Al inicio de la pandemia circuló el dato de que William Shakespeare había escrito Rey Lear y Macbeth en cuarentena. Es cierto que el dramaturgo vivió dos plagas de peste bubónica –la primera en 1593 y la segunda en 1603– y también es cierto que los registros de la época indican que los efectos fueron letales para la población. Sin embargo, algunos expertos señalan que no hay pruebas suficientes que sustenten esa teoría. Se estima que comenzó a escribir Rey Lear en 1605 y, para entonces, la plaga ya había sido controlada en Londres. Este sábado el Complejo Teatral de Buenos Aires subirá a su web y a la plataforma Cultura en Casa la versión local estrenada en 2006, dirigida por Jorge Lavelli y protagonizada por Alejandro Urdapilleta.

Roberto Carnaghi, que en esa puesta encarnó al conde de Gloucester, señala: “Cuando Shakespeare crea este personaje, no tenía un actor de 80 años. Esta es una edad a la que difícilmente se llegaba en esa época, por las condiciones de vida. No digo que Lear tuviera Alzheimer porque en aquel entonces la enfermedad ni se conocía, pero es un hombre que delira, no sabe dónde está y decididamente no es un sabio, como tantos que llegan al poder”. Lear es uno de los grandes personajes creados por Shakespeare, y en su periplo puede leerse no sólo la caída de una familia sino también la decadencia de un reino. El rey lega el poder a sus hijas Regan y Goneril, mujeres ambiciosas que reparten lisonjas para obtener lo que desean. Cordelia –al igual que Casandra– es la única que dice la verdad pero nadie le cree, y su padre opta por desheredarla.

Carnaghi recuerda el profesionalismo y la exigencia obsesiva de Lavelli a la hora de dirigir: “Él tenía la escenografía preparada antes de llegar a Buenos Aires (hace años reside en París), y durante un mes hacíamos rondas de lecturas para que al pisar el escenario ya tuviésemos incorporada la letra. Además, trabaja mucho con el espacio, lo tiene todo pensado. Él es muy obsesivo. Hay muchos directores obsesivos pero no todos tienen el talento de Lavelli”. Y con respecto a Urdapilleta, recuerda: “Nunca había trabajado con él en teatro, habíamos hechos algunas cosas para televisión con Gasalla. Lo conocí y me hice muy amigo. Fue un actor maravilloso, de una energía, una potencia y una entrega que pocas veces vi en el escenario. Por supuesto no tenía los 80 años de Lear, pero con su actuación lograba cualquier cosa”.

En una entrevista con Página/12 en 2006, el mismo Urdapilleta decía: “Por la fuerza de la situación y de los textos, en cierto momento empezó a aparecer en mí, mágicamente, una cosa como de viejo. Sin hacerlo, no es que hago el viejito. Pero cuando te ponés bajo las leyes de la obra, de las escenas y los textos, te vas sintiendo un viejo”. Suele decirse que Shakespeare es universal y que sus obras trascendieron las particularidades de su época. Carnaghi sostiene que de cada pieza el espectador puede tomar cosas distintas: “Shakespeare escribía para los miembros de la corte pero también para la gente que no sabía leer ni escribir. Lear nos habla de los errores. Al inicio, tanto él como Gloucester están equivocados con respecto a lo que significa gobernar y distribuir el reino; están ciegos, no pueden discernir quiénes los quieren y quiénes no. Lear comienza como un hombre ignorante, pero a medida que transcurre la obra se hace cada vez más sabio. A Gloucester le pasa lo mismo: cuando queda ciego empieza a ver mejor”. En este sentido, Rey Lear traza un descenso que parece inevitable, pero al mismo tiempo plantea esa caída como un camino de conocimiento: todo tiende hacia abajo y el futuro es incierto, pero el protagonista descubre algo en ese recorrido.

Es innegable la vigencia de la obra del Bardo y su impacto en las dramaturgias que vinieron después. Jorge Lavelli enlazaba los temas planteados en Rey Lear a ciertos autores de la posguerra como Samuel Beckett. En Final de partida (obra inspirada en Lear y en el Libro de Job), Nagg y Nell, los viejos padres que habitan esa “casa que apesta a cadáver”, atrapados en tachos de basura desde donde sólo asoman sus cabezas, remiten de algún modo al inmovilismo y la desesperanza que caracterizan a estos personajes shakesperianos. Las ideas de Lavelli y la impronta de un actor como Urdapilleta –quien fue uno de los íconos del Parakultural, trabajó en ciclos televisivos junto a Humberto Tortonese y Antonio Gasalla, y subió a los escenarios para interpretar clásicos de la dramaturgia universal– sin dudas le aportan a esta puesta una gran singularidad.

La versión de 2006 contó con traducción de Patricia Zangaro, dirección musical de Nicolás Varchausky y un gran elenco que incluía a Pablo Alvarenga, Pompeyo Audivert, Daniela Catz, Marcela Ferradás, Emilia Paino, Gustavo Böhm, Fabián Bril, Eduardo Calvo, Marcelo Subiotto y Diego Velázquez, entre otros. Carnaghi asegura que a la hora de decidirse por un proyecto, el grupo humano es esencial: “Siempre evalúo que en el elenco haya buenos compañeros antes que actores geniales, gente que colabore para trabajar colectivamente. Eso es el teatro: equipo. Si no funciona eso, difícilmente el espectáculo sea bueno”. Y a propósito de las particularidades del hecho teatral, destaca: “Lo maravilloso del teatro es que todos los días es distinto porque el público cambia, los actores crecemos con el público. Esta filmación no fue pensada para ser proyectada sino que forma parte del archivo histórico del San Martín; es muy bueno poder encontrarse con ese material pero, claro, es una pequeña parte del fenómeno. El teatro es todo: el actor arriba del escenario, los espectadores en la butaca y un espectáculo vivo”.

* Rey Lear podrá verse gratis a partir de este sábado a las 20 a través de la plataforma Cultura en Casa (https://www.buenosaires.gob.ar/culturaencasa ) y la web del CTBA.