Desde hace años Salvador Sanz se forjó un nombre como autor de historietas sobrenaturales y elementos de horror. Relatos que, además, suelen transcurrir en los límites de las geografías reconocibles. Su última producción, Mega, para la plataforma digital StoneBot (http://www.stonebotcomics.com/serie/mega/) no sólo retoma y consolida ese camino estilístico, también incorpora con facilidad la influencia del cine japonés de kaijus (monstruos gigantes, a lo Godzilla) y consolida su proyección internacional: si ya fue publicado en Brasil, España e Italia, este también es su segundo paso dentro del mercado norteamericano después de la publicación de Angela della morte en coedición entre Stone Bot y la estadounidense Red Five Comics. “Por ahora Mega está en digital y saldrá en papel cuando la pandemia lo permita”, cuenta el historietista a Página/12.

StoneBot, cuenta Sanz, es un proyecto paralelo de Matías Trimarchi, responsable de OvniPress. Pero si con este sello Trimarchi gestiona licencias de superhéroes para publicar en la Argentina, con el portal hace la apuesta inversa: hacer pie en EE.UU. con autores nacionales. Hasta ahora a ese mercado ya llegaron Angela della morte y Machine Girl (de Matts, Monjes y Bunge). Además, Sanz lleva años de trabajo conjunto con OvniPress, que recopiló todas sus novelas gráficas publicadas durante años en la Fierro.

Mega parece unir todas mis obsesiones, como el ambiente sobrenatural en un espacio familiar”, reconoce Sanz. “Esta obra converge hacia el horror sobrenatural, pero tiene un elemento muy fuerte que es el subgénero de cine japonés de los kaijus”, cuenta. “Es un subgénero muy extraño que me tiene fascinado, donde los personajes más importantes son estas criaturas gigantes que no hablan, no se sabe cuán inteligentes son, parecen bestiales, son muy poderosas, y ven a los humanos como hormigas”, cuenta. “Siempre tienen subtramas de humanos y la verdad que a nadie le interesan, el foco de la historia son las criaturas y quería construir algo desde ese lugar, pensé en tratar de hacer una historia y generar una identidad o empatía con el lector”.

Pese a la idea inicial, finalmente el relato fue en otra dirección. “Cuando me encontré con estas criaturas las sentí tan grandes y distintas que en luar de traerlas a lo terrenal, me fui para otro lado”, reflexiona. “Hay mil maneras para acercarnos a ellas, como el humor, pero al final no hablan y las imágenes que intentan representar sus pensamientos son bastante abstractas”, explica el dibujante. “No creo que el lector empatice a nivel humano con estas criaturas, sí a nivel de admiración o belleza, porque traté de mostrarlos misteriosos, un poco siniestros pero también elegantes, y la adoración, tal como un hombre puede adorar a una divinidad, majestuosamente gigantes y bellos”. Además, dice que para lograr reflejar que son criaturas de otro mundo “hace falta ambigüedad, no saber si expresan bondad o maldad”. El contraste con los humanos de la historia (una familia y un “vilano” del que apenas se ven las manos) es notable. “En estas historias siempre hay un súper científico, un militar, o un político, siempre alguien súper poderoso para ponerse a la altura del monstruo, ¡acá no! Son personajes que influencian la historia, pero sin ningún elemento fantástico”. La niña, principal figura entre los humanos, es hija de padres separados y, quizás por eso, nadie presta atención a sus advertencias sobre el mal que se acerca desde el pasado remoto. “Pero los despojé de heroísmo, quería reacciones reales y por eso la principal emoción que tienen es el miedo”.

Sanz ya había incursionado en los paisajes cercanos. En El esqueleto, por ejemplo, la imagen más icónica de ese mundo mostraba a los personajes saliendo de una boca de subte indisimulablemente porteña. En Nocturno la acción se trasladaba al sur del Atlántico nacional. En Mega la acción se monta entre Buenos Aires, donde residen los humanos, y Montevideo, donde batallan los monstruos. En el medio, un Río de la Plata que promete convertirse en un hervidero. “Quería que fuera una historia urbana porque estos monstruos interactúan muy bien con la arquitectura, los hace más impactantes, y elegí Montevideo porque quería que fuera cercano pero que los personajes fueran testigos indirectos de lo que pasaba, que se enteraran por la televisión. Al cruzar el Río de la Plata se convierte en una amenaza latente”, propone.

Además, señala similitudes arquitectónicas entre ambas ciudades. “Montevideo tiene este edificio alucinante, el Palacio Salvo, que es el hermano del Barolo de Buenos Aires, los hizo el mismo arquitecto, aunque el Salvo está más despojado y no lo rodean alrededor tantos edificios”, explica. “Una de las primeras imágenes que se me vino a la cabeza fue una de estas criaturas, que terminó siendo la Salamandra, sobre el Palacio Salvo, con una arquitectura humana que le sirve de trono”.