Que nadie la despierte. El sueño parisino de Nadia Podoroska tiene más vida que nunca. Y es ella quien se encarga de alimentarlo cada día un poco más: este domingo volvió a hacer historia y se metió en cuartos de final de Roland Garros tras derrotar 2-6, 6-2 y 6-3 a la checa Barbora Krejcikova (114ª, ex 1ª en dobles). El "enamoramiento" de la Peque en la capital francesa la llevó a volar en la cancha y a vivir las dos mejores semanas de toda su trayectoria. Después de superar la clasificación y ganar cuatro partidos en el cuadro principal -los primeros triunfos en esta calidad de torneos- se medirá este martes ante la ucraniana Elina Svitolina, tercera favorita y número cinco del mundo, quien viene de vencer a la local Caroline Garcia por 6-1 y 6-3.

"Yo no esperaba este resultado en Roland Garros. Me siento decidida y muy segura en la cancha. Estoy muy feliz por cómo estoy llevando todo esto: trato de tomar cada partido y no pensar en el contexto", describió, emocionada, la mejor argentina del ranking tras concretar la proeza.

Para poner en perspectiva esta actuación de Podoroska es necesario recurrir a los datos históricos. La rosarina es la primera singlista argentina entre las ocho mejores de un torneo de Grand Slam desde Paola Suárez en Wimbledon 2004. Sí, tuvieron que pasar nada menos que dieciséis años para que una jugadora nacional volviera a la elite dentro de la elite. Y para eso Nadia tuvo que trabajar este domingo con paciencia y decisión en la Simonne Mathieu, la tercera cancha más valiosa del complejo ubicado en el barrio parisino de Bois de Boulogne.

La rosarina de 23 años, quien ya acumula siete victorias -tres en la qualy y cuatro en el cuadro-, es la revelación rutilante del último y atípico Grand Slam del año. El triunfo de la tercera ronda frente a la eslovaca Anna Schmiedlova le había asegurado entrar en la historia grande del tenis femenino argentino: con aquel éxito del último viernes se garantizó el acceso al top 100 del ranking. Cuando la WTA oficialice la próxima actualización del listado profesional la Peque aparecerá, al menos, en el puesto 69. En ese sentido será la 22ª singlista argentina entre las cien mejores desde la creación del ranking WTA en 1975; además terminará con una sequía de seis años (la última que figuró en ese selecto lote fue Paula Ormaechea en septiembre de 2014).

La felicidad incalculable de Podoroska en París. Foto: AFP

Su nombre, en efecto, ya estará escrito junto al de las otras jugadoras que lo consiguieron: Raquel Giscafré, Viviana González Locicero, Ivanna Madruga, Claudia Casabianca, Gabriela Sabatini, Adriana Villagrán, Emilse Raponi, Mercedes Paz, Mariana Pérez Roldán, Bettina Fulco, Patricia Tarabini, Florencia Labat, Cristina Tessi, Inés Gorrochategui, María José Gaidano, Paola Suárez, Mariana Díaz Oliva, María Emilia Salerni, Clarisa Fernández, Gisela Dulko y Paula Ormaechea.

El partido más preponderante en la vida deportiva de Porodoska había comenzado cuesta arriba. Si bien Krejcikova no tiene grandes antecedentes en singles, pertecece a la "mesa chica" del circuito de dobles y es una jugadora típica checa con un revés capaz de manejar el desarrollo. La rosarina inició con varios errores no forzados acumulados y un bajo porcentaje de puntos ganados con el primer servicio, números que no le permitieron tomar la iniciativa en el primer tramo. Tras perder el primero por 6-2 logró hallar, sin embargo, algunos resquicios en el juego de su rival y consiguió trasladarle la presión tanto en el juego como en el marcador. Así se llevó el segundo por igual resultado y niveló el match.

Antes del definitivo hubo un largo parate por la visita de Krejcikova al baño y Podoroska arrancó con un break en contra. Pero la fortaleza mental que exhibe desde inicios de esta temporada no la dejó claudicar: el destino le presentó una nueva oportunidad y ella se resistió a dejarla escapar. "Al principio estuve un poco nerviosa; una vez que pude quebrarle el servicio empecé a sentir más confianza. En el segundo set las cosas fueron distintas: comencé a usar mi mejor drive y, a partir de esas mejoras, ella empezó a cometer errores", analizó la número uno de la Argentina en la rueda de prensa.

