La irrupción de los lenguajes vanguardistas en Buenos Aires se remonta a los primeros años de la década de 1920. Xul Solar y Emilio Pettoruti regresan de Europa en 1924 y se vinculan con los martinfierristas; abre sus puertas la asociación Amigos del arte y Alfredo Guttero organiza un Salón de arte nuevo. La república bajo el gobierno radical coincide con uno de los períodos culturales más interesantes de nuestra historia, caracterizado por la avidez de novedad, de militancia moderna. El imaginario surreal viaja a una velocidad desconcertante en este período sin flujos de información on line, en revistas, en cartas, en obras pictóricas, literarias, en conferencias. Hacia 1925 sus ideas migran a esta ciudad de diversos modos y, tal como las de otras vanguardias, en un lapso de cinco o siete años pasan de ser noticias aisladas, gestas remotas o ajenas, a formar parte de los lenguajes disponibles mediante los cuales se batallan viejas costumbres. Habilitan nuevas sintaxis para las palabras y las cosas, nuevos modos de representar el mundo, de percibirlo, de imaginarlo. Y encarnan valores en pugna, enfrentamientos simbólicos en un período asediado por los avances del fascismo. Los surrealistas asisten maravillados “al fluir inagotable de una vertiente viva, que en su barro arrastra pepitas de un inestimable valor”, según la expresión de Maurice Nadeau en su ya clásica Historia del surrealismo (1948), decididos a surcar los dilatados dominios del inconsciente, ese reconfigurado escenario de lo sublime.

Los exilios forzados por los conflictos bélicos determinan la con- formación de redes proliferantes que sostienen al surrealismo, y los circuitos artísticos en Francia y España cuentan con numerosos enlaces intercontinentales en Buenos Aires. ¿Qué representa esta vanguardia para quienes adhieren a su poética fascinados por los secretos resortes del inconsciente? Reconstruir las condiciones de su recepción nos permite visualizar la dinámica del flujo de ideas, los mecanismos de su diseminación, sus derivas y consecuencias. Serán presentados y analizados a continuación los escenarios, las circunstancias y motivaciones que gravitan en la apropiación y divulgación del surrealismo en Argentina durante el período de entreguerras y propondremos una aproximación a esas tramas transnacionales y a un puñado de actores en particular: Antonio Berni, Juan Batlle Planas, Guillermo de Torre y Aldo Pellegrini.

El surrealismo representa para Berni, Batlle Planas y Pellegrini una estética libertaria y disruptiva, una apertura radical, la posibilidad de revelar un potencial insospechado en el hombre y de cuestionar umbrales de sentido hegemónicos. Esta etapa de la producción plástica de Berni no se ha llegado a validar por su propio peso, se ha consignado más bien en la bibliografía existente como un período de transición no del todo jerarquizado. La historiografía referida a este artista no ha logrado reconstruir las circunstancias de su aproximación a esta vanguardia y se ha enfocado, en cambio, en su alejamiento de la misma.

Juan Batlle Planas manifestó su adhesión al surrealismo durante toda su vida y dio cuenta de un vasto conocimiento de sus obras y textos programáticos. Sin embargo, en su trayectoria se distinguen períodos afines al imaginario surreal de otras etapas y series en las que se alejó de sus predios, delimitados de modos variados y controvertidos hasta nuestros días. Hacia 1934, Batlle se inició en la práctica del automatismo y predicó este método convencido del potencial energético del hombre. Su período “surrealista” retiene una curiosa actualidad, ausente en muchos maestros contemporáneos y su singularidad y valor artístico ameritan un estudio pormenorizado aún pendiente.

