Sin avisos ni preámbulos, la cámara se enciende en la cotidianidad de Malva: el relato de sus inabarcables historias de vida se alterna con animaciones en papel de diario, fotografías y materiales personales que retratan el testimonio de casi un siglo de persecuciones y cárceles, pero también de victorias, alegrías clandestinas e infinitas aventuras, como aquella originaria que relata que a sus dulces 16 arañando los 17 escapó de Chile y cruzó la Cordillera de los Andes en dirección a Mendoza junto a dos mariconas amigas, portando solo un puñado de manzanas y un sánguche de mortadela. Así llegó a estas tierras en la década del 40 en las que, en sus propias palabras, "no se podía hacer una reunión ni debajo de la tierra" porque caía la policía y otra vez, todas adentro sin mucha más información. Y si por si hiciera falta mayor claridad, Malva redobla: "No nos dábamos cuenta cuando había dictadura, porque para nosotras siempre era lo mismo".

Casi al inicio de su documental Carina Sama relata lo más temido e indeseado: Malva falleció a los pocos días de comenzado el film. Y, como señala la realizadora en conversación con SOY, en Argentina la edad promedio de una travesti aún después de la Ley de Identidad de Género no sobrepasa los 37 años, lo cual hace que para ella encontrar a alguien de 90 (el DNI de Malva decía que era de 1925 y en sus dichos era de 1919) sea la evidencia viva que había visto la sistemática persecución que provocaba la feroz estadística. "Malva era la única longeva de su especie, una especie que lleva en el cuerpo ese margen que me podía dar una luz sobre cómo sobrevivir a lo patriarcal", cuenta emocionada y hace hincapié en cómo en esos pocos días la Malva le dio vuelta el proyecto que había pergeñado para su película: “La pose de Malva se convirtió en la premisa de que, para abordar un feminismo a fondo, no hay posibilidad si seguimos replicando desde la mirada tradicional: ¿podemos desde un aprendizaje patriarcal y heteronormativo poner la cámara frente a seres no normados?"

Con sorpresas, problemas fortuitos, mucha investigación y trabajo, el film se finalizó e inmediatamente salió a yirar por el mundo, con una repercusión notable en el Festival Internacional de DDHH y en el de la Organización Internacional por las Migraciones, en donde empezaron a llover pedidos de proyección de países como Grecia, Vietnam, Sudáfrica o Tailandia, acompañado del premio de Percepciones Texuales, que consistió en una adaptación para personas ciegas y sordas. Y aunque quedó en lista de espera hacer una función para ellas, este viernes en el estreno en Cine.ar podrá verse con subtitulado para personas hipoacúsicas.

¿Qué fue lo que te condujo a Malva y a hacer el documental?

En el estreno del primer documental Madam Baterflai la gente de Diversidad Sexual de Nación me entrega en mano un librito publicado por el Centro Cultural Rojas llamado Mi recordatorio, la autobiografía de Malva, y me dicen “éste es tu próximo documental”. Tardé unos meses en ponerme, recuerdo que pensé: “Le minotaure existe”.

Malva falleció en pleno rodaje, ¿cómo fue continuar en esas circunstancias?

La muerte de Malva a una semana del comienzo de la filmación del documental que había escrito me deja devastada, pero con conciencia de que esas entrevistas eran una joya en contenido, ya que hablando con la gente del Archivo de la Memoria Trans, las fotos y los dichos de Malva, eran únicos. Confirmaron que no tenían fotos anteriores a los ’70, y ella poseía desde 1946 en adelante. Hice un primer armado tomando en cuenta una línea narrativa cronológica, eso fue lo que le mostré a Marlene Wayar, una par de Malva quien fue artífice del encuentro ya que habían trabajado juntes en la revista El Teje. Con esa mirada e intelecto agudo, Marlene me da la clave para la investigación: “Malva siempre se te puso en escorzo”. Malva dominó con su pose todo intento de domesticación y tuvo que morirse para que eso no ocurriera.

¿Cómo que siempre se ponía en escorzo?

La palabra “escorzo” es dicha intuitivamente por Wayar y trabajada en su espectáculo Cotorras, y trabajada académicamente por Ortega y Gasset. El nexo entre el yo (interno) y mis circunstancias (externo) es el escorzo. La teoría del escorzo se presenta como la perspectiva singular que permite descubrir en toda su profundidad la verdad del objeto estético contemplado. Cuando hacemos una entrevista solemos colocarnos frente a nuestro entrevistade a la altura de los ojos, eso nos permite ver solo una arista, si esa persona gira a 45 grados todo su cuerpo podemos ver el largo de su pelo, y si algo está más cerca, sus arrugas, pero si alguien se acuesta no invita a ver su tercera dimensión y si esa dimensión es vieja y travesti, ¡es algo mucho más que la dimensión desconocida!

