Qué vergüenza. Estuvo a punto de subirse al avión en el que murieron Buddy Holly y Ritchie Valens, es uno de los pocos personajes vivos de la tapa de Sgt Pepper’s, fue presentado en el Salón de Fama del Rock’n’Roll por Lou Reed... y sin embargo cuando alguien dice su nombre pensamos inmediatamente en el apellido de una cantante aulladora canadiense. Hay que grabárselo en la cabeza: Dion no tiene nada que ver con Celine ni con el Titanic. Fue, es y debería ser por siempre un nombre asociado inmediatamente con los comienzos de lo que hoy todavía llamamos rock. Un tipo de corta estatura pero con una historia enorme, un auténtico sobreviviente de la pequeña Italia del Bronx neoyorquino, al punto de que --en medio de esta pandemia que día tras día suma evocaciones y despedidas-- si estamos hablando hoy de Dion DiMucci no es para llorarlo sino para celebrar su nuevo disco, Blues with friends. Y esos friends son nada menos que Van Morrison, Paul Simon y Bruce Springsteen, entre otros. “Dion sabe cómo cantar, y conoce la forma exacta de cómo hacer estos blues”, asegura Bob Dylan, el otro músico que aún está en este mundo --además de Paul y Ringo, claro-- entre los incluidos en aquella portada beatle. Aunque no lo acompaña cantando, Dylan es otro de sus amigos, y por eso firma los comentarios incluidos en el disco. “Tiene algunas verdaderas estrellas aquí para ayudarlo. Pero al final es sólo Dion, junto con su voz magistral, lo que te hará volver a compartir estos blues con él”.

Para llegar a los 81 años que celebró el mes pasado, DiMucci debió atravesar más de un desafío. Creció en las calles del Bronx, escapando de las constantes peleas de sus padres en su hogar. Comenzó a beber a las 12 años, fumó su primer porro a los 13 y a los 14 ya estaba probando la heroína. Su primer disco, en cambio, lo grabó recién a los 17. Ya tenía un par de éxitos cuando Buddy Holly lo invitó a subirse al ómnibus de aquella gira fatal de invierno, en enero de 1959. En sus memorias, Dion recuerda que, harto del frío de Iowa, la estrella del tour decidió contratar un avión para llegar más rápido a la próxima fecha en Minnesota, e invitó a sus colegas a acompañarlo. Estaban sorteándose los espacios que quedaban libres cuando Holly anunció que el viaje les costaría 36 dólares a cada uno. Era justo la cifra por la que peleaban todos los meses los padres de Dion cuando era chico, y se imaginó a su madre reprochándole gastarse el dinero del alquiler en un viaje a Minnesota, así que se bajó del avión. “Valens no debió haber estado en ese vuelo”, confesó. “Le tenía miedo a los aviones porque cuando era chico uno se había estrellado contra su escuela. Pero ocupó mi lugar. Fui el único que sobrevivió a esa gira”.

La historia dice que el rock murió en ese accidente, pero Dion siguió adelante. De hecho la gira en cuestión increíblemente no se canceló: Jimmy Clanton y Bobby Vee oficiaron de reemplazo para que el show pudiese continuar. En el caso de nuestro cantante, su carrera todavía tenía por delante canciones como “Runaround Sue”, que encarna lo mejor de aquella época. Sin embargo, lo que a Dion le llamaba la atención era el blues, en sincronía con los jóvenes músicos que lo estaban descubriendo del otro lado del Atlántico. Su discográfica tenía otra idea: Las Vegas. En el tironeo artístico --con auténticas joyas musicales olvidadas por el camino-- las drogas hicieron su parte y Dion se fue cayendo del mapa del negocio, pero al menos supo encontrar en la iglesia su salvación. Refugiado en Miami con su mujer Susan, su vida y su música continuaron a su ritmo, aunque cuando sus colegas lo convocaron a sumarse al Salón de la Fama --en 1989, junto con los Rolling Stones, entre otros-- descubrió con orgullo que no lo habían olvidado.

Desde entonces y hasta ahora siguió sacando discos, internándose palmo a palmo en los secretos del estilo con el que se obsesionó y que de alguna manera le costó su carrera a comienzos de los años 60. Alcanza con repasar los títulos de algunos de los más recientes para completar la historia: Bronx in Blue (2006), Son of Skip James (2007) o Tank Full of Blues (2012). De hecho, la solidez del flamante Blues with friends reside en que es una suerte de antología de lo mejor de su última época, junto a invitados de lujo. Por ejemplo, el hermoso cierre del disco, “Hymn to Him”, es de su época gospel de los ’80, y aquí lo vuelve a cantar junto a Patti Scialfa y Bruce Springsteen, que siempre ha señalado a Dion como uno de sus ídolos. Otro de los grandes momentos es un tema escrito años atrás, pero que grabó recién para este disco, con Paul Simon: “Song for Sam Cooke (Here in America)”, inspirada en conversaciones con el cantante asesinado en 1964, que supo ser su amigo. Los nombres y la historia se apilan al hablar de Dion, y entonces llega el momento de dejarle la palabra a Lou Reed, que al presentarlo en el Salón de la Fama confesó que su idea del paraíso era poder hacer alguna vez coros en sus temas: los había escuchado tanto que se los sabía de memoria. “Romperé mi camisa/ y le mostraré ‘Rosie’ en mi pecho”, recitó Reed entonces, citando la magistral letra de “The Wanderer”, y agregó: “Es un verso tan perfecto que más de veinte años después no pude resistir la tentación de homenajearlo en uno de mis discos. Después de todo, ¿Quién puede tener más onda que Dion?” Palabra de Lou, palabra del rock’n’roll.