Guillermo de Torre y Aldo Pellegrini se desempeñaron como ensayistas, poetas, críticos y divulgadores. Fueron destacados intérpretes de los nuevos lenguajes de disímil gravitación e inscripción social y política. De Torre, desde 1924 poeta, devenido crítico e historiador de las vanguardias literarias, encarna de un modo paradigmático el rol de intelectual transnacional. Su papel como intermediario en el paisaje cultural porteño ha sido muy significativo y merece mayor consideración su relevancia en los escenarios dedicados a las artes visuales de la época. En 1925, De Torre dio inicio al controvertido desembarco de esta vanguardia en nuestro medio y es presentado en esta indagación como figura fundamental en el proceso de transferencias de imágenes e ideas.

Pellegrini lideró en 1926 una “fraternidad surrealista”, según su propia expresión. Con un puñado de compañeros de facultad se había iniciado en la práctica de la escritura automática. Sus empeños cristalizaron en los dos únicos números de la revista Quepublicados en 1928 y 1930. La publicación de Que constituye un hito fundacional pero debemos señalar que no contamos con pruebas que documenten su recepción en nuestro medio, ni su intercambio con otros actores culturales durante los años que nos ocupan, ya que sus más conspicuos protagonistas, Pellegrini y Piterbarg, recién en 1948 retoman su actividad en escenarios culturales de la ciudad. Por lo tanto, para reponer los inicios de esta historia y cartografiar la compleja red de agentes culturales y publicaciones que involucró, debemos considerar otros escenarios más allá de la órbita de Pellegrini y aparentemente desconectados de él y su grupo, hasta ahora hitos obligados de las genealogías existentes. Es preciso ampliar la consideración hasta ahora más acotada a ciertas referencias de rigor y desmontar la versión “oficial” del propio Pellegrini.

Por otra parte, se procurará aportar información de otras disciplinas que iluminan las búsquedas de los surrealistas y deliberadamente se omitirán o minimizarán las citas de los manifiestos surrealistas y las referencias de rigor a Freud y a su teoría del inconsciente ya profusamente citados en la bibliografía existente. Se optará en cambio por dar cabida a consideraciones desde la perspectiva más amplia de la sociología de la cultura y ampliar los marcos de referencia habituales para abordar la obra de Juan Batlle Planas y Antonio Berni. Las búsquedas y testimonios de Batlle, estimuladas y permeadas por indagaciones en los campos del psicoanálisis y la antropología, se inscriben en un conjunto de prácticas culturales contaminadas en sus sentidos y representaciones, y por ello se ha considerado la perspectiva antropológica para abordar su particular concepción del método automático en una época seducida por los recónditos confines de la mente. Asimismo, para abordar la dimensión “moral” del surrealismo en Berni resulta esclarecedora la consideración de la figura de Walter Benjamin, a su vez asociada con Louis Aragon. Las conceptualizaciones del filósofo alemán inspirado en el escritor francés resultan cruciales para comprender la aproximación del imaginario surreal al fervor revolucionario.

En suma, se abordará en este trabajo cómo Berni, Batlle Planas y Pellegrini han promovido, de diversos modos, el lenguaje cifrado del deseo, la contaminación de sentidos e imágenes y el apego exaltado a la liberación de los poderes de la imaginación, blasón entonces del espíritu de insurgencia estética y política, de irreverencia e inconformismo.

La escasa historiografía dedicada al inicio del surrealismo en nuestras artes visuales motivó en parte esta investigación. Solo contamos con acotadas recapitulaciones y no se ha planteado hasta ahora la posibilidad de abordar un panorama más abarcador que contemple los eventuales intercambios entre sus principales protagonistas. Una de las preguntas que orientó esta indagación fue precisamente por estos vínculos de los que no daba cuenta la historiografía existente.

*Licenciada en Artes Plásticas (UBA), profesora de pintura por la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, magister en Sociología de la Cultura (Idaes-Unsam) y doctoranda en Historia del Arte (UBA). Ha realizado trabajos de curaduría e investigación independiente y se dedicó al video experimental y la animación. Obtuvo el gran premio del Salón Nacional en Nuevos Soportes (2006). Fragmento introductorio del reciente libro Argentina surreal. Redes, obras y artistas para una historia posible (Unsam Edita, 127 págs).