Motivados por la actividad que propone “servir un plato más”, como forma de acercar “un plato de comida caliente a personas en situación vulnerable”, un grupo de artistas gestiona, cada miércoles por la noche, un Punto Plato, en el cruce de Julián Álvarez y Avenida Córdoba. La convocatoria reúne a vecinos, artistas y amigos, en lo que llaman “la Peña Cultural del Punto Plato”. Son actores, actrices, realizadores, dramaturgos y críticos, vecinos que sostienen ese punto de encuentro donde reciben y distribuyen las viandas solidarias.

“Se trata de algo noble porque te involucra. Vos hacés la comida en tu casa, hacés un plato más y lo acercás al Punto Plato para que otras personas puedan tener su cena” explica la directora de cine Paula Hernández, quien a las 19 comienza con la organización. “Es algo concreto porque ayudamos a otras personas y nos permite a los vecinos recuperar la instancia del barrio”, agrega la actriz Alejandra Flechner.

Así, la campaña ideada por un grupo de amigos --Manuela Decembrino, Romina Rodríguez y Bernardo Cenizo-- para paliar “el hambre de la calle”, en plena pandemia, se expande. La propuesta comenzó con dos Puntos Plato y ya tiene 55. “Nosotros empezamos a colaborar hace dos meses, cuando leímos en Página/12 sobre la campaña y fuimos al Punto Plato de Palermo”, explica el actor Luis Ziembrowski, que inició este Punto Plato en familia, con su compañera Paula Hernández y Clara, la hija de ambos. “Fuimos durante un mes --continúa Ziembrowski-- hasta que decidimos armar un Punto Plato con nuestros vecinos”.

Junto a Alejandra Flechner, los actores Diego Velázquez y Esteban Meloni y el crítico de cine Alejandro Cruz, se reparten los descartables para las viandas de las próximas semanas. “Porque esto recién empieza”, dice Velázquez y se ríe. Hay buen humor en la fría noche porteña. El lugar donde armaron el Punto Plato está ubicado a pasitos de la esquina, sobre la vereda del almacén de Jorge, que vive ahí hace cincuenta años. Negocio de cercanía y cuidadoso del barrio, Jorge ayuda a mantener el Punto Plato, lo protege de la lluvia y mantiene encendidas las luces decorativas que le dan un toque de película a la situación, hasta que se terminan las viandas.

El sitio comenzó a instalarse entre la gente del barrio. “Ya hemos visto que otros días de la semana, otras personas se acercan a dejar su plato de comida para que otros la puedan retirar”, explica Paula Hernández, quien suele traer pastas “y siempre algunas frutas”, aclara, mientras recibe las bandejas descartables que pasa a dejarles Manuela Dicembrino.

En la vereda de Jorge, las porciones de comida están envasadas con material descartable, e incluso con cubiertos, “como de rotisería”, dicen, y como indica el protocolo del Punto Plato. Mariano es un vecino que se sumó desde el primer día. “Cuando Luis convocó me pareció fácil de hacer y al mismo tiempo comprometido --recuerda--, así que vinimos y colocamos el cajón blanco con el señor almacenero, que nos hace buena publicidad y nos aguanta”, sonríe. “Además tiene de bueno que podemos ofrecer ayuda sin resultar invasivos”, destaca.

“Nosotros tenemos varios habitantes de la calle, en el barrio --señala Sebastián, otro vecino solidario-- pero ya hay personas que salen de sus casas para buscar la comida del Punto Plato, son personas que ya no llegan a fin de mes, han caído, venían mal económicamente y con la pandemia eso se potenció”.

En la trama social que teje la pandemia, la actitud de este colectivo de artistas reivindica lo simple y lo cercano. “Y es un gesto político, una acción --dice Ziembrowski-- donde se pone el cuerpo desde la sensibilidad, ante la situación dramática que se está viviendo, que está en un borde de tragedia”. “Esto surgió espontáneamente --explica Hernández-- quizá porque es algo distinto, porque uno hace algo con amor y eso se transmite porque nos cuenta Jorge que algunas personas, al otro día se han acercado a agradecerle”. Hoy ya tuvieron tres tandas de servicio, lo que suma un total de 50 platos de comida.

