“Como buena geminiana, me siento un ser adaptable”, dice Luciana Jury con tono místico. Pero, en el plano terrenal, la cantora y guitarrista bonaerense se convirtió en una experta en mutar de piel y afrontar los sacudones de la vida. En los últimos cinco años, le tocó afrontar experiencias intensas –íntimas y sociales- que pusieron a prueba su capacidad de adaptación. El resultado de todo ese movimiento personal es Abrazo, su cuarto disco solista, editado apenas comenzó la cuarentena. “Un disco feliz, luminoso”, dirá en varios momentos de la charla con Página/12. No llegó a presentarlo en el Teatro Xirgu, como estaba planeado, pero la artista “adaptará” este nuevo repertorio al formato digital, un escenario habitual por estos días. Este miércoles 8 a las 21, por su canal de YouTube (youtube.com/lucianajury) brindará un concierto a la gorra desde su “rancho” de Tortuguitas. “Desde este tercer cordón del Conurbano y para el mundo nos abrigo y nos convido de este abrazo para acompañarnos entre todes”, invita.

Abrazo es una síntesis de dos procesos que la atravesaron en los últimos años: el avance de la derecha en Latinoamérica y la revolución del feminismo. “Todo eso me hizo empezar a mirar, porque la derecha se extendió en toda la región y a la vez también el feminismo, la marea verde”, cuenta. “Yo voy a ciegas, las canciones me aparecen casi mágicamente”, dice sobre la elección del repertorio, que abraza tanto al venezolano Simón Díaz como a la joven chilena Camila Vaccaro. “Aparecieron estas canciones y las fui uniendo con la historia de estos últimos años, les fui encontrando un sentido. Sentía que se me derrumbaba la idea desde lo político de la Patria Grande y quise abrazarme a eso desde la música latinoamericana. Mi intuición me mantiene alerta sobre lo que está sucediendo”, confía Jury, hija del escritor y director de cine Zuhair Jury, y sobrina de Leonardo Favio.

Su voz, visceral y potente, es tal vez su rasgo principal. Pero en este disco suena menos desgarrada. Y hay una explicación. Pero antes cuenta que en los cuatro años de crisis macrista recorrió con su guitarra distintos centros culturales del país. “La mayoría de estos lugares gestionados por amigos y amigas resistieron estos años en casas, en locales chiquitos”, precisa. “También me puse el objetivo de salir a tocar sola con la guitarra. Primero por una cuestión de logística y segundo por una necesidad de pensarme a mí como esa mina que también genera autosuficiencia. Y a partir de ahí empecé a empoderarme en esta imagen de la música que canta, toca y sostiene”, enfatiza y recuerda a mujeres intérpretes que también tocaban y cantaban, como Suma Paz o Carmen Guzmán. En el disco, grabó todas las bases con el cuatro, el bichito cordobés y la guitarra. “No soy una atleta de la voz, lo que soy cantando es lo que voy viviendo”, dice.

-En la interpretación vocal, hay menos desborde, menos “desmesura” que en los discos anteriores. ¿A qué se debe?

-Siento que en este disco no le pido demasiado al que escucha. Vos podés estar limpiando tu casa y lo dejás sonar porque no es que te pido demasiada atención. Y tampoco es un disco que te deje con tensión. Un ejemplo extremo es el disco con Gabo Ferro (El veneno de los milagros, 2014), que es para escucharlo en un estado, en general, de soledad… porque vas a llorar seguro. O En desmesura (2013), que es un disco en donde yo atravesé situaciones de profunda tristeza, y aparece ésa angustia y ése estallido de dolor en cada una de las canciones. En cambio, este es un disco feliz. Es un disco en donde yo intento dejar una marca porque sentía que estábamos comenzando una noche negra, pero justamente por eso busqué un punto de luz. Entonces, es un disco luminoso, no te deja atravesado.

De este modo, el disco abre con “Luz de luna”, una canción del mexicano Álvaro Carrillo popularizada por Chavela Vargas y sigue con el taquirari “Noches de carnaval”, del Chango Rodríguez, un autor recurrente en su obra. “Aparece en casi toda mi discografía. Es por una cuestión estética, me gusta su manera de tocar y hasta su forma de cantar”, dice. De hecho, grabó acá dos más del autor cordobés: la chaya “La flor del jazmín” y la chacarera “Una luna y un ranchito”. Además, resignifica en clave feminista el joropo anónimo “El gavilán” y recupera la cueca “La caraqueña” (Nilo Soruco Arancibia), cantada en Bolivia en tiempos de dictadura. Entre la cueca popular “Mi Juana” -rebautizada “La Juana”- o la canción “Frente al espejo” de Isabel Parra, todas con más de 50 años de existencia, aparece en el repertorio “Si cruzas por mi camino”, de la joven cantautora chilena Camila Vaccaro.

-¿Cómo conociste esta cueca de Vaccaro?

-A través de Sofía Viola. Ella me abrió una puerta hacia gente muy hermosa. Con Camila hicimos una amistad y elegí esa porque sentía que me representaba también a mí. Estos últimos cuatro años para mí estuvieron atravesados por un salir del closet, entré en el mundo del lesbianismo declarado y esta es una canción de una mujer para otra mujer. Es una cueca lesbiana. Le di curso a mi deseo. Afronté esta situación con valentía y la empecé a disfrutar. Me tocó en este tiempo histórico, no sé por qué. Entonces, esta canción es una forma de nombrarme. Como buena artista, el tema de las etiquetas siempre es un encorsetamiento, porque yo hoy estoy transitando una relación con una mujer, pero toda mi vida he tenido relaciones con hombres. No me quiero cerrar a una sola cosa. Salir a la calle de la mano con mi pareja es un gesto político y de lucha. Es necesario en este tiempo nombrarse, estoy atravesando esto y quiero vivirlo con libertad.

-También compartís mucho con Susy Shock, con quien tienen un dúo. Fue un aprendizaje, ¿no?

-Sigue siendo un aprendizaje. Conocí a Susy hace como dos años y descubrí cómo es el mundo de una trava sudaca, artista y autogestiva. Empecé a conocer cuáles eran los conflictos que atravesada una persona trans. A conocer una dinámica de relación afectiva con el otre que también va por fuera de las convenciones de la monogamia. Es un montón de data para mí, que soy una mujer de 46 años con una historia familiar y de vida de corte tradicional. El sistema te avala para seguir el curso de una relación heterosexual. Hay muchas cosas para desarmar en el mundo heteropatriarcal, porque nos ha hecho mucho daño. Un ser humano no es solamente de una forma, es de un montón de formas, pero el sistema no te permite ser libre.

-¿Y la música es un lugar ideal para desarmar estas cuestiones?

-Absolutamente. La música en todo momento de la vida me ha sostenido. En momentos de dudas, conflictos, pérdidas afectivas; siempre la música me ha salvado. Por eso, siento que nunca voy a dejar de hacer música o estar vinculada a este mundo.