Una obra maestra                      5 puntos

The Burnt Orange Heresy, Gran Bretaña/Italia, 2019.

Dirección: Giuseppe Capotondi.

Guion: Scott. B. Smith, sobre novela de Charles Willeford.

Duración: 99 minutos.

Intérpretes: Claes Bang, Elizabeth Debicki, Mick Jagger, Donald Sutherland.

Estreno: en Google Play.

“Mentir es fácil cuando decís la verdad”, le afirma Berenice a Figueras en la mansión (“la casa de campo”, la llama él) de Cassidy frente al Lago de Cuomo. Basada en una novela de Charles Willeford, la de Una obra maestra es una de esas historias en las que la verdad puede ser mentira y la mentira verdad. Historias a las que muchos escritores no pueden resistir, teniendo en cuenta que todo escritor de género juega con las tramas como cartas marcadas. Sobre todo si el escritor es de origen anglosajón. El cine supo de fulleros (El golpe) e ilusionistas (F de falso, de Orson Welles), de escritores de policiales (Sleuth, de Joseph L. Mankiewicz) y gangmen “tapados” (Los sospechosos de siempre), de estafadores (Casa de juegos, de David Mamet) y de chorros (Nueve reinas). Hubo también un falsificador llamado Ripley, y Una obra maestra es eso: una historia de falsificaciones.

La escena inicial pela con garbo las capas de la cebolla: una capa es la aparente verdad y la otra la aparente mentira, y así sucesivamente. En ella, Figueras, crítico de arte (el danés Claes Bang, algo así como un Pierce Brosnan de repuesto) rescata la obra de un pintor olvidado que podría haber existido o tal vez no. Figueras conoce en Milán a Berenice, rubia infaliblemente seductora (Elizabeth Debicki), y después de una noche juntos la invita a acompañarlo al cottage de Cassidy (Mick Jagger, que si no hubiera conocido a Keith Richards podría haber hecho una sólida carrera como actor). Cassidy, coleccionista gourmet, acopia en su “casa de campo” una pinacoteca de valor casi comparable a las esculturas de Charles Foster Kane. Tiene como huésped permanente a Debney, pintor genial que, como un J. D. Salinger del pincel, vive desde hace medio siglo “fuera del mundo” (Donald Sutherland, oscilando entre la comedia sofisticada y el drama). El magnate tiene una propuesta para hacerle al crítico, a cambio de no denunciar cierta mácula de su pasado. Cassidy, Figueras, Berenice y Debney son astutos y algo esconden. La pregunta es quién o quiénes engañarán a quién, cuándo y para qué.

Sin embargo esa resulta no ser la pregunta, sino la de qué clase de verdad ocultan algunas de esas mentiras. Escrita por Scott B. Smith y dirigida por el italiano Giuseppe Capotondi, Una obra maestra empieza como juego de salón, y salvo unas inoportunas moscas alegóricas, en ese comienzo está bien jugada. Diálogos con punta, timing ajustado, actuaciones veladas. La trama luce bien atada, la puesta en escena fluye con elegancia. Sin embargo en el medio del juego éste da paso a un drama moral, el drama moral al intento de desenmascaramiento de las mentiras en el mundo del arte, y éste a la intriga criminal. Allí el interés se derrumba: en cualquier juego, tener como cartas tapadas el drama, la crítica, la moral y el crimen es hacer trampa.