¿Una de tiros, persecuciones, policías corruptos y éticos, y autos que vuelan en las rutas para recomendar como en aquellas viejas tardes de "Sábados de Súper Acción"? 

Lino es un mecánico obsesivo que rehace su Renault Clio para robar una  una joyería. Su plan fracasa pero la policía (francesa) sabe que es  el mejor especialista del barrio. Lino va preso un par de días hasta que acepta un trato especial: preparar los vehículos oficiales para que puedan detener los transportes con drogas ocultas a lo largo de la carretera.

El nuevo trabajo de Lino -trabajar para la policía-  va a sufrir un cambio radical cuando su jefe bien intencionado es asesinado por un compañero oficial -el malo de la película-  que lo denunciará como el autor de la muerte del policía bueno.  Ahí arranca la gran carrera de Lino para demostrar su inocencia y encontrar la bala perdida (y el auto rojo, el real, de su jefe asesinado) ante una docena de policías y traficantes que sólo desean verlo muerto.

Es sorprendente, divertido y obviamente espectacular ver una peli de estas características con presupuestos -imagina el crítico principiante- que permiten maravillosas persecuciones de automóviles, privados y oficiales, y camiones que saltan literalmente por los aires en una ruta de campo o en pleno verano de una ciudad que da al mar (básicamente la mitad de la película, que es lo mejor tal vez del film).

Hay peleas masivas, dobles de cuerpo... Una jefa y una agente negra que respaldan al golpeado Lino y un final de fuego en la oficina policial.

Bala perdida. Disponible en Netflix.