Keef lleva una vida normal, o eso cree. Está a punto de dar el paso hacia la convivencia con su novia, vive en una casa grande cerca del mar con dos roomates que lo apoyan en lo que hace, y como todo aquel que deja su aparente “espacio de confort” y decide materializar un deseo profesional postergado, está por convertirse en un historietista de prestigio y renombre, en una ciudad muy competitiva como San Francisco. Pero Keef tiene un problema, aunque él no quiera verlo, o no lo vea de ese modo: su piel es de color. Es negro. No es que la condición racial le impida perseguir sus ambiciones; en el sueño americano hay lugar para todos aquellos que quieran triunfar a fuerza de talento y buena fortuna, siempre y cuando se muevan amparados por el paraguas ideológico de la hegemonía cultural blanca.

Hasta que, luego de un acto policial violento, Keef se despierta de su letargo. El mundo que Keef (interpretado por el actor y rapero Lamorne Morris) observa luego de despertar no es la Matrix (aunque se la menciona) ni tampoco la invasión alienígena que ve John Nada en They Lived!; es una mezcla, como dijo un crítico de la revista Vulture, entre Get Out y Los Muppets. Los objetos de pronto le hablan; un buzón para las cartas grita como un negro con años de segregacionismo racial encima, y su lapicera de trazo grueso le impide volver a dibujar aquellas caricaturas soft-white sobre una tostada y un pan de manteca, haciendo chistes simples y fáciles sin conciencia racial. El disparador de Woke tiene un origen en las experiencias de su co-creador, el historietista Keith Knight, a quien la policía confundió con un ladrón mientras estaba pegando carteles por la ciudad sobre un nuevo fanzine. “Un circo de policías” dijo Knight en una entrevista para NPR, “hasta que mi roomate blanco, que viajaba en colectivo, vio la escena por la ventanilla y saltó para gritarle a los policías en la cara que habían agarrado a la persona equivocada”. Fue un antes y un después para él, dice, porque si su amigo hubiera sido latino o negro, la policía nunca habría respondido como lo hizo; dejando a Knight libre en ese instante, sin siquiera llevarlo a la comisaría por averiguación de antecedentes.


A diferencia de su alter ego en la serie, Keith Knight lleva un tiempo escribiendo historietas sobre conflictos raciales. Nacido en 1966, criado en Boston, Knight hizo su carrera en Los Ángeles y recientemente se mudó a North Carolina. Su libro más famoso es The K Chronicles que mezcla su vida personal con personajes como George Bush y Dick Chenney. No fue hasta los eventos de Ferguson, en el año 2015, en donde Knight se dio cuenta que durante veinte años había hecho tiras sobre persecuciones policiales a negros. They shoot black people, don't they? compila ese trabajo paciente sobre un tema actual que toca una fibra sensible en la sociedad norteamericana: los excesos de casos en gatillo fácil y el abuso policial hacia las personas negras. “Es raro ver cómo situaciones que dibujé tanto tiempo atrás se vuelven realidad” dijo en una entrevista para el Washington Post. Aunque, lo que quizás ocurría en los años noventa, cuando Knight comenzó a denunciar los ataques policiales en su trabajo, era la falta de visibilidad que hoy se vuelve incontenible gracias a las denuncias de particulares que registran los ataques con cámaras celulares.

Woke, sin embargo, no ahonda en la denuncia sino que busca remover la espina en la herida. Qué lugar tienen los negros también en la invisibilización de la violencia. Por qué, luego de años de aparente integración racial, con la experiencia de un presidente negro atrás, sigue siendo un conflicto que agita el pulso social. Y hacia eso apunta esta “dramedy” creada por Keith Knight, dirigida por Marshall Todd y producida por Hulu: hacia la naturalización de la violencia física bajo la violencia verbal. Ese cuco que, adormecido bajo la vida cotidiana y las prácticas sociales, aún se rige bajo las leyes de Jim Crow escritas en letra chica. En una secuencia, Keef decide pegar un cartel que dice: “Black people for rent (Se alquila gente negra)”. Y una simple frase muestra la polarización social y racial. Dicha por un negro entre negros, la frase se reduce a la búsqueda de trabajo. Dicha por un blanco entre blancos, se remonta a los años de esclavitud.


La problemática que plantea la serie no es algo que no se haya denunciado en la esfera del arte. El trompetista Miles Davis tocaba dando la espaldas al público porque, según él, no estaba ahí para entretener a un público blanco. Nina Simone se negó durante años a cantar para cocktails de blancos. Pero aún así, esos gestos políticos que pueden verse como logros sociales, son naturalizados por la supremacía blanca que, siempre y cuando no vean alterados sus intereses, se bancan un poco de “black culture”. “Primero te conviertes en leyenda y después te despiertas, como John Legend” le dice su editora a Keef, luego de que este arruinara la presentación de su libro haciendo referencia a la problemática racial y a su condición de negro-blanco. En cierto modo, Woke, como sátira social, actualiza un viejo tópico: el debate acerca del arte comprometido versus el arte como entretenimiento. Antes de despertar, Keef le dice a una editora negra que le felicita por su trabajo sobre las diferencias sociales: “¿No se puede ser simplemente un historietista más allá del color de mi piel?” Una frase similar la dijo el entrenador de basket de los Los Angeles Clippers cuando le preguntaron sobre los siete disparos a quemarropa que recibió Jacob Blake después de separar una pelea: “Yo solamente debería ser un entrenador”.

La serie se estrenó el 9 de septiembre, aunque fue realizada en el 2018, antes del asesinato de George Floyd y de los disturbos en Minneapolis. Al calor reciente de los hechos, las botellas parlantes con temática racial y los problemas discursivos que enfrenta Keef para hacer valer su trabajo, quedan algo opacados por las oleadas de violencia y las imágenes de gente blanca armada en grupos parapoliciales defendiendo sus “derechos” sociales. En la entrevista mencionada, Knight dijo que su personaje era como un “Charlie Brown” del activismo, en alusión al personaje antológico de Snoopy, el chico rubio que intenta ser bueno y siempre lo pasan por arriba. “Keef quiere hacer las cosas bien pero las cosas no lo están haciendo bien para él.” Aún así, cree que la sátira propuesta por Woke (algo así como su “mensaje”) ayudará a generar algún tipo de conciencia: “Y no necesariamente lo tengo que hacer gritando en la cara de alguien. Se puede hacer creando arte, sea lo que sea que eso signifique”.