Compañeres que seguimos en cuarentene más que nunca; aburridos en fase 1, 2, 3 ó 5; hartes de todo arte; buscavidas que no saben ya a qué subsidio aplicar; esenciales y esencialas atribulades por tanta pelotuditis mediática, por tanto pichón de tiranosaurio extinto que va pontificando mentiras por ahí; extinguidos y extinguidas de mi patria: ustedes y ustedas son por quienes brindo.

Estamos, querides lectores, viviendo en el futuro:

*Muches amanecen cada mediodía imaginando lo que harán cuando la vacuna les permita generar anticuerpos y entonces salir a la calle no sea una misteriosa encrucijada como en el presente.

*Otres se imaginan en un Nuevo Orden Mundial donde una vacuna pueda modificarnos el ADN y volvernos solidarios, cooperativos y un poco menos egoístas (¡el terror de nuestros clones de Lilita o Pichetto, que superan a Julio Verne!). Estes son los que salen a gritar, desembarbijados: “¡Mi anticuerpo, mi decisión!”. Y llenan los micrófonos de gérmenes de Termococo Primatum.

*Están los Robinson Crusoes y las Robinsonas Crusoas, solos o acompañades, atrincherades en sus habitáculos y desinfectados, desparasitados, desinformados, deserotizados, descamisados, desenfrenados y levemente paranoicos, que pueden susurrar que el virus jamás atravesará la puerta de sus búnkers, pero que, si lo llega a hacer, ¡ahí estarán elles, listes, con la gran palmeta!

*Otres, fundamentalistas lagardianos, se imaginan un planeta donde mueran “ todos los que tienen que morir” (o sea, todos, ellos incluidos), y se visualizan arrojando una Bomba Deudónica sobre los países pobres.

*También están los que ya viven en el 2021 y miden la pandemia en votos y votes. Ven una boleta en cada ARN.

Es extraño que haya tanta gente viviendo en el futuro, y a la vez tan olvidade del pasado, de la historia, de su propia historia. El psicoanálisis, o la vida misma (que vendría a ser lo que le pasa a la gente entre sesión y sesión), nos ha enseñado (o, al menos, trató) que las cosas que nos pasan nos dejan marcas, más o menos profundas, que de alguna manera influyen en nuestro accionar, pensar y sentir de hoy.

Y si eso nos ocurre a las personas, por qué no pensar que algo similar les ocurre a las sociedades, que al fin y al cabo están formadas por seres humanos, mal que les pese a algunos tecnócratas.

Recuerdo mi infancia, allá por los '60: había robos, crímenes y mentiras…, pero había un consenso social de que eso estaba mal. Quien robaba, mataba o mentía no solo intentaba no ser descubierto, sino que igualmente coincidía con el resto en que “esas cosas no se hacen”.

Luego, en los '70, vino la dictadura genocida y marcó a la sociedad con la Muerte: “Matar está mal, siempre que el otro sea un ser humano –dirían–, pero si, en cambio, es un subversivo…”. ¡Así es!: deshumanizaron a los humanos, nos volvieron cosas y entonces, ahí, instalaron que se podía matar.

En los '90, el menemismo explícito instaló, a su vez, que Robar no estaba tan mal: “Meterle a otra persona la mano en el bolsillo o apuntarle con un revólver está mal, peeero... si se trata de su salario, que está en el banco, o si se trata de algo que es del Estado, o sea de todos, ahí no es un robo, es un avatar de mercado, y todo bien”.

Entre el 2015 y el 2019, y desde antes, y sigue ahora, el macrismo instala en la sociedad que Mentir no está mal: “Bueno, finalmente, ¿qué es verdadero y qué no; quién lo decide? ¡Un juez! ¡Entonces, más importante que decir la verdad, o no, es tener un juez amigo que convalide lo que decimos o hacemos!”.

Estos tres conceptos –Matar, Robar y Mentir– se instalaron, no podía ser de otra manera, con el apoyo de poderosos y de medios enfermónicos, y contra la voluntad de una parte (quizás mayoritaria) de la población, que ve y oye con espanto no solamente cómo se roba, se miente o se mata, sino cómo todo eso suma puntos en la meritocracia.

O no. Esa batalla aún no terminó.

Sugerimos acompañar esta nota con el video “Horacio y Mauricio” (micros del Pelado Pepe y el Cantante Secreto), que se puede ver en el canal de YouTube de RS Positivo (Rudy-Sanz):