El primer cuento de Julio Cortázar que leyó el director Manuel Antín fue “Cartas de mamá”, del libro Las armas secretas. El realizador de 94 años recuerda que era un libro que había encontrado en la biblioteca de un amigo. “En esa época, Cortázar no era un escritor difundido. Lo leí, me gustó. Yo quería ser escritor y pensé: ¿Cómo puedo plagiarlo? Y era más real hacer una película y por eso hice cine”, dice ahora Antín, con la humildad de los grandes. Tanto le gustó al legendario cineasta la obra de Cortázar que adaptó otros cuentos al cine: además de “Cartas de mamá” (el film se llamó La cifra impar), Antín también realizó Circe (adaptación del cuento homónimo) e Intimidad de los parques (fusión de los cuentos “El ídolo de las cícladas” y “Continuidad de los parques”). Pero además de una relación profesional, el fundador de la Universidad del Cine y el autor de Rayuela construyeron una gran amistad que duró varias décadas. La cineasta Cinthia Rajschmir (ver nota abajo) expone esa amistad y ese trabajo en conjunto en Cortázar & Antín. Cartas iluminadas, documental que podrá verse este sábado 25 de julio a las 18 por la señal Cine.ar TV, con repeticiones el domingo 26 a las 6 y a las 12 por el mismo canal.

Con un notable material de archivo que incluye las cartas sonoras y escritas de Cortázar, el film se sitúa en los intensos años 60, cuando el joven Antín conoció a Cortázar. El film recorre las tres películas basadas en cuentos del autor de Bestiario, y reconstruye cómo a un océano de distancia, escribieron juntos el guión de Circe. Las cartas de Cortázar revelan una tensión entre el escritor que avanza sobre el espacio del director y el director que intenta eludir el sinuoso vínculo entre literatura y cine, mientras fuerzas ocultas en los cuentos encarnadas en personajes que pasaron a la pantalla, gravitan peligrosa y misteriosamente. El film se completa con testimonios de Graciela Borges y Dora Baret -entre otros que brindan su testimonio-, protagonistas de Circe e Intimidad de los parques, respectivamente.

Durante el rodaje de La cifra impar -que se filmó en París-, Cortázar fue a ver a Antín al set de filmación. “A partir de ahí, nos empezamos a cartear e hicimos un largo tiraje de correspondencia. Después, él vino a Buenos Aires y vio la película. Estábamos solos en el laboratorio Alex, más precisamente en el microcine del laboratorio. Hay una escena en la que la madre sube la escalera y el personaje de Lautaro Murúa le dice: ‘Mamá, Laura es como vos’. Y ahí, Cortázar me dio una palmada en el hombro y me dijo: ‘Pibe, entendí mi cuento’. Desde entonces, nos escribimos permanentemente. Filmé otras dos películas con cuentos de él e hicimos una enorme amistad”, recuerda Antín, más de cincuenta años después de aquella anécdota.

-A partir de una relación epistolar pensaron el guion de Circe. ¿Cómo fue ese cruce de ideas entre un escritor y un director de cine?

-En realidad, en esa época Cortázar era un escritor prácticamente desconocido y un director de cine tenía mucho más cartel, digamos. Por lo tanto, en todas las discusiones, en general predominaba yo, por esa relación que él aceptaba, por otra parte.

-¿Nunca tuvieron un entredicho?

-Nunca, la verdad es que siempre hemos coincidido. En alguna oportunidad, yo le dije: "Me gustaría ser un escritor como vos". Y él me dijo: "Me gustaría ser un director de cine como vos". A partir de eso, nunca tuvimos un entredicho. Todo lo contrario.

-¿Cómo logró que perduraran audios donde Cortázar la daba su mirada?

-Bueno, simplemente de casualidad. Las cosas no se conservan a partir de la hora 0 y con el tiempo se encuentran. Eso fue lo que me pasó y empecé a difundirlas.

-¿Alguna indicación de Cortázar la sintió como la aguda mirada de un crítico cinematográfico?

-Sí, pero por ejemplo, una de las pocas objeciones que él me hizo fue que yo filmé Intimidad de los parques en el Machu Picchu, cuando él decía que el cuento transcurría en las islas de Grecia. Yo le dije: "Mirá, Julio, yo me fui a París a filmar una película. Si me voy a Grecia, me van a echar de la Argentina" (risas). Y él lo entendió, pero nunca le gustó la película y a mí tampoco porque, además, se perdió gran parte del material con el cambio del negativo que estaba sin revelar. Cuando llegué a Buenos Aires, me encontré con un 30 por ciento del material que estaba lleno de estática y no se podía usar.

