A la agitada semana a causa del coronavirus, con protestas en las zonas más críticas de circulación viral y la salida de la ministra de Salud Josefina Medrano, se sumaron las marchas y contramarchas de la cúpula de la Iglesia Católica salteña, con el rezo de la novena en la Catedral y el anuncio de una procesión de los santos patronos por la plaza, sin respetar las disposiciones del COE local.

Esta no es la primera vez que la Fiesta del Milagro toma un tinte político y se cruza con las decisiones de las autoridades de turno, como pasó en 1955 durante el gobierno peronista, o el año pasado, antes de las elecciones, cuando el por entonces presidente Mauricio Macri asistió a la celebración y recibió duras críticas del arzobispo Mario Cargnello.

Tras las medidas dictadas por el Comité Operativo de Emergencia para intentar bajar la circulación de personas en el departamento Capital y evitar las aglomeraciones en el marco de las Fiestas del Milagro, el Arzobispado salteño emitió un comunicado acatando la decisión de cerrar las iglesias, pero convocó a una procesión el martes 15 a las 17.

El anuncio, que lleva la firma de monseñor Mario Cargnello, invitaba a las principales autoridades provinciales a participar en el marco del cierre de las celebraciones, de la “Solemnidad del Señor del Milagro”, en donde las imágenes de Cristo en la cruz y la Virgen saldrán a la calle “para respetar el mandato histórico”.

El acto fue considerado de alto riesgo por gran parte del arco político y de las autoridades sanitarias, quienes subrayaron que las restricciones que se aplicaron el martes respondían a que los fieles, a pesar de las advertencias y las medidas tomadas, seguían participando en gran número de las misas y encuentros religiosos en la Catedral, y que un evento de la trascendencia de una procesión convocaría a muchos a querer participar.

La primera en rechazar la invitación fue la intendenta Bettina Romero, por considerar que se deben evitar las aglomeraciones y “ser responsables, todos: sin excepciones”, escribió en un twitt, y agregó: “Entendiendo que si la comunidad no podrá acompañar a las Santas imágenes en procesión por las calles de Salta, tampoco corresponde que yo participe como Intendenta”. E invitó a renovar el pacto de fe “desde el corazón mismo de nuestros hogares”.

Más tarde, Gustavo Sáenz también dio a conocer que no asistirá a la procesión, aunque no realizó declaraciones. Quien sí habló fue el vicegobernador. Antonio Marocco resaltó en diálogo con Salta/12 que los que alguna vez estuvieron fuera de la provincia rezaron la novena desde lejos, “y si lo pudimos hacer así, cómo no lo vamos hacer ahora que tenemos todo para ver y seguir lo que pasa en todo momento”.

Para Marocco, si el pueblo al que representa no puede participar, él tampoco debería hacerlo. “Nosotros estamos pidiendo a todo el mundo que no circule y queda a contramano con lo que decimos si asistimos”, concluyó.

Juan José Esteban, tras jurar como nuevo ministro de Salud también declaró que no asistirá a pesar de la invitación que recibió de monseñor Cargnello, “tenemos que guardarnos, lo aprecio mucho, me invitó incluso a orar, pero no es momento de procesión ni de manifestación”, sostuvo el funcionario.

Quien manifestó que asistiría “si no hay riesgo de salud para la población”, fue el presidente de la Cámara de Diputados, Esteban Amat.

Vengan al pie 

Consultado sobre la historia de las procesiones en Salta, el profesor de la Universidad Nacional de Salta Miguel Ángel Cáceres contó que la primera, en 1692, el año del terremoto, “se hizo sobre la plaza 9 de Julio”, que en aquel entonces era un baldío. Pero aseguró que era un contexto totalmente diferente, ya que por aquel entonces “Salta era una aldea, el río llegaba con sus barrancas hasta la calle Alvarado”, por lo que la ciudad iba desde lo que hoy es la avenida Belgrano, hasta donde termina el Cabildo Histórico.

A su vez, en el sentido norte-sur, comenzaba en lo que ahora es la calle Córdoba, hasta la avenida Sarmiento, “o sea que hacer una procesión alrededor de la plaza era prácticamente recorrer el pueblo”. Pero con la visión actual del desarrollo urbanístico capitalino, “hoy la procesión sigue siendo chiquita, porque sale de la Catedral y va al monumento 20 de Febrero, es lineal, casi como dar la vuelta a la plaza por el tamaño que hoy tiene la ciudad”.

