Desde Lima. Un cantante de poca monta, convertido en funcionario de tercer nivel, ha puesto al presidente Martín Vizcarra al borde del abismo.  Vizcarra debe enfrentar un juicio político que puede acabar en su destitución por supuesta “incapacidad moral permanente”, una figura que forzándola deja un amplio margen de acción. La acusación se origina en la revelación de audios de conversaciones privadas del presidente, grabadas en secreto, en las que coordina con asesores y dos funcionarias de su círculo cercano cómo deben responder en las investigaciones en el caso del cantante devenido en funcionario Richard Cisneros, contratado irregularmente por el Ministerio de Cultura, cuestión que salpica al propio presidente. Vizcarra ha negado un posible contenido delictivo en lo que se dice en esos audios y ha denunciado un complot desde el Legislativo para desestabilizar su gobierno y la democracia.

Sin una investigación previa de los hechos, solo horas después de divulgados extractos de los audios, se presentó en el Congreso la moción para abrirle juicio político al presidente. Es inocultable el apuro y entusiasmo por tumbarse a Vizcarra de diversos sectores de un Parlamento enfrentado al Ejecutivo. Con 65 votos de los 130 miembros del Parlamento unicameral, superando la cifra de 52 que se necesitaban, se dio luz verde al juicio político. Pero sus promotores esperaban un mayor apoyo. Para destituir al presidente se necesitan 87 votos, cifra que luego de la votación de ayer parece difícil de alcanzar. Las abstenciones fueron 24, grupo del cual los impulsores de la vacancia presidencial esperan sacar los 22 votos que les faltan. Hubo 36 votos contra el impeachment.

Vizcarra, o sus abogados, irían la próxima semana al Congreso para responder los cargos en su contra. El juicio político es un proceso rápido, que puede resolverse en alrededor de una semana. El oficialismo no tiene una bancada parlamentaria propia.

En un breve mensaje al país dado la noche del jueves, horas después de difundidos los audios en el Congreso, Vizcarra denunció “un vil intento” para desestabilizar su gobierno y la democracia, y acusó a sectores del Parlamento de buscar “tomar el control del gobierno”. Denunció la ilegalidad de las grabaciones de sus conversaciones.

“Si quieren sacarme aquí estoy, con la frente en alto y la conciencia tranquila. Nada de lo presentado (los audios), de manera ilegal, constituye causal de vacancia. No voy a renunciar, no me voy a correr”, dijo el presidente.

En mayo pasado se denunció que el cantante Richard Cisneros, que se hace llamar Richard Swing, había sido contratado por el Ministerio de Cultura para dar charlas motivacionales a sus trabajadores y que por ello recibiría un pago equivalente a unos 50 mil dólares. Escuchar esas charlas es sumergirse en lo más profundo de lo absurdo: abundan los autoelogios y se repiten consejos como decirles a las trabajadoras que deben ir a laborar “bien bonitas, arregladitas, maquilladitas, como debe ser el liderazgo”.

Luego se sabría que anteriormente Cisneros había firmado otros contratos con el mismo ministerio para dar otras charlas de este tipo. Y se reveló que en 2016 “Swing” había apoyado la campaña del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski cantando en algunos mítines, campaña de la que Vizcarra fue jefe, adeás de compañro de fórmula de Kuczynski. A partir de ese hecho, y de visitas de Cisneros a Palacio de Gobierno, se vinculó a Vizcarra con las irregulares contrataciones del cantante. El presidente no ha negado conocerlo, pero ha asegurado que no ha intervenido en su inexplicable contratación.

“En esta investigación estamos todos involucrados y la estrategia debe ser para salir todos en conjunto”, se le escucha decir al presidente en uno de los tres audios revelados. Es el diálogo de una conversación en Palacio de Gobierno, en la que coordina con la secretaria de Palacio, Mirian Morales, y con su secretaria administrativa, Karem Roca, sobre qué declarar acerca de las visitas de Cisneros a Palacio de Gobierno, que se señala son cinco, pero el gobierno solo admite dos. Acuerdan decir que no se concretó una reunión con el presidente. En ese mismo diálogo, Vizcarra dice haberlo recibido dos veces, reuniones que ha negado en público. Es el audio más comprometedor.

En otro audio, Vizcarra discute agriamente con su secretaria administrativa, que se queja de que le quieren cargar toda la responsabilidad. El tercer audio es una conversación entre Cisneros y la secretaria de Vizcarra, Roca, en la que ambos hablan con amargura del mandatario. “Si algo me pasa a mí, yo le echo la culpa al presidente”, amenaza “Swing”, y asegura tener grabaciones y pruebas que comprometen a Vizcarra. Ayer Cisneros salió a decir que todo lo que afirmaba en esa conversación era falso. Este diálogo, marcado por la incontenible fanfarronería y delirios de grandeza del cantante, que dice haber sido un poderoso asesor al que Vizcarra obedecía en los temas más trascendentes, cae en lo absurdo y no aporta evidencias creíbles al caso, pero igual ha sido tomado en cuenta por los promotores de la vacancia presidencial.

Todo apunta a que la secretaria administrativa del presidente, Karem Roca, que era del círculo de mayor confianza de Vizcarra, la única persona presente en las tres conversaciones, fue quien grabó en secreto las conversaciones que han jaqueado al gobierno. Los audios fueron revelados por el congresista Edgar Alarcón, quien está acusado de corrupción por su anterior labor como Contralor.

El protagonismo de este cuestionado congresista, y los oscuros antecedentes de los más entusiastas con la vacancia presidencial, abona a favor de quienes dicen que detrás de las apresuradas acciones para destituir al presidente hay una agenda que nada tiene que ver con la lucha contra la corrupción y sí con otros intereses y afanes de venganza de sectores políticos afectados en su poder e impunidad por este gobierno.

Pero esos intereses subalternos no liberan a Vizcarra de sus posibles responsabilidades. Los audios lo ponen en la complicada posición de una probable obstrucción a la justicia, y el caso “Swing” podría involucrarlo en un tráfico de influencias si se demostrara que influyó para contratarlo. 

Vizcarra, que asumió en marzo de 2018 cuando Pedro Pablo Kuczynski, de quien era el vice, renunció por cargos de corrupción, mantiene una alta aprobación, que supera el 50 por ciento. Ayer en la noche hubo cacerolazos desde los balcones de algunos barrios de Lima en rechazo a este intento de destituir al presidente.