Ni el Kun Agüero con el Manchester City, ni el egipcio Mohamed Salah con el Liverpool, ni el gabonés Pierre-Emerick Aubameyang con el Arsenal ni la estrella de la selección inglesa, Harry Kane, con el Tottenham. Tampoco un jugador del Manchester United o el Chelsea, los otros grandes del fútbol inglés. El máximo goleador de la Premier League resultó Jamie Vardy, el delantero del Leicester que fue obrero de una fábrica, que tuvo que llevar un brazalete electrónico para que la policía pudiera monitorear que estaba en su casa en el horario acordado y que de chico fue rechazado en el club de su ciudad, Sheffield, por ser muy pequeño para ser centrodelantero.

Por más que no pudo anotar goles el domingo en la derrota 2-0 ante el United, los 23 tantos que Vardy tenía acumulados le alcanzaron para consagrarse como máximo artillero de la Premier, por delante de Aubameyang y de Danny Ings, del Southampton. Su aporte goleador le valió al Leicester un puesto en la Europa League, que podría haber sido en la Champions si el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) no le perdonaba al Manchester City la sanción de no poder competir en Europa por haber violado el fair play financiero. 


A los 33 años y por más que se mantiene en su pequeño club desde 2012, cuando militaba en la segunda división, Vardy se convirtió en un goleador de renombre, por su capacidad para resolver frente al área rival. Pese a que mide 1,78 metros es un buen cabeceador, es implacable para definir con ambas piernas, patea penales y, como buen delantero de oficio, es oportunista para aprovechar los rebotes cerca del arco. Con ese combo, ya superó los 100 goles en la Premier pese a no jugar en un equipo grande.

Sin embargo, este presente de estrella dista bastante de su realidad hace una década, cuando militaba en la séptima división, en un equipo amateur, y debía combinar el fútbol con su puesto de obrero en una fábrica de férulas plásticas. A los 16 años, el Sheffield, club del que era hincha, lo excluyó de su plantel porque era demasiado pequeño. Sin mejores oportunidades, Vardy fue fichado por el Stocksbridge Park Steels, de la séptima división, donde mostraba su talento, su carácter irascible y sus problemas con el alcoholismo: el paquete completo traía goles y expulsiones, que le valieron cierta fama de pendenciero. "Siempre era el primero en llegar al entrenamiento y el último en irse", desmintió el presidente del Stocksbridge, Allen Bethel, que lo consideraba "la alegría de la fiesta", por su buen humor.

Sin embargo, una pelea en un club nocturno lo llevó ante los tribunales, donde fue encontrado culpable y su incipiente carrera comenzó a peligrar. Condenado a portar un brazalete electrónico que probara su paradero a toda hora durante seis meses, Vardy debía estar en su casa después de las 18:30, horario que muchas veces lo obligaba a jugar sólo los primeros tiempos o, incluso, perderse algún partido. Por eso, el Sheffield United, el otro club de su ciudad natal, desistió de apostar por el joven goleador.

Su siguiente club resultó el Halifax Town, equipo con el que alternaba los torneos de sexta y séptima división a nivel regional, aunque siempre rompiendo redes. De allí saltó al Fleetwood Town, con el que llegó a la quinta división, la más baja a nivel nacional, y allí captó la atención de las autoridades del Leicester, que lo vieron en un partido de Copa inglesa que jugó ante el Blackpool. Un millón de libras (1,2 millones de dólares) por un jugador semiprofesional de 25 años con antecedentes conflictivos no parecía ser una gran inversión, pero los "Foxes" apostaron por Vardy. Y con los años, aquella se debe haber convertido en una de las transferencias más redituables en la historia del fútbol. 

Si bien le costó hacer pie en la primera temporada con el Leicester, Vardy fue tomándole el gusto al profesionalismo, comenzó a cambiar sus hábitos alimenticios y dejó atrás sus problemas de alcoholismo. En su segunda campaña consiguió 16 goles y aportó para el regreso del equipo a la Premier League, en 2014. Ya en la máxima división, su explosión se dio en la campaña 2015/2016, cuando sus 24 tantos sirvieron para que el equipo conducido por el italiano Claudio Ranieri sorprendiera al mundo y se consagrara campeón por delante de sus gigantes rivales. En aquel torneo logró un récord de 11 partidos seguidos anotando goles, dejando atrás una legendaria marca del holandés Ruud van Nistelrooy, aunque un penal fallado en la penúltima jornada le impidió igualar Harry Kane como máximo artillero del certamen. Este domingo tuvo su revancha.

Más allá de las ofertas que le llegaron -el Arsenal llegó a ofrecer 20 millones de libras por su pase-, Vardy le juró fidelidad al club que le dio aquella oportunidad hace casi una década y que le permitió llegar a la selección inglesa, donde anotó siete goles en 26 partidos. Con contrato hasta 2022, cuando tenga 35 años, Vardy se dio el gusto de ser el segundo delantero inglés en liderar la tabla de goleadores de la Premier en las últimas dos décadas. Nada mal para un auténtico obrero del gol.