También subrayó que en ese momento se convocaba a las autoridades y al pueblo, “que era una cantidad inferior de población a la que hoy tiene cualquier barrio o villa”. Según su parecer, nada tiene que ver "el mandato histórico, sino que aquí hay un trasfondo político que desnuda la puja entre la fe y la política”.

Para Cáceres, “llamativamente”, la puja la genera esta vez la Iglesia, no el sector político. “Reafirmó su espacio político y le envió un mensaje al poder político diciendo, señores, tienen que venir al pie como siempre”, y aseguró que la dirigencia que asista hará el ridículo “con el pueblo ausente”.

Agregó que se corre mucho riesgo por la cantidad de gente que intentará asistir, y que por lo tanto deberán disponer de “un vallado perimetral al mejor estilo macrista”. “Es poner en zozobra y riesgo pandémico a la ciudad”, añadió.

El historiador analizó: “¿cuál es el objeto de sacar las imágenes en este momento sino el de ganar una puja política y demostrar su poder?”, y celebró la respuesta “respetuosamente correcta” de las autoridades, al negarse a participar en este momento crítico de la pandemia.

“No se puede avalar esta sinrazón, que va de la mano de lo que está haciendo Cambiemos en el país llamando a las marchas anticuarentena”, expresó, y resaltó que “es un abuso de fe jugar con los fieles y su salud de esta manera”.

En 1962, detalló el Cáceres, “la gente afligida tras el terremoto salió a la plaza con las imágenes porque no había explicaciones científicas ni políticas a lo que sucedía”, pero insistió en que hoy “la realidad exige cordura elemental por parte de las autoridades eclesiásticas”.

El historiador aclaró que se declara católico practicante y sostuvo que “para ser respetuosos”, se debe separar la fe, de la cientificidad del conocimiento histórico, “son dos cosas totalmente diferentes”, pero señaló que la fe, así como le fue muy útil a la conquista española “para la expansión de su proyecto imperialista”, a veces es utilizada por otros intereses.

Como en 1955

El historiador Gregorio Caro Figueroa, escribió un artículo acerca de un episodio que ocurrió en 1955. Juan Domingo Perón atravesaba un momento de crisis con la curia debido a algunas leyes como la del divorcio y la supresión de la enseñanza religiosa.

En medio del conflicto, el Presidente había prohibido las procesiones públicas, y la tensión llegó a su punto más alto con los incidentes en la celebración de Corpus Cristi en Buenos Aires, que algunos señalan como el preludio del bombardeo contra civiles en plena Plaza de Mayo el 16 de junio de ese año.

Cuenta Caro Figueroa que el por entonces gobernador provincial, Ricardo Durand, había recibido expresas órdenes del gobierno nacional de prohibir la celebración salteña, sin embargo, ante la presión de arzobispo Roberto José Tavella, aquel 15 de septiembre de 1955, juntos encabezaron la procesión aplaudidos por los sonrientes opositores a Perón desde los balcones de sus casas.

Caro Figueroa concluye su relato, recordando que tras la celebración, “llegaron a Salta las primeras noticias de la sublevación militar contra el gobierno de Perón iniciada en la Escuela de Artillería de Córdoba. Tal vez aquellas sonrisas de los opositores eran un modo de anticipar acontecimientos que para muchos otros argentinos trajeron aparejado persecuciones, exclusiones y dolores”.

La visita de Macri

Un tanto distinta se presentó la visita de Mauricio Macri en 2019. Sin tensión con la Curia, el por entonces presidente, anunció que asistiría al triduo invitado por el arzobispo Cargnello, quien fue criticado hasta por sus pares por recibirlo en plena campaña electoral.

Pero durante la misa, el líder religioso salteño se dirigió al Presidente y le señaló que "los pobres no son una molestia, son una oportunidad". Y luego de recordarle que él mismo había prometido luchar por el objetivo de alcanzar la pobreza cero en el país le dijo "llevate con vos los rostros de los pobres", frase con la que Cargnello logró repercusión nacional y volvió a entrecruzar política con Iglesia, en una puja con, y por, el poder que nace en la génesis misma del catolicismo.