El cineasta Darío Arcella tiene una relación de cercanía de más de 25 años con la comunidad Yshir, un pueblo originario que habita en el Chaco Paraguayo. Producto de ese conocimiento, realizó el documental Nuestro Mundo-Anuhu Yrmo, que se estrenará el jueves 16 a las 22 por la señal Construir TV y estará disponible del 17 al 22 de julio en Octubre TV, la plataforma del grupo Octubre. El documental combina análisis de especialistas con imágenes que muestran cómo los Yshir pelean contra el capitalismo salvaje por mantener su cultura, sus costumbres y su idioma que heredaron de sus ancestros. Entre la destrucción de los ecosistemas por la agroindustria y los esquemas de conservación del medioambiente promovido por las agencias internacionales y los gobiernos, el mundo Yshir defiende su existencia.

El film contiene imágenes de alto impacto sobre un operativo policial contra los pobladores del Chaco boreal Paraguayo (de 19995, supuestamente en defensa del medio ambiente). Arcella busca desentrañar qué hay detrás de las políticas de conservación, elaboradas desde los distintos centros de poder para ser aplicadas en los grandes ecosistemas del mundo. También se pregunta el trasfondo de las grandes ONG y su interés por la conservación de la biodiversidad. Y deja un interrogante que no tiene respuesta: ¿biodiversidad para quiénes?

La película nació de una investigación antropológica del doctor Mario Blaser, que terminó siendo el coguionista del documental junto a Arcella. "Es una adaptación de la investigación. La investigación se basa en lo que significa la criminalización de los medios de vida ancestrales", señala Arcella. Esa es la idea central del documental. "Los Yshir son un pueblo que tiene un contacto fluido con los blancos a partir de 1988. Previamente, era bastante poco ese contacto con la economía del blanco, el capitalismo. De una relación de equilibrio dinámico con la naturaleza pasaron a una economía extractivista. Entonces, los Yshir entraron en otro ritmo económico. A su vez, se van reduciendo los territorios", explica el director.

El segundo paso "son las ONG con el proteccionismo, siempre decidido por afuera de las comunidades, a quienes nunca se las consulta", cuestiona Arcella sobre la falta de consideración con este pueblo que vivió durante más de 15 mil años cazando y pescando carpinchos y yacarés y, de un día para el otro, vio prohibida la caza y se le acotó la pesca a 300 metros de costa. "Entonces, comenzó una persecución policial. Y esa persecución policial quedó a cargo de la Policía Forestal Brasileña", subraya el director del film.

-¿Cómo fue el trabajo de adaptación de la investigación al formato cinematográfico?

-Todo esto había que bajarlo a tierra. Mario Blaser tiene un trabajo muy profundo con la comunidad Yshir. Yo también: desde 1994 trabajo en esta comunidad. Me enteré en aquellos años de 30 desaparecidos a manos de la Policía Forestal Brasileña, que actúa sobre territorio paraguayo. En ese momento, los mataban y los tiraban al río para que se los comieran los yacarés y las pirañas. Frente a eso, surgió la necesidad de la comunidad de hacer la denuncia. Y conjugó que estaba yo en el lugar exacto y en el momento justo como para hacer esta película. Con Mario y su investigación confluimos todos: tanto el interés de la Unión de Comunidades Indígenas de la Nación Yshir (Uciny), que son coproductores de la película, el grupo Documenta y el interés de Mario de adaptar esto.

-¿Cómo definiría la explotación del hombre por el hombre en estas tierras?

-Es feroz, en términos de esclavitud y de abandono, porque se trata de comunidades a las cuales se les llevan toda una serie de proyectos hechos en oficinas, con muy buena intención, porque es gente que actúa con muy buena intención llevando proyectos productivos de apicultura o farmacológicos. Pero al no ser consultados los pueblos, al no hacerlos parte de los proyectos, esos proyectos quedan en un dinero que llega a través de una ONG, llega menos de una cuarta parte a la comunidad y se termina disolviendo el proyecto. He visto las cajas de apicultura abandonadas. Nadie continúa el proyecto porque no tiene inserción real. La gente no está pidiendo eso, no se le consulta qué hacer. Ideas tienen. Y muchas.

-¿El problema de fondo es la relación de desequilibrio que se genera entre el hombre y la naturaleza?

-Es básicamente la explotación capitalista: el extractivimo hasta el final. Por ejemplo, "Liquidemos los suelos con todos los venenos que tengamos a mano para que la tierra dé, dé y dé, hasta que la tierra deja de dar y se transforma en un polvillo". Esa idea de extractivismo es la que nos está llevando a la situación ambiental en las que nos encontramos hoy.

-¿Qué impacto tuvieron en la biodiversidad el auge de los alimentos transgénicos?

-Esa respuesta no la puedo dar. Lo que sí puedo decir con respecto a la película es que hoy se encuentra glifosato en un territorio que queda a unos 900 kilómetros de Asunción, que está en medio de la selva o el Bosque Chaqueño Paraguayo, para ser más exactos. Se han encontrado restos de glifosato. Obviamente, la frontera agrícola avanzó sin ningún tipo de límite. El problema básico es la tenencia de la tierra. Hay una ley por la que en Brasil no pueden hacer quemazones. Las quemazones son grandes prendidas de fuego de territorio de selva virgen. Como no las pueden hacer en Brasil, los brasileños compraron en Paraguay, que tiene leyes más laxas, y lo hacen en Paraguay. Y el nivel de deforestación es tremendo.

-¿Entonces, está en peligro la autosustentabilidad del pueblo Yshir?

-Absolutamente en peligro. Pero puedo asegurar que son un pueblo con un alto nivel de organización, con lo cual no se los van a sacar de encima tan fácilmente. La Unión de Comunidades Indígenas de la Nación Yshir es una organización que surgió a mediados de los '90, en virtud de la pérdida de territorio. Y hoy han logrado recuperar algunas partes de su territorio, ínfimas, pero eso habla de que hay un espíritu de supervivencia muy fuerte en este pueblo. Por eso digo que hay que consultar a los pueblos cuando se hacen planes de ayuda que se elaboran en oficinas por cuatro o cinco y que después los bajan. Ahí está el motivo por el que muchas veces fracasan esos planes. Es dinero tirado a la calle, en vez de ir con las comunidades, trabajar con ellas, ver qué necesidades reales hay.