PáginaI12 En Francia

Desde París

“Nunca pensé que habría tantas traiciones”. La frase lapidaria del candidato socialista a la elección presidencial, Benoît Hamon, es un retrato alucinante de la caída al abismo del hombre que, con la línea socialista más ideal, ganó las primarias del partido ante los mastodontes del llamado “socialismo de gobierno”, es decir, la opción más liberal de la socialdemocracia francesa. Diputados, cuadros del partido y ministros del gobierno del presidente François Hollande incumplieron la doctrina partidaria y se pasaron bajo las banderas del movimiento de extremo centro En Marcha, a cuya cabeza está el ex banquero y ex ministro de Finanzas de François Hollande, Emmanuel Macron. El candidato relámpago que creó su estructura entre marzo y abril de 2016 enterró las posibilidades de Benoît Hamon: Macron dejó huérfano al candidato socialista en lo que, cada semana, es una transferencia interminable de apoyos de personalidades que abandonan sus ideas y su partido para sumarse a las filas de Macron. A la par de este valet de mudanzas dentro del PS corre la fractura de la propia izquierda entre, por un lado, Benoît Hamon, y, por el otro, el candidato de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon. Dividida en esas dos candidaturas que terminan por neutralizarse e hipotecan toda posibilidad de que el socialismo pase a la segunda vuelta de la elección presidencial agendada para principios de mayo, las izquierdas no tienen ninguna opción de conquistar el poder. La utopía de una unión entre ambas izquierdas es tan densa como la de la victoria. 

A fuerza de intrigas y deserciones, Benoît Hamon perdió el beneficio de la dinámica que surgió cuando, ante la sorpresa general, ganó las primarias en contra del socialismo liberal del ex primer ministro Manuel Valls. Varias encuestadoras –BVA, Opinion Way, IFOP– ubican a Mélenchon en cuarta posición, detrás de Marine Le Pen (extrema derecha), Emmanuel Macron y François Fillon, derecha. Falta sólo un mes para la primera vuelta y en el seno del PS la inquietud es patente. “El riesgo de una caída total existe”admitió en las páginas del vespertino Le Monde un miembro de la campaña de Hamon. El candidato socialista tiene, en realidad, cinco adversarios:dos por la izquierda, Mélenchon y su propio partido, uno por la derecha, François Fillon, otro por la extrema derecha, Marine Le Pen, y el último en el extremo centro, Macron. De estos cinco el más impensable es el que surgió desde el corazón del PS. El mismo Hamon habló de “cuchillos por la espalda” y llegó a pedir ayuda a los electores para hacerle frente “a tantas traiciones”. Hace unos días, uno de los más influyentes dirigentes del Partido Socialista, el Ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, se pronunció a favor de Emmanuel Macron. Y no será el único de los grandes que de ese paso. Se espera que en los próximos días el mismo Manuel Valls respalde a Macron. Valls tuvo una actitud de intriga surrealista:perdió las primarias, criticó el programa de Hamon, no le aportó su sostén legal para que éste juntara las firmas necesarias para validar su candidatura –igual consiguió otras–y ahora está listo para el ultimo acto. Valls calificó el programa de Hamon como “un cheque sin fondos” y empañado por una visión en la que, escribió, “se actúa como si el mundo a nuestro alrededor no existiera”. Su postura ha sido de una deslealtad constante que le valió incluso un llamado de atención de la autoridad que supervisa las primarias. Manuel Valls debió acatar la consigna disciplinaria que consiste en que el perdedor de una elección primaria respalde al ganador. Discreto y con constancia, se dedicó a hundirlo. 

La lógica no sirve para describir el descalabro, la irracionalidad, las traiciones, el oportunismo, la corrupción y el vacío de esta campaña electoral, totalmente contaminada por las discordias de la izquierda, el nacimiento del extremo centro,  los escándalos de corrupción y las imputaciones de que fueron objeto Marine Le Pen y François Fillon. Lo natural habría estado en que, inclusive con alguna que otra voz discordante, todo el gobierno de Hollande y los jefes socialistas se vuelquen a favor de su candidato. Pero el socialismo agiornado de Hollande y Valls empezaron a escribir su propia crónica de una derrota llena de traiciones y escaramuzas mezquinas. Desunida, la izquierda francesa jamás ganó la presidencia. Hoy está quebrantada, a mitad de una mutación y con actores políticas que, más que en la presidencia, tienen sus ojos puestos en el futuro. Emmanuel Macron saltó de la nada para terminar de sacarle las máscaras a quienes prosperaron dentro del PS y esperaban agazapados para hacer del viejo Partido Socialista una fuerza socialdemócrata asumida y liberal. El ex diseñador de la política económica del presidente François Hollande los forzó a salir de la selva antes de tiempo. 

El tantas veces evocado “síndrome de 2002” se volverá a repetir:la izquierda francesa, por segunda vez desde 1969, no jugará en la segunda vuelta. Las opciones entre apostar por una izquierda alternativa –la que ganó las primarias– y la restauración de la tercera vía socioliberal se volvió una arena donde los unos se devoraron a los otros, donde los que no consiguieron la legitimidad en las urnas la buscaron en las triquiñuelas y la traición. La izquierda ha perdido por afuera y por adentro. Hacia fuera porque, a pesar de la evidencia de los sondeos, Jean-Luc Mélenchon y Benoît Hamon no fueron capaces de pactar una candidatura única. Por adentro porque los calibres de mucho alcance del PS dispararon sus cañones contra la supuesta utopía que los electores validaron en las urnas.

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