El mal humor de la chica de la panadería, la poca urbanidad de los padres de los alumnos del Colegio Inglés, las mascotas paseando a sus amos, los habitués del gimnasio. Paciendo en los solares de la enajenación, en los BKF de la Plaza de la Cooperación, con el Che de Carpani esparciéndole revolución al living brut, los tópicos llovían sobre nosotros que, pese a divergencias vagas, pegamos onda ni bien nos conocimos en Humanidades durante el 84. ¡No siempre se esconde un servicio detrás de alguien con lentes negros y sobretodo! ¡Me llevan en razzia permanentemente!

Hablando de eso…

Omar era el hombre orquesta de un boliche cito en la ochava de Corrientes y Tucumán. Una de las tantas noches en las que pasé de visita, tras algún trago y medio aturdido por el estruendo –la música sonaba muy fuerte y mal en “La Salsera”– saludé cortesmente y me retiré.

Desde el maxikiosco de enfrente los vi llegar; varios proto Rambos excedidos de compenetración dirigiéndose a esa puerta que recién yo acababa de atravesar. Con dos Shots en el bolsillo, rajando más veloz que el rayo, el teatro de operaciones seguía fulgurando gags ante mí. Tras una chirriante frenada, de ceñido uniforme, ella bajó de un auto de civil llevando por la manija una oscura caja cuadrada…

Al otro día, por teléfono, Omar me cuenta que las reiteradas quejas de los vecinos movieron a los agentes al lugar. La clausura fue en paz, los parroquianos salieron indemnes, pero algo le llamó la atención. En medio del zafarrancho hizo su entrada la única miembro femenino de la fuerza afectada al operativo cuya misión consintió en labrar, Olivetti portátil mediante, el acta de infracción.

Las esferas policíacas, poéticas, contables, académicas, epistolares, se valían de la máquina de escribir. Las yemas de los dedos consumaban nuestra insondable percepción estampando signos en la pulpa del papel.

La Pareja Está En Crisis, Aguiar, Crosetti & Homs, editó dos libros y tres plaquetas. Cada proyecto constó de muchas reuniones, algunas de lectura. Los textos de Omar, si te tocaba la hoja mecanografiada, estaban perforados en las oes, los puntos y los acentos.

El primer libro, Baño, en el 92, fue presentado en la extinta boîte Batucada. Con tres proyectores enfocados bien arriba, el local tenía techo muy alto, pasábamos diapositivas de Isabel Sarli, nuestra chica de tapa, presente además en cientos de estampas flúo que colgaban a modo de guirnaldas atravesando el espacio. Completaba la puesta lumínica una película en súper 8 de Marilyn. Nos fue imposible dar con una de Bó. Sobre la barra tres latas desbordantes de alfajorcitos de chocolate, gestionadas vía Aguiar, refulgían al alcance de quien gustase algo dulce. Por si hubiese faltado elemento para tropicalizar más el ámbito, aconteció esa madrugada en Avenida Circunvalación que un camión de bananas tumbase. A mediodía el centro de la ciudad se transformó en un mercado de plátanos a muy bajo costo. Batucada se llenó de bananas. Bonitas, baratas, ultra pops. De esa ambientación no queda registro alguno. ¿Sabrá el destino por qué?

pd

Aguiar regalaba billetes de un millón de pesos. Si eso no habla a las claras de su paranaense bondad, no sé a qué ejemplos recurrir.

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En el bar burbuja rectangular de Urquiza y Sarmiento el café nos toma a nosotros; malversación del sentido, obituario derritiéndose en ginebra Llave,

verso reverso converso.

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