Cuando nos referimos a la incidencia del fantasma en la literatura, aludimos a ese espacio construido entre lo imaginario y simbólico, con un pie en aquello que se puede nombrar y la “cosa”, lo real, perdido para siempre. Ese espacio, esa ala de lo real que aparece extraña y fascinante en la literatura es lo que permite al novelista la construcción de sus personajes. Sábato habla de esto en ese libro extraordinario El escritor y sus fantasmas (1963). Freud, en El Poeta y los sueños diurnos (1908), muestra la cuestión fantasmática en la producción de esa clase especial de poeta: el novelista. En efecto, el mecanismo de la fantasía es el móvil y la materia del poeta narrador, por antonomasia el poeta épico (Homero) y, por lo tanto, en el devenir histórico de la literatura, del novelista. Oscar Wilde, el maestro, nos deslumbra cuando descubrimos en El fantasma de Canterville, tan tierno como irónico, que Lord Simon de Canterville comparte el año de su desaparición como persona y su aparición como espectro con el año de nacimiento del mismísimo Wilde en un juego de cifras. Oscar Wilde nació en 1854 y dice que el triste, cruelmente ingenuo, romántico y fracasado fantasma de Canterville, tenía 300 años, pues se hablaba de él a partir de 1584 (invierte el 8 y el 5 de 1854 y obtiene 1584). Una cifra es un universo, una clave como en “La muerte y la brújula” de Borges, donde el tetragrámaton o nombre de Dios guía al detective, especie de razonador Dupin, hacia su propio destino. En la dedicatoria de El hacedor (1960), Borges recuerda que Lugones se había matado a principios de 1938, año en que había muerto su padre, Jorge Guillermo Borges, exactamente el 14 de febrero (cuatro días antes que Lugones), de modo que esta dedicatoria aparece teñida por esa coincidencia fundamental. Pero el asombro no se agota, cuando al leer el cuento “La noche de los dones” en El libro de arena, (1975) encontramos otra fecha representativa, 1874, año en que trascurren los hechos, ya que se narra la muerte violenta nada menos que de Juan Moreira acorralado en un prostíbulo y donde el narrador-personajes (entonces un púber) ha descubierto el amor. El cuento muestra sin duda el terrible correlato entre lo amoroso y erótico, entre el sexo y la inusitada violencia, elemento que se repetirá en otros textos borgeanos como “El Evangelio según Marcos”, “La intrusa”, “El muerto”, “hombre de la esquina rosada” y ”Emma Zunz”. También la muerte del ficticio Tadeo Isidoro Cruz en el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)” ocurre en el repetitivo 1874.

Ese año -el de la muerte de Moreira- es el año en que nacen tres hombres fundamentales en la vida de Jorge Luis Borges: en primer lugar, su padre Jorge Guillermo, el admirado y criticado Leopoldo Lugones y el querido e insuperable Macedonio Fernández. Además es el año de la muerte del abuelo, el Coronel Francisco Borges, fusilado luego de la batalla de La Verde (26 de noviembre de 1874), donde se enfrentaron las tropas comandadas por Bartolomé Mitre y las nacionales dirigidas por José Inocencio Arias que resultaron triunfantes y sofocaron la revolución de 1874. De este modo, la muerte del abuelo Francisco Borges siempre se recordará pues está unida al año del natalicio de Jorge Guillermo Borges, un niño de pocos meses (había nacido el 24 de febrero de 1874) cuando su padre falleció. Un día 24 nació Jorge Luis, el 24 de agosto de 1899. A quienes se interesan por la numerología, puede resultarles significativo constatar que el 24 de agosto en la historia está marcado por acontecimientos fatales, como lo fueron la erupción del Vesubio que sepultara a Pompeya y Herculano (24 de agosto del año 79 de nuestra era) y la llamada Noche Triste de San Bartolomé (24 de agosto de 1572), jornada sangrienta en la que se asesinó a los llamados hugonotes (protestantes) en Francia durante la guerra de religión. El 24 con su carga significativa en la numerología y que Ernesto Sábato destaca cuando hace notar que su nacimiento, el 24 de junio de 1911, coincide con la noche de San Juan, un momento especial del año. Sábato habla de brujas y maleficios, por eso otorga a su siniestro personaje Fernando Vidal Olmos, protagonista de “El informe sobre ciegos” de Sobre héroes y tumbas (1961), su propia fecha de nacimiento: 24 de junio.

Los argentinos también relacionan el 24 de junio con la muerte de una de sus figuras más populares y queridas: Carlos Gardel, quien falleció en Medellín, Colombia, en un accidente aéreo el 24 de junio de 1935.

