Hace exactamente 50 años, dos equipos llegaban cabeza a cabeza a la última fecha del Campeonato Metropolitano en franca disputa por hacerse de la corona. Independiente tenía una parada bravísima de visitante ante Racing Club. El otro aspirante, River Plate, debía recibir a Unión en el Monumental. Con igualdad de puntos, tal era el caso, el campeón se definía por diferencia de goles y, si persistía la paridad, la cosa se zanjaba por los goles a favor. Si bien la lógica indica que deberían haber jugado el mismo día y a la misma hora, al equipo de Núñez lo hicieron jugar el viernes 24 para la TV y vapuleó 6-0 a los santafesinos, por lo que debía esperar que su rival directo perdiera, empatara o ganara apenas 1-0 para volver a festejar después de 13 largos años. Pero en una definición que será recordada por "los penales de Tarabini", el clásico de Avellaneda se jugó tres días después y terminó 3-2 a favor del Rojo, que dio la vuelta olímpica en el Cilindro al superar por solamente un tanto (43-42) al Millonario.

Independiente se había transformado en habitual animador de los torneos, tras obtener el Campeonato de 1967. No obstante, en 1970 la dirigencia volvió a buscar al DT Manuel Giúdice, quien en su etapa anterior tuvo un balance más que satisfactorio al obtener el Campeonato de 1963, y las Copas Libertadores 1964 y 1965. Con un equipo de gran potencia física y mucho despliegue, el Rojo llegaba al final del Metropolitano con chances concretas de volver a coronarse.

Pero la definición de dicho torneo no fue apta para cardíacos. En el último tramo, River aprovechó las inesperadas caídas del Rojo en Avellaneda ante Vélez Sarsfield y Platense, y se metió de atropellada en la pelea por el título.

Así las cosas, ambos llegaban a la última fecha compartiendo el primer puesto. La lógica indicaba que con igualdad en puntos, la primera posición debiera haberse resuelto mediante un encuentro de desempate entre los contendientes. Pero la lógica en esa época no tallaba, el reglamento debía cumplirse a rajatabla y el que terminó gritando campeón fue Independiente en las narices -y en la casa- de su clásico rival.  

Lo dicho: tras despachar al Tatengue, River había hecho los deberes y se relamía por alzar un título que le era esquivo desde 1957. Sólo restaba confiar en que la Academia hiciera un buen papel de local ante su encumbrado vecino. Pero los papeles se quemaron. Y hasta el día de hoy, veteranos hinchas de Racing y de River siguen hablando de robo, arreglo, injusticia. Ya se verá por qué.

El derbi de Avellaneda estaba programado para el domingo, pero la lluvia hizo postergar el resto de la última fecha, por lo que la definición quedó para el lunes 27 de julio. Muchos hinchas de River fueron al Monumental con sus radios portátiles y desde allí palpitaron las incidencias que ocurrían en el Cilindro. Que no fueron pocas.

Un gol de Jorge "Chino" Benítez puso en ventaja a la Academia y despertó el fervor inocultable entre la muchedumbre presente en Núñez. Pero unos minutos más tarde, el árbitro Humberto Dellacasa -gran protagonista de la jornada- cobró un penal favorable a Independiente. Remató Roberto Tarabini, atajó Mario Agustín Cejas, pero el juez lo hizo patear de nuevo al considerar que el arquero se adelantó. Otra vez pateó Tarabini y volvió a tapar Cejas, con una atajada que para muchos fue sin adelantarse. 

Sin embargo, Dellacasa ordenó ejecutar el penal... ¡por tercera vez! Finalmente convirtió el Conejo -padre de Patricia Tarabini, la tenista que alzó la medalla de bronce en dobles junto a Paola Suárez en Atenas 2004- y el trámite volvía a estar empardado, polémica mediante. Dos minutos después, Roberto Perfumo marcó el 2-1. Y por si le faltaba algo de pimienta a ese primer tiempo, Eduardo Maglioni puso el 2-2 ocho minutos antes de ir a los vestuarios. Pero con la igualdad al Rojo no le alcanzaba. 

De más está decir que el complemento fue de alto nivel dramático. El clásico ya era de hacha y tiza. Conforme pasaban los minutos, aumentaba la tensión y el nerviosismo, a punto tal que Carlos Squeo y Ricardo "Chivo" Pavoni debieron irse antes a las duchas por juego brusco. Por si fuera poco, a Maglioni le anularon un gol por offside. 

Se acercaba el final y a la hinchada de River el corazón se le desbocaba. A la de Independiente también, pero por distintas razones. Faltaban 9 minutos para que se bajara el telón y entonces el Diablo metió la cola. José Omar Pastoriza lanzó una pelota al área, Héctor Yazalde primero la bajó de pecho y luego sacó un disparo cruzado que fue directo a la red. La apoteosis tomó por asalto el pueblo rojo, que gritó desaforado el gol del campeonato, porque después de eso no hubo tiempo para mucho más.

Fue un mazazo para River, al que nuevamente volvía a esfumársele otro título en los metros finales, con la consiguiente partida de su entrenador Angel Labruna y el arribo del brasileño Didí con su discurso del "jogo bonito". El equipo de Núñez debió conformarse con que Oscar "Pinino" Más fuese el artillero del torneo, con 16 conquistas, por encima de Tarabini (14) y de Chirola Yazalde (12).

En contrapartida y tras el sofocón, consagrarse campeón por un gol de diferencia y en la cancha de Racing supuso para Independiente el summum de los gozos. Comenzaba con el pie derecho una década que lo tendría otra vez como gran protagonista de América.

Los protagonistas de un derbi inolvidable

Una situación similar durante otro clásico de Avellaneda se había dado en el Nacional de 1967, pero con Independiente de local, cuando recibió a Racing y por la última fecha le ganó 4-0 para dar la vuelta olímpica en la Doble Visera. Casi tres años más tarde, la historia se repetiría, aunque esta vez en el mismísimo Cilindro. Dirigidos por Manuel Giúdice, los once que salieron a la cancha para quedarse con el Metropolitano de 1970 fueron Santoro; Commisso, Monges, Garisto (Mírcoli), Pavoni; De la Mata (h), Raimondo (Semenewicz), Pastoriza; Maglioni, Yazalde, Tarabini. Sus anfitriones, comandados por Juan Urriolabeitia, formaron con Cejas; Wolff, Perfumo, Rocchia, Díaz; Squeo, Aguirre, Benítez; Lamelza, Cárdenas (García Sangenis), Domínguez. Independiente sumaría el séptimo trofeo local a sus vitrinas. En cuanto a la hinchada de Racing, ni en la peor de las pesadillas imaginaba por entonces que debía esperar hasta el comienzo de un nuevo siglo para volver a gritar campeón.