Más allá de cómo vaya a terminar esta historia, está claro que Podoroska jamás olvidará los días en los que se enamoró más que nunca de París. Por dos razones: en primer lugar porque este torneo habrá sido su gran trampolín profesional para participar de forma sistemática en los escenarios más relevantes del mundo, con la facultad de imponer otro respeto ante sus adversarias; y después porque generó un impulso inédito en los últimos años y una bocanada de aire fresco para el golpeado tenis femenino argentino. En pocas palabras: tener a una jugadora en plena competencia grande provocará, inexorablemente, un contagio hacia abajo y empujará a las más chicas a creer que llegar hasta ahí es una meta palpable y no un mero sueño.

El abrazo del alma con Juan Pablo Guzmán, el entrenador de su equipo que la acompaña en París -el otro es Emiliano Redondi-, denota el agradecimiento de Podoroska hacia la gente que siempre la acompañó, incluso en los momentos más duros. "Se me vienen muchos recuerdos a la cabeza de años anteriores; hay mucha gente que me ayudó en diferentes etapas. Estoy muy agradecida con todos porque se necesita mucha ayuda para llegar hasta acá. Soy una afortunada en ese sentido", le contó la Peque a Líbero.

Y el agradecimiento no es para menos, porque la jugadora de 23 años, nacida en el barrio rosarino de Fisherton, debió atravesar varias dificultades que frustraron sus objetivos. En un gran momento, años atrás, tras superar la clasificación del US Open 2016, aparecerían los impedimentos físicos: a principios de 2017 tuvo un problema en la cadera, en Roland Garros de aquella temporada sufrió en la zona abdominal y después surgió una lesión complicada en la muñeca derecha.

El abrazo del alma con su coach Juampi Guzmán. Foto: AFP

Después de aquellos meses repletos de dudas, la Peque afrontó la vuelta y recuperó confianza hacia mediados de 2018. De la mano de Guzmán y Redondi se radicó en Alicante para achicar gastos y tener más opciones de competir ante la falta de torneos y recursos en Sudamérica. Este logro tiene un doble mérito, sobre todo porque el espejo retrovisor refleja un camino espinoso, con lesiones, problemas económicos y falta de continuidad. La realidad, a partir de ahora, será totalmente diferente: el ranking de dos cifras abrirá puertas inimaginables como una mayor estabilidad monetaria para planificar en el mediano plazo y el acceso casi garantizado a ciertos cuadros principales del circuito WTA.

Las palabras de Podoroska sobre la seguridad en su juego invitan a soñar todavía un poco más: "Tengo muy claro lo que hago bien en la cancha y confío mucho en mis armas". La ilusión, esa pulsión por hacer realidad grandes objetivos, por mover los cimientos de la historia del tenis argentino y no conformarse, se corporiza en este maravilloso presente. La Peque está feliz, lo irradia en el semblante y no abandona la capacidad de sonreír. Y de esa forma se retroalimenta. Pero esto sigue y el premio a perseguir es cada vez mayor. Svitolina será el proximo desafío y toda la energía estará puesta en extender el "enamoramiento" en París.

Filosofía, mentalidad y budismo, claves en este presente

Gran parte del momento maravilloso que vive Nadia Podoroska, sobre todo durante estas dos semanas en Roland Garros, tiene que ver con el aspecto emocional, una pata muy importante en el crecimiento de un tenista profesional. El camino de la estabilidad mental para la rosarina después de tantos obstáculos tuvo origen un año atrás, cuando decidió trabajar con Pedro Merani, un coach de bowling argentino que vive en Doha, dirige a la selección nacional de Qatar y desarrolló un método para el juego mental basado en dos pilares: el bompu zen y la neurociencia.

Podoroska entiende, en ese sentido, que logró la capacidad de abstraerse del entorno desde que apostó por Merani: "En el aspecto filosófico me hizo muy bien empezar a trabajar con un entrenador mental que apunta más al budismo zen. Eso me enseñó muchas lecciones para aislarme del contexto, por ejemplo, de jugar los octavos de final y tener la posibilidad clara de llegar a cuartos. En lugar de mirar el entorno intento aprovechar cada pequeña chance y ponerme positiva. Todas esas cosas las aprendí gracias al zen, aunque parece medio loco decirlo así (risas)”.

La filosofía parece ser una porción fundamental en esta etapa de Podoroska, cuya influencia en la materia está ligada con su madre Irene. En relación a este tema, por caso, Nadia leyó hace poco "La sociedad del cansancio", un libro del ensayista surcoreano Byung Chul Han, de formación alemana, que habla de la evaluación de las personas en cuanto su productividad más allá de los factores de afuera: uno mismo es el regulador del propio rendimiento. En definitiva, ya no se puede pensar en un mundo con límites impuestos por el exterior porque ya desaparecieron. No parece ajeno, en efecto, a la trascendental actuación de la Peque en París.

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