Debieron pasar 44 años para que Graciela Esperanza Villarreal pudiera ser escuchada por la justicia federal, que esta misma semana tomó nota cierta de su lugar de encierro durante la última dictadura. El fiscal federal Adolfo Villatte recorrió junto a ella la llamada Quinta de los comandantes del Segundo Cuerpo del Ejército ubicada en Ayacucho y avenida de Circunvalación, que  pudo así ser localizada y reconocida como centro clandestino de detención. "El valiente testimonio de una sobreviviente como Graciela, permitió establecer que allí estuvo secuestrada durante la última dictadura". La mujer junto a los fiscales de la Unidad de Derechos Humanos y el juez Marcelo Bailaque recorrió en lo últimos días las instalaciones del predio militar, al que "fue reconociendo previamente antes de ingresar en cada habitación y rincón del lugar" destacó Villatte. El relato hizo que también el fiscal federal solicitara al juez que ordenara preservar el predio, donde comenzará a trabajar el Equipo Argentino de Antropología Forense. 

El 11 de agosto Graciela pudo volver a meterse en un túnel de tiempo para revivir al madrugada del 27 de setiembre de 1976: el pasto húmedo bajo sus pies, la tierra, los tres escalones del ingreso y el frío de los azulejos de la habitación donde la torturaron.  "No estaba preparada porque últimamente no anduve bien, después de las últimas declaraciones en los juicios, porque esto me sensibiliza mucho. Tengo el apoyo de mis cinco hijos, y además hace un año murió mi hermano, que era un ex preso, sin poder despedirnos. Pero decidí hacerlo en honor mi hermano, que antes de morir declaró en la causa del cura Zitelli. Este tema, la verdad, había quedado en el tintero porque nadie más hablaba de este lugar", confiesa. 

La única vez que pudo volver acompañada de funcionarios judiciales fue una vez que llegó hasta la puerta misma de la Quinta con la entonces fiscal que investigaba el terrorismo de estado, Griselda Tessio. "Pero no nos dejaron entrar en esa oportunidad " dice Graciela.

"Ahora pudimos ingresar y en verdad volví a esa misma noche, al 27 de setiembre de 1976. Entonces vivíamos en una casa de pasillo en la calle 24 de Setiembre entre Maipú y Laprida, soy hija de un policía y la zona de la Quinta la conocíamos mucho porque tenía familiares en Villa Gobernador Gálvez, y siempre íbamos a visitarlos con mi madre los domingos a Pueblo Nuevo", confiesa. 

 

"Senti que había que hacer justicia, porque queremos justicia, que no hay nada más, y que el testimonio es lo que vale. Que siempre todo con el tiempo sale a la luz, y que se hará justicia. Me queda la idea, la esperanza de que puedan encontrar algo". Graciela Villarreal

 

"Esa noche, cuando me secuestran de mi casa, le dicen a mi madre que nos llevaban a la Jefatura, pero ella va corriendo detrás del auto y vio que tomábamos calle San Martin hacia el fondo, al sur. Antes de llegar a doblar, me cambian de auto y puedo ver por debajo de la venda, un auto blanco. Ya sabíamos que era una break blanca la que usaban para chupar gente. Yo iba sentada en la parte de más atrás, vendada y sentada al lado de otro, adelante iban dos hombres y otro dos en el medio. Cuando llegamos al fondo de San Martín pasamos a un camino de tierra, porque se notó el cambio del suelo. En ese recorrido pasamos dos o tres lomitas, y después paramos y se abrió una puerta de jardín que no es la misma que está ahora. Aquella era de madera e hierro. El auto entró y estacionó, y es entonces cuando dos personas me levantan de abajo de los brazos, y siento los tres escalones del ingreso a la casa, abren una puerta y camino en un espacio largo y entro en una habitación. Allí me hacen desvestir, tocaba el piso con los pies porque estaba descalza,  y empiezan a torturarme. Ahí sentí la voz de Lofiego, que ya había visto en mi casa. En verdad hasta el día de hoy escucho su voz en mi tortura", recuerda Graciela.

"Yo había visto la cara de Lofiego en mi casa cuando entro y destrozó todo y revoltijeó todo. Era la misma voz, yo estaba vendada pero aterrorizada y lúcida a la vez. Allí empiezan a pegarme para confirmar datos de militantes, de personas en distintos lugares, me pedía nombres, y así termino con las encías rotas, la cabeza rota, los brazos ampollados. Me torturaron hasta las yemas de los dedos. Fue terrorífico. Recuerdo claramente que cuando ingresé a esa casa había olor a limpio, un olor espantoso a pintura, como que recién habían terminado de pintar. Era como una casa nueva en el olor, hacía mucho frío, era de madrugada y yo había pisado pasto porque los zapatos habían quedado en el auto. Estaba apenas con una camisita y un jean que era lo que había alcanzado a ponerme cuando me sacaron de mi casa", confiesa.

"Si me preguntan cuánto duró todo eso --rememora Graciela-- creería que me pegaron toda la noche hasta la mañana. Cuando dejaron de golpearme, me hacen cambiar para llevarme a otro lado, me tengo que agarrar de las paredes porque no me podía sostener. Allí sentí el frío de los azulejos de las paredes. Ahora que volví a entrar a esa casa, volví a sentir el frío de los azulejos, las puertas vaivén, las habitaciones y todo lo que había declarado en 1984", recuerda. "Pienso que me tuvieron allí desde la una de la mañana que me llevaron desde mi casa hasta la mañana del otro día, que fue cuando me trasladaron a la entonces a la Jefatura". 

Graciela recuerda también claramente la salida de la Quinta. "No vi a nadie porque estaba vendada, pero cuando me están por retirar, me sacan de la casa al pasto y dan la orden de que corramos porque nos iban a matar. No sé si los que corrieron conmigo eran otros detenidos o las personas que me iban a subir al auto, pero todos corrimos. Yo me tropecé con un arbusto y me caí, así que me levantaron y me tiraron en un auto, para andar nuevamente. Yo no estaba en buenas condiciones y lo que sé es que llegamos a la Jefatura. La verdad es que no estaba bien y no se si fueron una o dos noches las que estuvimos allí." 

--¿Que sentiste cuando pisaste la misma tierra que hace 44 años?

--Sentí que había que hacer justicia, porque queremos justicia, que no hay nada más, y que el testimonio es lo que vale. Que siempre todo con el tiempo sale a la luz, y que se hará justicia. Me queda la idea, la esperanza de que puedan encontrar algo. 

--¿Alguna vez tomaste contacto con otros sobrevivientes que hayan estado en la Quinta, o escuchaste testimonios sobre eso?

--Recibí otro comentario sobre el lugar, y que había pozos que estaban como en una caballeriza, y me hablaron de una pileta. La persona que me hizo ese comentario fue porque ingresó en aquella época y pudo hacerlo porque tenía un familiar allí. Me confirmó que funcionaba así como lo cuento y me confió que a los soldados les ordenaban hacer pozos y después los obligaban a taparlos, y que cuando el familiar les preguntaba qué eran esos pozos, los soldados les decían que a ese lugar no se debían acercar. Todo pasó en esa misma época --destaca Graciela. 

La última revelación no es menor: ahora el fiscal Villatte también pidió que comenzara a trabajar en el predio el Equipo Argentino de Antropología Forense, con Juan Nóbile a la cabeza. 

Uno de los impulsores de esta causa judicial es también Héctor "Chinche" Medina, quien tiene un hermano desaparecido y está convencido de haber estado cautivo en este lugar. "Lo de la Quinta de los Comandantes no es nuevo, allí se reunía los viernes el general Leopoldo Fortunato Galtieri con empresarios de la zona, con civiles que pasaban la información para llevar adelante la represión". 

--¿Funcionaba en la Quinta un centro clandestino? --le preguntó este cronista a Medina.

--Hubo soldados que lo comentaron, y hubo un hombre incluso a quien le asesinaron a su esposa en ese lugar, pero tuvo miedo de hacer la denuncia.  Los compañeros de ese mismo barrio nos decían que traían gente, detenidos, que mataban gente. Era el ruido del barrio, los rumores de esa zona. Hay testimonios de gente que habla sobre detenidos, torturados, asesinados y hasta enterrados en ese lugar. Hay testigos que vieron compañeros muertos en la Quinta. El lugar donde era imposible acercarse por la custodia que tenía, sobre todo a la parte de las barracas donde estaban los soldados. 

"Los compañeros de ese mismo barrio nos decían que traían gente, detenidos, que mataban gente. Era el ruido del barrio, los rumores de esa zona". Héctor "Chinche" Medina

Chinche confiesa que tiene "la presunción de que en este predio está mi hermano, además de otros compañeros, particularmente los del PRT que están en la causa Klotzman, porque no hay rastros de que hubiesen pasado por el Servicio de Informaciones. Es muy probable. Es una presunción porque no hay rastros en otros centros de detención, y esto se emparenta con la decisión de los comandantes de la eliminación absoluta de los militantes del PRT, los colaboradores, amigos y familiares. Esa resolución la firmaron en los primeros días de la asunción de la Junta militar".

Para Villatte, "lo sustancial en lo que refiere a la Quinta es que Graciela se sintió reivindicada, porque ella lleva manifestando hace más de cuarenta años que había sido detenida en ese lugar y nunca se había podido constatar. De alguna forma, también ella sentía que había quienes no le creían. Esto fue muy impactante, ver cómo iba adelantándonos, antes de ver algunas cosas, cómo nos advertía lo que venía. Nos describió como ingresó por la colectora de avenida de Circunvalación y cómo el auto entró al predio. También cómo la llevaron a una puerta ancha, donde la entraron por el sector sur de la casa, con tres escalones. Cuando llegamos, esta puerta ancha estaba cerrada, pero Graciela nos describió un pasillo ancho y largo, por donde entró y a mano derecha indicó que había una puerta vaivén que hacía mucho ruido cuando la abrían. Encontramos esa puerta señalada, así como los pisos fríos, que eran de mosaico, por donde la llevaron varios metros, que la ingresaron a una habitación con azulejos en sus paredes, que fue lo que encontramos. Eran los baños contiguos a la sala donde habría recibido la tortura. Todas estas circunstancias fueron muy impactantes, porque a nadie se le pasaba por la cabeza que esta medida judicial no era otra cosa que un reconocimiento del lugar, por el hecho de que hubiese estado presente el propio juez Bailaque, con lo cual  no hay forma de controvertir este punto", relata el fiscal federal.

En esa línea, Villatte adelantó que "ahora el Equipo Argentino de Antropología Forense va a trabajar sobre el predio, además de conseguir planos históricos y fotos satelitales, para conocer si hubo desplazamiento de antiguas construcciones y si hubo cambios en la casa. También para empezar a hacer esta investigación y encontrar si hay otra personas que por la fecha pudieron haber estado detenidas allí".