El primer cruce del profesionalismo entre Racing Club e Independiente marcó un hito que hasta la fecha no pudo superarse, ya que terminó 7-4 a favor de los de casaca blanquiceleste y tuvo a Vicente "Pichín" Del Giúdice, autor de un hat trick, como figura excluyente en el conjunto vencedor. 

Siete de los 11 gritos de aquel clásico increíble se dieron en el primer tiempo durante apenas 17 minutos. El registro de semejante panzada de goles igualaba a otro partidazo, en este caso favorable al Rojo, ocurrido en 1927, en tiempos de amateurismo. Aquel abultado resultado entre equipos grandes de la Argentina fue casi equiparado por el 6-4 con que la Academia batió en 1995 a Boca en la Bombonera, el mismo día que Mauricio Macri ganaba las elecciones en el club de la Ribera.

Hubo nervios en la previa del primer clásico de Avellaneda que se jugó en el fútbol profesional, por la segunda rueda del campeonato de Primera División. Si bien el duelo estaba previsto originalmente para la primera fecha, los dirigentes de la Academia pidieron postergarlo, aduciendo que aún no habían conseguido "armar el equipo". Sus vecinos aceptaron sin chistar. Pero más tarde lo lamentarían.

Racing venía de ser un amplio ganador de títulos en el amateurismo, ya que había obtenido los campeonatos de 1913, 1914, 1915, 1916, 1917, 1918, 1919, 1921 y 1925, años en los que se granjeó el apelativo de "la Academia". 

Pero la nueva era desnudaba un rendimiento bastante flojo en el conjunto blanquiceleste, que terminaba la primera rueda entre los últimos de la tabla. Ya no contaba con Pedro Ochoa, eternizado por Carlos Gardel en el tango "Patadura" como "Ochoíta, el crack de la afición". Pero tenía un muy buen central: José Della Torre. Y también a Juan Bottaso, un destacado arquero proveniente de Argentino de Quilmes que medía apenas 1,69 metro y no obstante fue apodado por el periodismo de la época como "La Cortina Metálica" por sus grandes atajadas.

Independiente no descollaba, pero en esa temporada llevaba una campaña aceptable. Ya no contaba con Alberto "el Malabarista" Lalín -tío abuelo de Daniel Lalín, presidente de Racing entre 1997 y 1999-, que con sólo 24 años acababa de retirarse por una rotura de menisco en la rodilla derecha. Pero tenía a dos uruguayos prometedores: Juan Carlos Corazzo y el puntero izquierdo Roberto Porta. Y su as de espadas: el delantero Manuel Seoane, que venía de ser el máximo goleador del amateurismo con 207 conquistas. 

El centrojás Corazzo no pudo ser de la partida en el Rojo aquel domingo 27 de septiembre por una lesión; tampoco el arquero titular Néstor Sangiovanni, a quien en la noche previa al esperado clásico le comunicaron que había muerto su padre. Eso a priori suponía una cierta ventaja para la Academia, que luego se haría evidente.

Así las cosas, el primer derbi de Avellaneda de la era profesional -correspondiente a la fecha 18 del campeonato de 1931 que terminaría consagrando campeón a Boca- se jugó en el viejo estadio de tablones de madera de Racing, entonces Avenida Alsina y Colón, que tenía estilo inglés, una tribuna con techo a dos aguas y columnas que hasta llegaban a complicar la visión del juego. 

La Academia formó con Bottaso; Della Torre, José María González, Marsiglia, Gil, De Mare, Perinetti, Fassora, Devicenzi, Del Giúdice y Mellone. Por su parte, Independiente salió a la cancha con Doro; Felipe Cherro, Fazio, Bartolomedi, Vivanco, Ferrou, Porta, Fernández Viola, Ravaschino, Seoane y Betinotti.

Iban 14 minutos cuando el árbitro Celestino Destaillats señaló la mitad de cancha luego que el racinguista Fassora anotara el primero de los once goles que tendría aquella tarde. En un suspiro lo empató la Chancha Seoane. Pero corrían 21 minutos y Devicenzi convirtió el 2-1 que daba de nuevo la ventaja parcial al dueño de casa; sin embargo, enseguida el uruguayo Porta volvía a empardar el trámite.

El partido a esa altura no daba tregua, a punto tal que el primer tiempo terminó en un impensado 5-3 a favor de Racing, que claramente se adueñó del juego. Del Giúdice, otra vez el cañuelense Devicenzi y Mellone aumentaron la cuenta para el local; en tanto Cherro señalaba de penal el tercero del Rojo.

Pero eso no fue todo. Como frutilla del postre, en el complemento llegaron un par de goles más de Pichín Del Giúdice y el cuarto de Independiente a través de Betinotti. A partir del minuto 70 no hubo más gritos. Ya estaba todo dicho. La cosa finalizó 7 a 4 y el partido, pese a sus particulares circunstancias, nunca salió de su cauce.  


Fue una revancha que se cobró Racing
, que cuatro años antes, en una tarde de diluvio y mucho viento, había sido humillado por Independiente con el mismo resultado en la vieja cancha de Crucecita. Pero lo cierto es que en el profesionalismo nunca llegó a repetirse una cifra semejante de goles como la de aquel clásico de 1931. Once gritos en una sola tarde. De película.