En el país hemos comenzado a discutir cómo enfrentar una pandemia que ataca en forma devastadora al mundo entero y en cuya defensa aún no hemos encontrado los medios para detenerla.

Con la convicción de que el cúmulo de científicos dedicados a su estudio lograrán erradicarla, se ha instalado la idea de que esta desgracia ofrecerá la oportunidad de modificar e incluso eliminar las horribles condiciones de vida a la que se ven sometidas millones de personas.

Por ello las discusiones que se llevan a cabo se apoyan en la idea de que esta pandemia brinda la oportunidad de generar cambios en lo económico, político y social, posibilitando la corrección de injusticias y abusos que los dueños del poder tanto locales como externos agobian a amplios sectores sociales, simultáneamente con el ataque desembozado e irreparable a la naturaleza que nos provee del sustento de hoy y del mañana.

Las múltiples opiniones que leemos y escuchamos tienen en común como punto de partida, la vigencia del actual sistema económico y social que en general rige en casi todos los países y que imaginan como solución un capitalismo más humano que contribuya a paliar las injusticias de una distribución inequitativa de los ingresos, incluso utilizando el argumento de que una mejora en las mismas redundaría en una mayor rentabilidad de sus inversiones.

La realidad es que estas premisas son falsas porque el sistema solo funciona tras la búsqueda de rentas y a tal extremo, que los conflictos de intereses se resuelven, si es necesario o conveniente con el uso de la fuerza, y en consecuencia dedicar parte de sus recursos a la fabricación o adquisición de armas.

La base conceptual del sistema vigente es la consolidación del principio de propiedad por la que muchas comunidades se enfrentan.

La pregunta que nos hacemos es si es posible cambiar este sistema que ha demostrado su incapacidad para sostener e incrementar, por un lado las exigencias de la naturaleza y por el otro, brindar satisfacción al género humano en sus múltiples necesidades.

Tengo la convicción que se justifica y necesario abrir un debate sobre este tema, ya que se necesitarán muchos años para que una comunidad acepte que es imprescindible incorporar una nueva concepción del concepto de propiedad que haga posible estos objetivos.

El tema de los límites en el ejercicio de la propiedad me parece nodal para encarar una real modificación de la estructura y organización de una sociedad.

Lograrla requiere comprensión, perseverancia y fortaleza política democrática para encausar un largo trajinar para el logro de consenso social para una real aceptación de la solidaridad como forma de vida, con el convencimiento de que es la base del crecimiento y desarrollo del país y del de cada uno de sus habitantes.

Es justo reconocer que nuestro país ha logrado avances en el camino a emprender; desde la vigencia de un sistema educativo universal, laico y gratuito, un sistema de salud también gratuito, igualdades sociales crecientes y muchas otras. Pero no podemos ignorar que en todas ellas aparece un sector dispuesto a obtener renta y poder y que con intervención de importantes sectores del área mediática atraer, tras una oferta que no siempre busca el bienestar social, pero que resulta atractiva.

No obstante, nos quedan ejemplos de acciones esenciales aún pendientes para ir avanzando en la búsqueda de una organización social que pueda llamarse justa y equitativa, que ofrezca a una parte, seguramente mayoritaria de la población, un cambio en una vida plena de carencias y dificultades y que justamente por ello se sienten excluídos incluso de la educación formal o informal.

Por otra parte, el reconocimiento social adquiere relevancia en función de la disposición de bienes, de modo que también no pocos talentos son opacados por esa búsqueda de riqueza que en muchos casos viola elementales normas de vida.

Mientras avanzamos hacia la plenitud del cambio sugerido o soñado, son muchos los cambios que se pueden llevar a cabo. Sólo como un ejemplo podemos referirnos: a limitar las libertades del sector financiero; la necesidad de una reforma agraria significativa; reservar a manos de la comunidad la exportación de nuestra producción, preservando el costo de los bienes de producción nacional.

Asimismo, nos queda por señalar la presencia de un poder económico que no respeta fronteras y en consecuencia es ajeno de los intereses del país, pero con el que necesitamos tener vínculos por múltiples razones.

Somos latinoamericanos y en esta condición debemos seguir, participar, sostener y ampliar nuestras relaciones en la región, porque juntos tendremos mejor oportunidad de avanzar en nuestros objetivos.

Este bosquejo de realidades y sueños pretenden conformar un modesto aporte para que, con vigencia de las libertades que siempre debemos sostener, avancemos en el ideal de vivir en un país en el que vale vivir.

* Abraham Leonardo Gak: Profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires.