Maria Kolesnikova, la última de las tres adversarias del dictador Alexander Lukashenko que permaneció en Bielorrusia, admite tener aprensión mientras revisa su lápiz labial y mira por la ventana trasera hacia la plaza que da al Palacio de Cultura de Zhlobin, u ciudad  industrial en el sudeste del país."Hoy va a ser diferente", dice. "Puedo sentirlo."

Kolesnikova, de 38 años, ya ha recibido varias llamadas telefónicas advirtiendo de los problemas que podrían surgir, mientras conducimos las dos horas y media al sur de la capital. BMZ, la acería de la ciudad, fue una de las primeras en responder a los llamados a una huelga nacional, pero el régimen de Lukashenko está luchando sucio con amenazas a los trabajadores y cualquier persona que los apoye; algunos ya han sido arrestados. Se promete policía antidisturbios.

La escena siguiente es suficientemente amenazadora. La plaza está vacía, excepto por dos docenas de policías. Pero pronto un grito de "¡María!" atraviesa. En un instante, varios cientos de lugareños aparecieron de la nada, invadiendo la plaza. “Lukashenko u-kho-di”, gritan. Lukashenko - ¡renuncia!

Lo que sigue es una obra de teatro cómico. Un pequeño grupo se reúne en una fila detrás de Kolesnikova, mentras una mujer les entrega banderas del estado bielorruso, símbolos del régimen de Lukashenko. El aparente líder del grupito, un hombre bajo y redondeado, de rostro y camisa rojos, y con un megáfono en la mano, se sube a un pedestal. “Maria Kolesnikova y la oposición tienen problemas y lo saben”, ruge.

El villano de la pieza es ahogado por abucheos, silbidos y más cánticos para que Lukashenko se vaya. Mientras tanto, Kolesnikova pide calma. “Lukashenko está tratando de hacernos pelear entre nosotros”, dice. "Demostremos a la gente que podemos hablar entre nosotros y que todos queremos las mismas cosas".

En el automóvil con Kolesnikova en el camino de regreso después de la protesta, descubrimos que el hombre era un oficial de policía local disfrazado para la ocasión. Kolesnikova dice que entendió que fue un acto de provocación deliberada. “Están haciendo todo lo posible para intimidar a la gente, pero todavía vienen y tenemos la tarea de apoyarlos y mantener la calma”.

El liderazgo revolucionario de Beilorrusia ha hecho de la protesta no violenta una piedra angular de su desafío a Alexander Lukashenko. Esto se ha mantenido en gran medida a pesar de las espantosas provocaciones del líder del país durante 26 años: robarle una elección a la rival Svetlana Tikhanovskaya; desencadenar una actuación policial de tipo Gestapo, deteniendo a miles; matando al menos a cuatro personas y torturando a cientos en algunas de las escenas más sombrías de la historia europea reciente.

Pero con las protestas perdiendo impulso en medio de una astuta respuesta de la máquina de Lukashenko, a muchos les preocupa que la paz no se mantenga por mucho tiempo. Las huelgas a nivel nacional, el elemento más eficaz de la resistencia, no parecen ser muy prometedoras. Varios cientos de trabajadores de la planta siderúrgica de Zhlobin han bajado sus herramientas, pero como en otros lugares, informan de una creciente intimidación. Solo un pequeño porcentaje dice que está listo para llegar al final, y generalmente solo los más jóvenes y ultra comprometidos aguantan.

Kolesnikova admite que no hay un plan ni una hoja de ruta para esa victoria. Como todo lo que ha sucedido en Bielorrusia durante unos meses notables, cree que el progreso se produciría espontáneamente.  “Mire, no teníamos planes para las huelgas, pero sucedieron porque los trabajadores no podían soportar ver a la gente golpeada”, dice. “Lo único que planeamos fue dar a las personas un sentido de respeto por sí mismas. Y esa es la fuerza imparable que está impulsando todo lo demás”.

Kolesnikova saltó a la fama en julio como parte de un atrevido desafío femenino de tres frentes al presidente inmutable de Bielorrusia. Hasta el verano pasado, era una música profesional en Alemania, pero Viktor Babariko, un carismático director de banco e inesperado futuro candidato presidencial, la invitó a Minsk para dirigir un centro cultural. Más tarde fue invitada a gestionar el desafío presidencial de Babariko, uno que conmocionó a Bielorrusia, ya que puso al autócrata en aviso y llevó al candidato y a su hijo Edward a la cárcel, donde permanecen hasta el día de hoy.

Hábil oradora y de presencia carismática por derecho propio, la activista política ya ha hecho varias contribuciones clave a la historia de Bielorrusia. Ella fue la fuerza impulsora para unirse a tres campañas presidenciales detrás de Svetlana Tikhanovskaya, una ama de casa y que solo se postuló porque Lukashenko había encarcelado a su esposo.

Kolesnikova revela que Tikhanovskaya inicialmente se mostró muy cautelosa al enfrentarse a un autócrata de conocida crueldad. Pero ella se recuperó en solo 15 minutos: "Teníamos dudas y representamos electorados muy diferentes, pero queríamos demostrar que podíamos comprometernos". Junto con Veronika Tsepkalo, la esposa de otro candidato encarcelado, Tikhanovskaya y Kolesnikova llevaron a cabo una campaña brillantemente simple. Rechazaron la ambición política personal y prometieron celebrar nuevas elecciones democráticas. 

Pero después de una elección vergonzosa, y las salidas de Tsepkalo a Rusia y luego de Tikhanovskaya a Lituania bajo amenazas de violencia, Kolesnikova se quedó sola en Bielorrusia. "Estoy aquí hasta el final, aunque estamos jugando un juego largo".

Kolesnikova insiste en que el presidente ruso Vladimir Putin no debe preocuparse. No habría cambios en las relaciones exteriores, insiste. "La mayoría de los bielorrusos no apoya a Lukashenko", dice. “¿Me dices que los rusos quieren luchar contra el pueblo bielorruso? No veo cómo funcionaría eso”.

The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12

Traducción: Celita Doyhambéhère