-¿Por qué eligió esos cuatro cuentos para las tres películas inspiradas en obras de Cortázar? ¿Eran los que a usted más le gustaban o por alguna razón los veía cinematográficos de por sí?

-No, era lo que yo hubiera querido escribir. Son los cuentos que a mí me hubiera gustado escribir. Y como él era el escritor que yo no era, y yo el director de cine que él tampoco era, nos pusimos siempre de acuerdo en eso.

-¿La cifra impar, Circe e Intimidad de los parques se pueden pensar como una triada en su filmografía?

-No, son películas totalmente singulares, digamos, en el sentido de que cada una de ellas tiene personalidad jurídica propia. No es una trilogía. Es, de alguna manera, una trilogía -y así fue interpretada por la crítica- porque es el mismo autor y el mismo director. Pero fue una casualidad.

-¿Fue una irreverencia de su parte cambiar el título del cuento “Cartas de mamá” a “La cifra impar” en su adaptación cinematográfica? ¿Cómo lo tomó Cortázar?

-Lo comprendió porque, además, yo le dije: "Mirá, si yo pongo el título ‘Cartas de mamá’ a una película, no va a ir nadie mayor de 18 años porque la gente va a pensar que es una película para niños o algo así". Y él aceptó muy bien y le gustó mucho la idea del título La cifra impar.

-¿Qué fue lo más complejo de adaptar los cuentos al formato cinematográfico?

-Lo más complejo fue la que creo que fue peor de las tres películas, como dije, Intimidad de los parques, porque está llena de sobreentendidos y apoyada en una geografía que no era la propia.

-¿Cómo es la historia que lo llevó a convertirse en el primer lector de Rayuela?

-El me mandó la novela para que yo la leyera antes de publicarla. La leí, me gustó mucho. Como él no tenía duplicado de la novela, le dije: "La voy a publicar como mía". Lo "amenacé" con eso (risas). Fue en el sentido de que soy el lector original la novela.

-¿Usted qué le dijo después de leerla? ¿Qué le pareció?

-Una maravilla. ¿Qué le puedo decir? Es lo que ha dicho la gente que la leyó desde que se publicó.

-¿Sigue leyendo la obra de Cortázar?

-No hago otra cosa que releer no solamente la obra de Cortázar sino que más que un lector, soy un relector. No me gusta leer una sola vez un libro. Lo leo muchas veces. En el caso de Cortázar, mucho más porque vuelvo a mis propios orígenes.

-¿Encuentra redescubrimientos en esas nuevas lecturas de los cuentos y las novelas?

-Ya no, porque sé qué palabra viene después de cada una de las que leo.

-¿Considera que fue un gran amigo?

-Mientras no se dedicó a la política. La política nos separó porque él mismo en la última carta que me mandó, me dijo que no iba a escribirme ni venir a Buenos Aires. Recordando la frase de un español, amigo de él, agregó: "No porque le tenga miedo a las balas sino a la velocidad con que vienen".

-¿En eso radicaban sus principales diferencias?

-Sí, porque yo creía que era más importante ser escritor que político. No porque disintiéramos en cuanto a la ideología.

-¿Y qué recuerdos más atesora del intercambio epistolar–cinéfilo con Cortázar?

-Muchos, no podría especificar uno. No solamente de él. Eramos como una familia con Aurora. Por eso, cuando él dejó su casa y empezó a hacer una vida distinta fue cuando dejamos de escribirnos y ahí terminó la amistad.

-¿Cuál es la principal diferencia entre hacer cine y literatura?

-Absolutamente ninguna, salvo la mecánica que surge a la vista, pero para mí no hay absolutamente ninguna. No he hecho otra cosa que escribir películas. Todas mis películas están basadas en obras literarias, incluso en una novela mía que él me perdió porque se la olvidó en un hotel de Viena. El perdió el manuscrito original. Se llamaba Los venerables todos, que es mi segunda película. El la vio en Cannes conmigo y me dijo que le gustaría leerla porque le habían quedado algunas cosas sueltas. Yo le presté la novela. El era traductor de la Unesco, así que se fue a Viena por su trabajo en esa época y ahí se la olvidó en un hotel. Cuando me pidió disculpas, le dije: "Mirá, me quedó la película, les has hecho un favor a los lectores" (risas).

-¿Cómo era hacer cine independiente hace cincuenta años y cómo lo analiza en la actualidad?

