De vez en cuando, la poesía santafesina produce un libro como este. En Estampitas, publicado este año en Rosario por Baltasara Editora, Analía Giordanino toma prestados los discursos performáticos y los ritmos rituales de lo religioso, para cimentar una arqueología lírica de la propia escritura y del propio lugar. El poemario constituye una demarcación de territorio vital, una acción literaria fundante. Su potencia como enunciación hace de sus enunciados un medio individual para un fin colectivo, el de reconocerse como comunidad. Por ay cantaba Garay; pero estos versos son el acta de fundación colonial cantada al revés, del presente al pasado y de ahí al futuro, con esa voz subliminal satánica y santa que es la voz de los poemas perfectos: letra que define y hace al lugar donde ser. Letra política, escritura sagrada en acto. Habla la palabra de un sujeto que es diciendo, que dice deviniendo: verbo, por volver a las metáforas de lo religioso que Giordanino desparrama como señaladores en las carátulas. Algo así como el "Aquí me pongo a cantar" con que iniciaba sus treinta y tres cantos el gaucho Martín Fierro en el poema de José Hernández; pero sin agenda ideológica oculta, sin ficción.

De vez en cuando, la aún llamada poesía de los noventa produce un libro como este. La joven costumbre del poema como crónica autorreferencial de no ficción expande aquí sus anillos concéntricos hasta abarcar, si no el mundo todo, sí todo lo que importa de lo que habita o permanece de algún modo en una región dada. Como buena celebrante de una liturgia, Analía Giordanino invoca las siete direcciones: norte, sur, este, oeste, arriba, abajo y el propio corazón, el propio centro. Mirando abajo y al pasado (al pisoteado pasado originario), describe, a partir de una noticia, el barrio "Alto Verde": "tierra con restos humanos, / huesos blancos/ o su polvillo/ o sus cartílagos vueltos polvo/ y todo esto reducido/ a relleno en obras públicas. / Sobre calles cimentadas con este hueso/ hemos dado clases; / hemos amado, / sobre este polvo de muertos/ caminado..." ("A los huesos"). La reliquia ya no es lo que se venera, sino eso olvidado que se profana y pisa.

La misión del poema es señalizar los lugares de memoria. También, construir identidad, una identidad colectiva sorora: "Haber sabido que éramos nosotras las autoinvocadas, / las que teníamos el velo descorrido y roto, / las que veíamos todo de la casa adentro, / y salíamos a la calle afuera, lobitas. / Las de los dedos flacos y las panzas gordas, / las de ojeras y cabezas rapadas, / las de perfume a porro y fiesta/ las de hot pants ridículos de flores, / la de los buzos de flores, / las borcegos con tachas, / las de yiscas, / las de las remeras de megadeth..." enumera en "Vocales". Y la lista sigue, con ecos de letanía a la Virgen; pero una coloreada de verde y violeta, nostálgicamente investida con la absurda belleza de la moda femenina inventada por las adolescentes rebeldes del siglo pasado. 

El mundo representado en estos poemas participa de una modalidad literaria que en otras de estas páginas hemos llamado realismo expandido, y que incluye a autoras y autores de Santa Fe capital y alrededores que escriben en prosa, tanto de ficción como de no ficción, tales como Mercedes Bisordi o Gustavo Farabollini. Si el realismo mágico abrevaba en la categoría estética de lo exótico, y el fantástico, en la de lo maravilloso, el realismo expandido se limita a ampliar (sin énfasis) el campo de lo realmente posible. Lanza una mirada bastante descolonizada, o muy poco positivista, sobre aquello que las comunidades populares locales han consensuado como realidad. Y así, una víctima de femicidio puede recobrar su espesor existencial mediante un alegato interdimensional y onírico que amorosamente diga esto: "Al lado de la empresa de transporte tiraron una chica muerta. / A la noche me visitó, vi bailar a Malvina a mi alrededor..." ("Malvina"). 

Analía Giordanino ganó el Segundo Premio del Concurso Regional de Nouvelle de la Editorial Municipal de Rosario por La Ripley (EMR, 2018). En narrativa, obtuvo el Premio Alcides Greca con Fantasmas (Ediciones UNL, 2008). En Córdoba, editó Los impuros (Nudista, 2018). Publicó además en poesía: Nocturna (Diatriba, 2009), Terrícola (Iván Rosado, 2015), Canciones faunas (Libros silvestres, 2016) y Dos poemas (Arroyo, 2016). Ha participado en varias antologías. Vive en Santa Fe, donde nació en 1974 y donde se recibió con el título de profesora de Letras por la Universidad Nacional del Litoral.