De prodigio a experimentado. Felipe Barrozo termina de elaborar esa transición en una cuarentena que le sirvió para exorcizar dos berretines en los que no se terminaba de hallar: la docencia y el canto. Dos maneras diferentes de usar su voz, ya sea para enseñar guitarra o para narrar sus canciones.

"No venía tocando mucho, así que le metí con las clases por Zoom. Tengo alumnos desde Villa La Angostura hasta Tucumán, y creo que es una de las cosas que van a quedar después de la pandemia, porque no habría otra forma de llegar a ellos", cuenta Felipe, quien está trabajando de manera online bajo la estructura de Casa Teatro Estudio. "Antes no me sentía con la edad para enseñarle a alguien, venía alguien más grande y me daba cosa… o vergüenza. Ahora me gusta compartir lo que hice y lo que sé."

Pero lo más visible de este proceso es Caliente, punta de lanza de lo que antes de fin de año será el primer disco post Intoxicados que publicará con su nombre y apellido. "Es algo que también aprendí: a salir con lo mío y trabajarlo en mi cabeza, conmigo mismo. Antes cantaba bastante mal y me esforcé mucho por mejorarlo. Ahora me escucho después de grabarme… y por lo menos no me fastidia. Y pensar que John Lennon se murió odiando su voz, por eso las duplicaba cuando grababa."

Caliente incluye un video dirigido por el dramaturgo Martín Flores Cárdenas, con actores y bailarines, y opera como adelanto del disco que planea publicar antes de fin de año. Va a tener nueve canciones vectorizadas por el rock, aunque asegura que habrá "cosas de todo tipo": desde un instrumental acústico con cuerdas hasta "una especie de reggaetón tipo dancehall medio extraño que se llamará Rápido lento, algo polémico para los ortodoxos", se aventura.

Un par de primeras veces

Felipe jamás había estudiado guitarra: sus primeros approaches "teóricos" fueron con unos acordes que le enseño su papá, los necesarios para poder orejear en casetes las armonías de Skay Beilinson en Los Redondos y del Tano Marciello en Almafuerte. Pero la manija por aprender lo llevó a ampliar el espectro orillando el tango (integró un trío de violas sobre el género) y hasta la música celta: "Mi tío es uno de los pioneros en tocarlo en Argentina, y una ex pareja de mi mamá también".

En ese paseo por distintas escuelas musicales, el ingreso a Intoxicados fue su universidad. "Había reggae, hiphop, otras ondas. Por eso, cuando empezamos, el público decía que Pity se había vendido, que no le gustaba más el rocanrol. ¡En el primer show tocamos un tema de Los Ramones y muchos se iban!"

A Felipe, lo que está pasando ahora con el trap le recuerda a eso. "¿Nos vamos a poner en contra solo porque es algo nuevo o está hecho con una computadora? No entiendo a los músicos que se ponen en ésa", sentencia.

Se acaban de cumplir quince años de Otro día en el planeta Tierra, disco emblema de Intoxicados, y comenzaron a aparecer desde una reedición del álbum hasta una versión en vivo de Fuego. Pero, más allá del aniversario y las efemérides, Felipe cree que es un capítulo pasado.

Sobre todo después de la experiencia con Dos Intoxicados, que compartió junto al bajista Jorge Rossi entre 2017 y 2019. "Viajamos mucho y estuvo buenísimo el reencuentro con el público, pero eso me absorbió mucho tiempo para hacer mis proyectos. Creí que podía con ambas cosas, y no. Así que ahora quiero focalizarme más en grabar mis canciones."

"En realidad siempre me gustó componer, casi desde que empecé a tocar la viola: incluso con las canciones ajenas aprendía los solos por la mitad y el resto lo inventaba", asegura. Su pasado así lo valida: en la web flotan como boyas temas propios de distintos proyectos como La playa (no me gusta el mar), de Nada Más que Hoy (su banda de 2012), o un demo de cinco canciones fechado en 2016, además del EP Tito y Fito, publicado junto al bajista Topo Vergara.

"Hay músicos que se ponen en grandes y se vuelven bichos de estudios de grabación, o dicen 'yo toco para mí'", arranca Felipe. "¡No es mi caso! Lo que más me llena es tocar en vivo, conocer lugares, zapar. No toco la guitarra en casa, necesito que alguien me escuche."

En cuarentena, Felipe Barrozo se reconcilió con su voz y empezó a dar clases | Foto: Cecilia Salas