-Ahora es mucho más fácil, porque hay escuelas que te dan los elementos. Antes, cada película era el valor de un departamento que uno perdía porque las películas no tenían éxito. Entonces, tenía que venderlos para poder pagar las deudas. Hoy en día, es mucho más sencillo porque en aquella época los jóvenes éramos mal vistos. Ahora, la cosa es absolutamente al revés.

-¿Siente orgullo de que al ser nombrado director del Instituto de Cine de la recuperada democracia su primera medida fue terminar con la censura?

 

-Imagínese. Más que orgullo fue una venganza, porque yo tuve muchos problemas con la censura. Especialmente, con Circe. Hay una escena que la censura me detuvo el estreno durante muchos años. Es la escena del beso en el espejo porque Tato decía que era un acto de masturbación femenina. 

El documental de Cinthia Rajschmir 

El documental Cortázar & Antín. Cartas iluminadas nació cuando la directora Cinthia Rajschmir recibió de manos de Manuel Antín un libro con las cartas que el autor de Rayuela le había enviado al legendario realizador durante todo el proceso de realización de las tres películas basadas en cuatro cuentos del escritor. "Manuel me dio el libro y sus tres películas. Yo desconocía que Cortázar las había escrito y también desconocía sus películas, así que fue un tesoro que me llegó, que descubrí y que me emocionó muchísimo. Tanto como para proponerle a Manuel, un año después, hacer este documental sobre esta historia", cuenta la directora a Página/12.

Rajschmir (1963) es realizadora integral de documentales, pedagoga, periodista especializada en Educación y Profesora Nacional de Expresión Corporal. Realizó estudios de Maestría en Cine Documental (Universidad del Cine) y una Especialización Internacional en Gestión y Política de la Comunicación y la Cultura (Flacso). Fue directora y guionista del cortometraje documental Huyendo del tiempo perdido, y de los largos Luis F. Iglesias, el camino de un maestro (2009) y Francisco “Paco” Cabrera, el canto de un maestro (2012).

El material sonoro fue fundamental para poder concretar la película. "Sobre todo para construir el personaje ausente de Julio Cortázar", entiende Rajschmir. "A través de las cartas que leí, desde mi perspectiva de documentalista, sentía que tenía que poner mi voz, dando cuenta de que el documental no era la realidad sino una porción de la realidad desde mi punto de vista", agrega la cineasta. "Además de las cartas, tenía la voz de Cortázar, maravillosa, en esa fonocarta que grabó apasionadamente, porque evidentemente con las palabras escritas no le era suficiente y tuvo que grabar para transformar su cuento en imagen cinematográfica", agrega.

A la documentalista le faltaba la imagen de Cortázar. Entonces, habló con la prestigiosa fotógrafa Sara Facio y le preguntó si la autorizaba a mostrar unas fotografías muy icónicas de Julio Cortázar. Facio le dijo que sí, que por supuesto, que "con mucha generosidad estamos en el mismo barco". Rajschmir pudo, entonces, componer el personaje de Julio Cortázar a través de la palabra escrita (las cartas), la voz de Julio (la fonocarta) y la imagen con las fotografías de Facio.

-¿Por qué decidiste sumar, entre los entrevistados a Dora Baret y Graciela Borges, protagonistas de las películas de Antín?

-Me parecía importante tener la perspectiva de quienes habían vivido la dirección de Manuel. Además, poner en consideración en el documental que Manuel, de alguna manera, convocó a actrices que estaban comenzando en ese momento. Para Dora Baret, Intimidad de los parques fue el primer protagónico; para Graciela Borges, Circe no, pero era muy jovencita. Entonces, pensé que Manuel fue alguien que tuvo una visión a futuro porque después ambas fueron grandes estrellas y lo son todavía. El convocó a dos jóvenes bellísimas, extraordinarias actrices y grandes estrellas que lo admiraban mucho y lo siguen admirando. Ellas enseguida respondieron con una generosidad inmensa y se sumaron al proyecto con mucha admiración y alegría. Entonces, esa fue la razón por la cual yo las convoqué.

-¿Qué fue lo que más te impresionó de cómo Antín filmó los cuentos de Cortázar?

 

-Me pareció que él trató con su cine de trasladar la forma narrativa de Julio Cortázar a nivel literario. Y lo logró. Yo creo que eso también lo apasionó a Cortázar, que no era muy amante de las adaptaciones cinematográficas de sus cuentos. Pero con La cifra impar quedó muy impactado y se sumó con mucha alegría -por lo que transmiten las cartas- a construir el guión de Circe junto con Manuel.