Querida Florence:

Se me hizo costumbre esto de escribirte. Es la tercera carta que te envío. Las excusas anteriores fueron tu cumpleaños número 200 , y la tan actual cuestión del cuidado . Ahora la sigo, contándote otros temas que me gustaría conversar con vos. 

Hablemos de los estereotipos en torno a la sexualidad de las mujeres en nuestra cultura patriarcal: la santa o la puta. Los dos discursos atraviesan nuestra profesión, de un lado de la moneda si se nos quiere dar un cumplido somos seres etéreos y alados sin sexo, del otro lado de la moneda la maquinaria pornográfica erotiza, empaqueta y vende un estereotipo “caliente” (que deberíamos haber registrado para al menos reclamar regalías). Posiblemente no me debes estar pudiendo seguir, en tu época el prejuicio era que el trabajo de las mujeres fuera del hogar era para “gente pobre”. En la (vieja) actualidad prima un: “Las enfermeras son todas putas y los enfermeros son todos putos”. Lo primero lo viví de cerca Florence cuando a una amiga el padre le negó rotundamente estudiar enfermería alegando esos cargos. La segunda parte también, y en mi caso no se equivocan. 

Los varones heterosexuales no se salvan porque les cabe la sospecha (de putez), existe en algunos de ellos una exacerbación de algunos rasgos masculinos que a veces me pregunto si no son una forma de “compensar” lo que sienten que pierden por hacer un trabajo “femenino”. Puto, si bien no es esa mi identidad (me es cercana), entiendo como dice Marlene Wayar que para el machismo somos todxs putos, “no hay sutilezas”. Si perciben una transgresión a la norma de la matriz sexo-genérica: un cuerpo asignado como varón que no responde a la masculinidad y al régimen heterosexual, sos puto y esa “transgresión” se paga con sangre. Te debe resultar algo confuso todo esto, pero no te asustes, sabes de lo que hablo, has vivido en carne propia distintas opresiones y violencias por el hecho de ser mujer (en una cultura en donde el poder lo tienen los varones y lo masculino), de diferente forma yo atravesé lo mismo por ser femenino, las rubricas son distintas pero, compañera Florence, vienen de un mismo sitio. El movimiento feminista pisa fuerte las calles del mundo, los 8 de marzo existe una huelga internacional feminista, ¿te lo podrías haber imaginado? ¿Te gustaría que algún día marchemos juntas?

Volviendo a vos, la "investigación” de tus afectos y amistades me hicieron sentirte más cercana. Los personajes heroicos siempre se narran en soledad, y quedan ausentes esos otros nombres (accesorios) que lxs acompañaron. Suelen faltar en la Historia las redes afectivas (sospecho que es una forma de coartar lo colectivo). ¿Hubieras llegado a ser enfermera si frente a los obstáculos no te hubieses encontrado con las palabras de apoyo de Samuel Gridley Howe? ¿Podrías haber hecho todo lo que hiciste sin la amistad de Mary Clark? Para cerrar el tema de tu soledad, que para el resto fue un status de soltera (en espera) o de una vida sexoafectiva clandestina, siempre expresaste que no tenías necesidad de estar en una relación, querías dedicarle todo tu tiempo y energía a lo que te apasionaba. ¿Por qué nos cuesta tanto entender que no todas las personas necesitan estar en pareja y que la sexualidad no siempre se debe tramitar genitalmente con otros cuerpos?

Volviste a aparecer cuando leí un libro de Beatriz Morrone, “Soltando Amarras: Claves para comprender la historia pendiente de la enfermería argentina”, en donde recupera (entre muchas otras cosas) dos instancias muy importantes de nuestra historia: la situación de lxs enfermerxs durante la dictadura cívico-militar y la guerra de Malvinas. Ahí encontré un dato de vital importancia sobre las dos fechas en las que se festeja el día de la enfermería. Por un lado está la fecha nacional, el 21 de noviembre: porque allá por 1957, la Asociación Católica de enfermeras lograba gestionar en el Ministerio de Salud de la Nación, con el apoyo del gobierno de facto, que se instaurara esa celebración en homenaje a la que sería nuestra Virgen, la de los Remedios (la Virgen de la colonización). Por otro lado está el 12 de mayo, a nivel internacional, por tu natalicio. Creo que no tengo que explayarme diciendo lo mucho que te quise y abracé tu historia.

Te cuento un poco algunos chismes de nuestra situación dentro de los equipos de salud, pero prométeme que no los vas a divulgar. Hay compañerxs de otras profesiones que nos reconocen como pares (son pocxs), la mayoría demanda que respondamos al estereotipo servil, o se sorprenden cuando se quiebran sus prejuicios al conocernos “de cerca”. Si bien por lo alto reconocen nuestra labor, por lo bajo se zurraran quejas frente a nuestra ¿altanería? Y es que a veces podemos llegar a ser un poco jodidxs; oficiamos en las instituciones de algo así como de “amas de casa”, la sensación de falta de poder la compensamos con un vasto sentido del humor e impartiendo el orden, haciéndole sentir al resto (y a nosotrxs) que somos, lxs dueñxs del boliche, quienes llevamos la “sartén por el mango”. Existen también tensiones, cuando sienten que en una performance de lo transdisciplinar le estamos robando parte de su saber. Allí donde las especialidades fijan la lente y suelen ver un árbol, enfermería abre el suyo, y aun con sus recortes, tiene una mirada global e integral que le permite ver un bosque.

Otra vez, de la nada, volviste a aparecer, esta vez de la mano de Néstor Perlongher. Estaba escuchando el poemario de “Austria-Hungría” y en el que se titula “Crimea” te descubrí y dije ¡esa que nombra es la Florence que yo conozco! El encuentro (que para mí fue algo así como cruzarte por la calle) me sirvió de estímulo para retomar tu trabajo durante la guerra. Me topé con un texto que me resultó de sumo provecho. Un artículo en la revista “Perspectivas” de la UNESCO. Sé que sos una catalogadora muy obsesiva así que voy a darte bien las coordenadas por si dónde estás tenés acceso a wifi: el título es tu nombre, es de 1998 y lo escribió un tal Alex Attewell, quien fue director de tu museo. Ahí cuenta que desde chica habías tenido una gran curiosidad por ampliar tu instrucción pero tu destino familiar era ser esposa/madre, fueron muchos los obstáculos que tuviste que sortear para poder formarte, y que luego, te permitieran trabajar. ¿Pensaste en algún momento, para acceder al conocimiento, en hacerte monja como Sor Juana Inés de la Cruz? Algo religioso hubo, porque dijiste que recibiste un llamado divino que te decía que lo tuyo iba por el lado del cuidado y la educación. Luego de muchos “viajes culturales”, en que fuiste absorbiendo información cual esponja, como buena taurina terca, persististe ante las negativas familiares que insistían con el casorio, y lo lograste. 

Y tus logros forman ya parte de nuestra historia, una historia que siempre me apasiona revisar, desentrañar y también cuestionar. Hasta la próxima, mi querida Florence.