La batería es el instrumento que, al final, más se parece a su dueño. Cada baterista va acomodando tambores, platos y accesorios varios según su criterio, elige las baquetas persiguiendo un concepto personal de sonido y es por eso que, hablando de los mejores, ningún baterista es igual a otro. También será por eso que cuando un baterista encabeza un proyecto y logra que las especificidades de su instrumento sean la médula del diálogo, el tradicional “arte del trío” -con piano y contrabajo- equilibra sus proporciones desde otro centro y se establecen dinámicas distintas, que diseñan nuevos juegos en la relación fondo-figura.

De distintas maneras, mucho de esto pasa en dos trabajos recientes, que andan navegando cómodos por los afluentes jazzísticos del caudaloso río musical que baja por las plataformas digitales, donde vale la pena ir a pescar. Uno es Apaláp, del Oscar Giunta Supertrío, con Hernán Jacinto en piano y Flavio Romero en contrabajo. El Supertrío presentará el disco por streaming el sábado (8 de agosto) a las 22.30. Las entradas pueden adquirirse en Ticket Hoy  . El otro disco es No me digas loco, de Sergio Verdinelli, junto a Ernesto Jodos en piano y Mauricio Dawid en contrabajo.

Apaláp se grabó en abril del año pasado en Nueva York, en el estudio de Luis Bacque, donde también se mezcló y se masterizó, y lo editó en la Argentina el sello del Club del Disco. No me digas loco siguió un camino fortuitamente inverso: se hizo todo en Buenos Aires, demoró su salida esperando el aporte del Fondo Nacional de las Artes, y finalmente fue editado por el sello estadounidense Ears & Eyes Records.

Artífice entre otras cosas del Quinteto Urbano, aquel grupo que entre fines de los ’90 y principios del nuevo siglo apuntaló un gran momento del jazz en la Argentina, Giunta tiene una trayectoria artística que lo coloca entre los bateristas de jazz más destacados de la actualidad. Articulado en siete temas -cuatro de Giunta, “Cabrera’s Blues” de Jacinto y dos standars-, este disco debut cubre en su variedad un amplio arco expresivo. En Giunta, además de un baterista de notables recursos técnicos, hay un compositor personal, con gusto por las melodías francas y abiertas que retozan por recorridos armónicos complejos. Y sobre todo, hay un gran organizador de las tensiones y distensiones que equilibran una bien lograda relación entre lo pautado y lo que sale de la explosión del momento. En este sentido, los solos de Jacinto y Romero se integran a cada tema sin sacrificar ardor ni destreza.

Desde el enérgico “E.C.T.” que da comienzo al disco, hasta “San Andrés”, pasando por el melancólico “Aiá” y el tema que da nombre al disco, la música de Giunta se sostiene en la delicada química que logra con sus compañeros, una complicidad que desata sus instintos más jazzeros en los dos neostandars del final: “Sus ojos se cerraron”, de Gardel y Lepera, y “Black Hole Sun”, de Soundgarden. Un gran cierre para un disco que no necesita salirse demasiado de las líneas de un hardbop cariñosamente elaborado para resultar muy atractivo.

Aunque de naturaleza distinta, también el disco de Verdinelli propone obra propia. Baterista de Illya Kuryaki & The Valderramas, de Luis Alberto Spinetta y Andrés Calamaro, Verdinelli ha sabido desarrollar un lenguaje personal en el universo del jazz, junto al trompetista Juan Cruz de Urquiza y el contrabajista Mariano Otero. Como supo hacer también en proyectos que lo tuvieron en el centro, como el notable Chiche Trío, junto al flautista Juan Pablo Di Leone y el bandoneonista Martín Sued. En No me digas loco, Verdinelli articula un universo sonoro variado, que juega con el tiempo de distintas maneras, a partir de una búsqueda armónica que tiende a eludir las tensiones clásicas para trasladarlas al ajustado dialogo instrumental.

El comienzo, con el tema que da nombre al disco, propone en repetición una tan breve cuanto sugestiva cadencia de acordes, que bien podría ser el eslabón perdido entre Erik Satie y Morton Feldman. La marcha lenta de la cadencia se deja atravesar por el tempo de distintas maneras, mientras la batería crece con sensibilidad de relojero, desde el balbuceo de las escobillas hasta el impacto de los tambores. En perfecta sintonía, el piano de Jodos y el contrabajo de Dawid secundan, atentos en la escucha. Es un gran inicio para un disco en el que ideas similares de desarrollo y acumulación se dan también en temas como “Lenta columna”, en provechoso contraste con el gesto corto y seco del monkeano “Me haces susurrar” –que el trío desarrolla con swing personal–, con los aires lánguidos de “El intrigante” y el funk cubista de “Keith Berry”, antes del sereno epílogo con la sintética “Piedra”.

Apaláp y No me digas loco, debuts solista para dos de los bateristas más experimentados de la escena local, son dos muestras de una forma de hacer música basada en el ida y vuelta entre composición e improvisación. Cada uno desde su lugar y con la propia gramática, los dos hablan de las mismas cosas.