“El hecho de que sea comida caliente es parte del secreto”, dice Esteban Meloni. Él se especializa en pizzas y empanadas, pero las trae calentitas, cuenta. “Y eso también se agradece porque no son las comidas típicas de estos casos”, agrega Alejandro Cruz. Crítico de cine y sensibilizado por la situación, Cruz cuenta que la propuesta es una forma de superar la impotencia que provoca “ver la situación desesperante de la gente que vive en la calle, te dan ganas de hacer algo y no siempre existe esa posibilidad”. Él vive a dos cuadras y reconoce que en el cambio de hábitos que impuso la pandemia “ahora se ven mejor algunas cosas, ves cosas que antes no veías, miramos el barrio, vemos la desesperanza y te surge: ¡algo hay que hacer!”, enfatiza.

Al principio no estaban seguros de la convocatoria que tendrían. “Pero quisimos hacerlo como una manera de movilizar la energía --recuerda Flechner-- y de aportar, de ayudar a combatir las desigualdades, y al mismo tiempo a transitar el encierro, porque es difícil el encierro --subraya-- y da impotencia ver que afuera todo se cae y uno sigue en su casita. Pero esto funciona, es sencillo, genuino y concreto”. No es una olla popular ya que sería difícil de tramitar para un grupo de vecinos. El formato facilita la posibilidad de sumar, en cercanía, al armado del mundo que trajo la pandemia.

En este tiempo excepcional afloran “situaciones polarizadas”, apunta Hernández. Habla de “nuevas formas pensar la solidaridad y de comprometernos con el otro, porque somos privilegiados, y esta situación nos permite pensarnos de nuevo, repensar lo que queremos para nosotros y nuestros hijos”. Del otro lado, “están los anticuarentena”, sintetiza la realizadora. Flechner coincide: “Si estamos acá es porque tenemos el privilegio de tener un techo y un puñado de garbanzos para poner en la olla”. Meloni agrega que hay días en que también pueden ver “bolsas con ropa que dejan otros vecinos y eso es lo mejor, ver que hay gente que aporta lo que puede y que, a otros, eso les sirve”.

“Es una acción y hace que uno sienta que puede modificar ciertas cosas. En principio, acercar a otro un plato de comida no es menor y no es metáfora” sostiene Ziembrowski. Para el actor, la actividad se suma a lo que llevan adelante los movimientos sociales y organizaciones políticas. “Es un aporte más, ni mejor ni peor, es la manera que encontramos algunos para prendernos en esta cadena solidaria”, concluye.

Para Jorge, sí vale rescatar una metáfora. Al cierre de la noche explica: “Esto es como la gota de agua que va llenando el vaso”, dice, filosóficamente. “Los vecinos traen sus gotas de agua para llenar un vaso y ese vaso puede ayudar a otro a pasar una noche mejor”. Así, estos vecinos artistas encontraron en la campaña “Servir un plato más” la creatividad necesaria para darle un poco de calor de hogar a la noche de este crudo invierno.

Una campaña solidaria que no para de crecer

“Servir un plato más” es una campaña solidaria iniciada por Manuela Dicembrino, Romina Rodríguez y Bernardo Cenizo, en la primera semana de junio. La propuesta era acercar comida a gente en situación de calle, en dos Puntos Plato de Palermo y en la primera semana entregaron doce viandas. Pero la propuesta se extendió territorialmente en la ciudad y exponencialmente hacia más cantidad de personas. Hoy contabilizan 55 Puntos Plato, en 23 barrios de CABA. Y en la estadística semanal ya contabilizan 1.600 viandas. Tienen pedidos para abrir 33 nuevos puntos. Este domingo instalan 15, y los demás la semana que viene, para poder cumplir con los requisitos de gestión e higiene que necesitan.