciente lanzamiento de su último single, “TKN”, en colaboración con el rapero norteamericano Travis Scott: “Una canción de reggaetón pero muy experimental. Sí, está inspirada en (el videojuego) Tekken. Pero, principalmente, en la imagen del clan, del entourage, de la familia, de la protección, de la fuerza que hay en los grupos”, adelanta la artista.

“A mí me han dicho que no mil veces”, recuerda durante la entrevista. Y, al parecer, decirle que no a Rosalía es como decirle “gallina” a Marty McFly. Después de su fallido paso por el show cazatalentos, lejos de darse por vencida, intensificó su entrenamiento musical en la Escuela Superior de Música de Cataluña, en la que estudió con el cantaor José Miguel Vizcaya, el “Chiqui de La Línea”. Luego, grabó su primer álbum, Los Ángeles, con Raül Refree en guitarra. Finalmente, se consagró mundialmente con El mal querer, disco conceptual producido junto a El Guincho, en el que tomó el flamenco tradicional y lo estiró, lo manipuló y lo moldeó hasta lograr una traducción perfectamente actualizada para los oídos más jóvenes, sin por ello hacerlo perder nada de su intensidad, fuego y urgencia sanguínea originales.

El primer corte del disco, “Malamente. Cap.1: Augurio”, se lanzó el 30 de mayo de 2018 y causó tal impacto internacional que ya no hubo manera de evitar prestarle atención al fenómeno que venía tras él. En el video, La Rosalía despliega todo el arsenal de recursos de lo que se convertiría luego en “su marca”: flamenco intervenido con ritmos urbanos, ropa deportiva de diseño, nail art sobre uñas xxxl, zapatillas de plataforma, coreografías desafiantes, irreverencia, arrogancia, feminidad, feminismo y una estética cuidada puntillosamente con una permanente referencia a la tradición, pero subvertida.

“Para mí era muy importante en El mal querer revisar la forma en que nos queremos, la forma en que nos relacionamos, la forma en que muchas veces damos por sentadas, normalizamos, maneras de tratarnos”, reflexiona la artista durante la conferencia virtual. El álbum está basado en Flamenca, una novela anónima del siglo XIII, y cuenta la historia de una pareja en la que el marido, enfermo de celos, decide encerrar a la mujer. A través de los capítulos/canciones, Rosalía va tomando la voz de uno y de la otra. El tema que cierra el disco “A ningún hombre. Cap.11: Poder”, si se permite el spoiler.

Rosalía creó alrededor de su figura y de su obra una particular mitología de mujeres bellas y fuertes. A partir de ese imaginario, se propone contribuir a la consolidación de un espacio real para las mujeres dentro de una industria en la que últimamente parecería estar operando cierto cambio pero donde, según su opinión, todavía falta mucho: “Me gustaría que hubiera más visibilidad. Desde bien al comienzo de mi carrera, me he visto rodeada de hombres. En el estudio o cuando iba a una reunión. Siempre hombres. Y yo decía ‘¡Qué difícil! ¡Qué raro! ¿Dónde hay una mujer ingeniera?, ¿una mujer productora?’. Yo quiero verme en el espejo con ese tipo de referentes. Las mujeres vamos teniendo más fuerza y presencia en la industria, pero definitivamente no es suficiente. Hay tantas mujeres que están haciendo cosas impresionantes y que sería importante que el mundo lo sepa. Hace falta una mayor conciencia por parte de todos. Por parte de los medios, de los músicos, visibilizar, hablar”.

Confinada desde que el mundo se puso en stop, la artista cuenta que durante la cuarentena, el proceso de creación de canciones no se detuvo, aunque se encontró, naturalmente, determinado por el aislamiento. En ese sentido, hace una diferencia con el desarrollo de la creatividad cuando se compone con otros y, aunque rescata las partes positivas de la composición individual, reconoce que le parece más enriquecedor trabajar con más personas: “Siempre es bueno poder dialogar. El proceso creativo acaba siendo más complejo si es un monólogo. Si puedes tener una conversación creativa, las cosas llegan a mejor puerto”. La catalana, que ya grabó con James Blake, J Balvin, C. Tangana y Ozuna, entre otros, es presa de un rapto de humildad cuando es consultada acerca de lo que tiene que tener un artista para que ella acceda a colaborar con él o ella: “¡Nada! Que le guste mi música y a mí me guste la suya. Y que fluya en el estudio”, responde tapando la incomodidad que le provoca la pregunta con la picardía que aporta su acento español.

La espera por el tercer álbum se sigue alargando, pero eso no significa que la inquieta Rosalía se haya mantenido en silencio todo este tiempo. De hecho, la colaboración con Travis Scott que aquí la convoca no es lo primero que muestra en este año tan particular. En enero lanzó el single “Juro Que”. Más adelante, participó como invitada de la artista venezolana Arca, que acaba de editar KiCk i, disco que incluye “KLK”, ft. Rosalía. Y en marzo, en pleno confinamiento, presentó otro sencillo, “Dolerme”, un track introspectivo y algo oscuro en el que intentó poner en música lo que sucedía a su alrededor: “La pandemia te hace replantear muchas cosas y lo que yo sentí cuando empezó todo esto fue que no podía sacar música por sacarla así nomás. Que tenía que tener que ver con el contexto que estaba viviendo. Y eso reafirmó algo que desde hace años venía sintiendo y es que lo que haces como artista tiene que estar conectado con lo que está pasando. No digo que te pongas la carga de hablar de cuestiones políticas porque te preocupa lo que políticamente está pasando. No es algo tan literal. Porque cada uno tiene un llamado diferente. Pero sí creo que si estás conectado con lo que ocurre a tu alrededor y con las cosas que te importan o te preocupan… si te remueve de verdad, sácalo pa’ fuera y que eso sea tu motor, el lugar del que tú bebas para luego dar”.