De este modo, el número 24 reúne los nacimientos de Borges y Sábato, nacidos en años finalizados en números dobles: 11 y 99. Según la numerología la repetición del 1 tiene que ver con el origen o principio, mientras que la del 9 (número dantesco por excelencia) abona la idea de un salto cuántico, hacia otros espacios.

Borges, cuya preocupación por los números y las fechas es innegable, trazó sin duda las coordenadas del nacimiento y muerte de su padre, acontecidas en el mismo mes: 24 de febrero de 1874 y 14 de febrero de 1938. En estas cifras predominan los números pares y el 4 o múltiplo de 4 (el tetragrámaton de “La muerte y la brújula”). El día 18 de febrero del mismo año de 1938 se suicida en El Tigre, Leopoldo Lugones. Esta coincidencia se anuda en “El Aleph”, escrito años después y dedicado a Estela Canto, cuya protagonista fallece en el mes de febrero que marca el fogoso verano de Buenos Aires, pleno de luz y calor. Febrero será entonces fundamental en la vida de Borges, pues en él se entrelazan el origen y el final de quienes marcaron su destino de escritor.

Otra fecha sitúa la temporalidad ficticia del “El Aleph”, cuando el narrador-personaje- Borges, recuerda que el 30 de abril era el cumpleaños de Beatriz Viterbo. Todos los 30 de abril, el narrador-Borges visitará al primo hermano de Beatriz, Carlos Argentino Daneri para recordar a la muerta.

“La noche de los dones” (El libro de arena, 1975), ubica la acción en el recuerdo del personaje-narrador, exactamente el 30 de abril de 1874. Más de un siglo después, el 30 de abril de 2011, muere Ernesto Sábato en Santos Lugares, Buenos Aires, y cierra un periplo de realidad y ficción que puede enunciarse así: Borges-Moreira-Sábato.

Tampoco podía pasar inadvertido para Borges el 30 de abril de 1945, fecha en la que se suicidó Hitler y su amante Eva Braun, unos días antes de la rendición de Alemania ante los aliados.

Lepoldo Lugones había nacido el 13 de junio de 1874, año en que había nacido también el padre de Borges. Por su parte el mismo Jorge Luis Borges muere el 14 de junio de 1986, en una progresión nacimiento-muerte que puede ordenarse así: Lugones-Borges, en dos días sucesivos: 13 y 14 de junio. De este modo, la muerte de Jorge Luis Borges cierra el ciclo iniciado con el nacimiento de Lugones el 13 de junio de 1874. La reunión a través de la fechas de Lepoldo Lugones, Jorge Guillermo Borges y Francisco Borges, tal vez expliquen el necesario parricidio literario del Borges juvenil contra la figura magistral del poeta cordobés. También por el camino de las identificaciones, Borges cumplirá una trayectoria ideológica semejante a la de Lugones: abrazará, como el autor de La guerra gaucha y El lunario sentimental, el socialismo en su juventud, adherirá luego a las causas republicanas a través del radicalismo para finalmente enrolarse en los principios del conservadurismo (recordemos que se afilia al partido conservador como lo confiesa en el prólogo de El informe de Brodie de 1970) y hablará de su “ recobrado país” en el muy significativo y desdichado prólogo de La moneda de hierro, libro publicado en aquel año aciago del golpe de estado de 1976 que sumió a los argentinos en la más dura y cruel dictadura del siglo XX. En el mismo prólogo afirma que descree de las democracias, “ese curioso abuso de las estadísticas”. En la década del 30, llamada la década infame por el surgimiento de gobiernos militares de corte fascista, Lugones había hecho flamear esos ideales autoritarios a través de lo que él mismo dio en llamar “La Hora de la Espada”. La rebelión de Borges contra el modernismo, durante los años del ultraísmo, cuando adscribe su poesía a las líneas vanguardistas, no deja de mostrar tal vez cierta rebelión contra su padre, hombre culto y distinguido, que había elegido Suiza para educar a sus hijos Jorge y Norah y que había publicado una novela, El caudillo, dentro de los cánones realistas. Muchas décadas después de la muerte de su padre y de Lugones, escritor ya maduro, Jorge Luis dedica a Lugones, al fantasma del escritor que encuentra en una ensoñación poética en la Biblioteca Nacional, su libro El hacedor, como magnífica ofrenda al Poeta…y al Padre.

*Escritora. Premio Casa de las Américas de Cuba. Novela, 1993. Recientemente obtuvo el Premio “Novelas Ejemplares”, Universidad Castilla La Mancha, Editorial Verbum, Madrid, España, 2020.