Por la situación inesperada de su muerte, ¿qué cosas importantes te quedaron afuera?

Me quedaron afuera cosas que le preocupaban del futuro, el tema de la Reparación hacia las trans mayores pensaba que iba a lograr verlo, ya que necesitaba dejarle al menos una cierta estabilidad aunque fuera momentánea a su familia. Soñaba un hogar de y para trans donde todes quienes trabajaran lo fueran, las redes ante todo. Pero había que soñarse viejes primero.

A PUERTAS CERRADAS

Carina cuenta que Malva siempre se escapaba al preguntarle sobre el amor y sobre saber quiénes eran las personas que habitaban en sus fotos. Eso, que deja muy explícito en el documental, permite también entrever un pacto tácito de sinceridad y respeto entre entrevistadora y entrevistada: la realizadora tenía la libertad de preguntar lo que quisiera al igual que ella de responder, pero lógicamente, como en todo pacto, surgen excepciones y quedan cientos y miles de cuestiones esperando en el tintero.

¿Cómo era ella fuera de cámara?

Igual que dentro de cámara, muchas veces no se daba cuenta de que la filmaba. Malva tenía pocas pulgas, era brillante, mal hablada, era gracioso escuchar a una viejita adorable decir “soplanuca”. Una memoria envidiable y un ingenio difícil de seguir, tenía que correr para alcanzarla al caminar. Su cuerpo viejo era su límite. Había días que estaba cansada y triste, otros re chispita. En su casa de Villa Urquiza se sentía a sus anchas, decía que se iba a quedar pero siempre me pedía volver a San Miguel, a lo de Elsa, su familia elegida. Siempre estaba dispuesta a contar cosas, pero tenía sus límites. Yo sabía que aún no tenía la suficiente confianza para explayarse.

¿Y cuáles son esas “miles de preguntas sin responder” que mencionás en el film?

Había una etapa de su vida que obviaba de los 80 en adelante, solo contaba su etapa de escritora en El Teje y Soy, pero eso no fue hasta 2007 aproximadamente. Creo que si hubiera logrado su total confianza quizás me hubiera contado sus secretos, pero supongo que sabía que no estaba preparada para escuchar. Quizás ese gesto pueda ser un punto de vista escorzado para impulsarnos a ver y a escuchar en todas sus dimensiones, para modificar lenguajes o al menos dispositivos de una narrativa cinematográfica anquilosada, o proponer formas de expresarnos en subjetividades transfeministas que nos muestren cómo transitar ese margen, esa frontera sin territorios, y nos lleven a un mundo no binarie, para así lograr infancias libres. De esto estamos hablando en un grupo de reflexión en Cartelera Feminista y en Acción, mujeres de cine, dos grupas en las que trabajamos arduamente para construirnos.

¿Qué anécdotas del rodaje son las que más fácilmente recordás?

Malva estaba preocupada por la situación económica de Elsa cuando no estuviera. El día de la prueba de cámara camino a San Miguel le dijimos que se casara con ella así le dejaba al menos su magra jubilación. Nos miró y se sonrojó como adolescente... “¡Pero cómo se lo digo! ¡A ver si pretende una noche de bodas!” Todes reímos, pero se quedó pensativa. A veces nos íbamos o volvíamos desde Bella Vista hasta San Miguel en remís y siempre le tiraba onda a los remiseros, que sonreían sonrojados.

¿Qué se viene después de este estreno?

Desde hace años estoy trabajando en otro documental sobre una de las protagonistas de Madam, Paloma León. Pero hasta no conocer a Malva me di cuenta del dispositivo. Madam Baterflai la hice de la manera aprendida, pero en “Con nombre de flor” me di cuenta que era incompatible poner la cámara y el oído heteronormadamente cuando lo que se ve o escucha está en los márgenes. En La Paloma le propuse a la protagonista que la cámara la hiciera ella, viendo lo que ella quiera ver, contando lo que desee, yo solo propongo preguntas, casi a modo de bio-video-correspondencia.

Con nombre de flor se estrena el viernes 28 de agosto desde las 18 en Cine.ar y Cine.ar Play.