Enfundada en un traje de brocato de Dries Van Noten o con un vestido de tul espumoso de Molly Goddard, Villanelle seduce a quien se propone como si estuviera atravesando una pasarela. Pero su belleza exagerada y diabólica puede ser mortal para los ojos que la miren. No hay lugar para las metáforas en Killing Eve, la serie creada por Phoebe Waller-Bridge basada en las novelas de Luke Jennings. Un melodrama romántico queer disfrazado de historia de espías. 

Interpretada por la actriz británica de 27 años Jodie Comer, Villanelle es una máquina de matar. Una asesina a sueldo rusa que jamás se permite fallar, tampoco repetir un ritual. Cada crimen cometido es una ceremonia única. Una pieza musical donde las corcheas sangran elegancia. Mata envuelta en plumas, con una nariz de payasa o con una máscara de cerdita. Intachable haciendo su arte, Villanelle solo se permite distraerse de su objetivo por el balanceo de caderas de una mujer. Los hombres son accesorios en su vida, tanto que no dudará en rebanar un pene cuando sea necesario. Enigmática y caprichosa, Villanelle nos lleva de las narices porque posee el erotismo de la Carmilla de la Hammer. Pero a diferencia de Ingrid Pitt en The Vampire Lovers, Jodie Comer calienta más envuelta en un vestido de alta gama que luciendo un escote. Es ahí donde el personaje le hace honor a otra Femme Fatale: Marlene Dietrich. La actriz alemana de la era dorada de Hollywood que hizo vanguardia usando un smoking en 1930. Al igual que la Dietrich, Villanelle también se ha convertido en un icono de la moda. Vistiendo trajes masculinos o jumpsuits que tallan su cintura. Ella tiene tanto estilo para elegir su ropa como para matar. En el fondo ella es una niña que juega a disfrazarse. Que se viste de gala para ir a tomar un helado. 

No solo un icono de la moda, también un icono lésbico. Killing Eve es trasgresora como una de sus protagonistas: mientras la mayoría de las series LGBTIQ actuales se muestran discursivas y correctas, este programa producido por la BBC no teme nadar en rincones perturbadores. Donde la ficción no busca dar el ejemplo sino magnificar esas fantasías que están al fondo del cajón. Killing Eve es la versión queer y contemporánea de Cumbres borrascosas. Un melodrama que une a dos personajes de distintos mundos. Una asesina sin escrúpulos y una espía entregada a la culpa, Eve (Sandra Oh). Tan opuestas que es imposible que no se atraigan. Desatando la tormenta perfecta.

Enamorarse adentro de un baño

Mucho antes de conocerle la cara de ángel negro a Villanelle, Eve comienza a obsesionarse con ella. A partir del primer asesinato no puede dejar de pensar en sus extravagantes formas de matar. Sin que ningún superior lo sospeche, es quien descubre que es una mujer la autora de los crímenes. Lo que no sabe es que esa mujer, aún sin nombre ni rostro, cambiará su destino. "No hay líos en mi vida", dice Eve en el inicio de la primera temporada, estrenada en 2018. Aburrida de la falta de aventuras en su predecible vida de casada con un hombre con bigotes. El primer contacto que tienen Eve y Villanelle es en el baño de un hospital. Villanelle, con un uniforme de enfermera, queda encantada al ver cómo Eve se peina sus rulos frente al espejo para hacerse una cola de caballo. La mira fijo con sus ojos saltones. "¿Estás bien?", le pregunta Eve. Villanelle se retira en silencio y cuando llega a la puerta le dice "Dejátelo suelto". Eve le hace caso sin saber por qué. Ese será un encuentro entre muchos. Pero como toda serie de espionaje, las protagonistas se perseguirán de París a Toscana, de Londres a Berlín. Jugando al gato y al ratón, multiplicando los ratones de las espectadoras. 

Villanelle es la mujer inalcanzable. Eve puede subirse a un avión y seguir sus pasos desde Escocia a Grecia, correrla por avenidas en zapatillas mientras su presa está en tacos altos. Ponerle trampas como Tom a Jerry, y aún así no lograr alcanzarla. Es el deseo que se aleja, pero no se esfuma. Se vuelve más grande, inabarcable para un solo cuerpo. Villanelle no tiene colmillos ni le muerde el cuello sin su consentimiento. Su vampirismo lésbico no se trata de obligarla a ser suya, sino de una invitación difícil de rechazar. Su táctica es mostrarte un mundo al que secretamente querés pertenecer. Un lugar sin reglas, donde el juego no tiene horarios ni condiciones.

 

Los pactos se sellan con un beso

La tensión sexual entre las protagonistas fue aumentando de temporada a temporada. Enfrentadas y enredadas una a la otra. En la primera Eve casi mata a Villanelle. En la segunda se dan vuelta los roles. La tercera temporada comienza con el casamiento de la asesina a sueldo. Brinda por su nueva mujer mientras recuerda a Eve, a quien cree muerta. Cuando se entera de que la única persona que le importa está viva regresan las pasiones desatadas. El romance entre estas dos mujeres es de combustión lenta, sin embargo, lxs fans se han encargado de dibujar una historia paralela a través de cientos de Fan Arts donde ellas chapan y reposan una en el pecho de la otra. La imaginación es poderosa, pero los hechos también: en uno de los episodios, Villanelle sorprende a Eve en un colectivo. 

Pelean, se revuelcan de asiento en asiento hasta que se dan ese beso tan esperado. No pueden estar juntas, pero tampoco separadas. Horas después, Eve encontrará algo extraño adentro de su cama. Un oso de peluche que habla. “Desearías que estuviera aquí. Admítelo Eve”, se escucha una y otra vez con la voz de Villanelle. Eve se enfurece, destroza el muñeco, pero cuando encuentra el corazón de plástico que guarda la grabación se lo pone cerca del oído como una adolescente enamorada. La obsesión de Eve con Villanelle destruye el matrimonio con su marido de bigotes. También su rutina ordinaria. En la tercera temporada, por primera vez, Eve se hace cargo de que no quería esa vida conservadora. Y fue Villanelle quien le mostró, a su modo, que en realidad quería caminar por el lado salvaje. ¿Por qué ser normal si se puede ser diferente? Villanelle también tiene una crisis existencial. No quiere seguir matando por dinero. El mundo de ambas se viene abajo, y en medio de ese caos nace una complicidad. No se trata de arrancarse la ropa sino de conocerse en carne viva. Hasta los huesos. No hay seguridades, salvo una: el deseo que las empuja a reencontrarse y amarse en secreto en cualquier punto del planeta Tierra.

Las tres temporadas pueden verse en Flow