“Hay una crisis económica generalizada en el mundo y tenemos la peor contracción en cien años en la región. Se han intensificado los problemas estructurales y por lo tanto se necesitan agudizar las políticas económicas sectoriales si se quiere avanzar en una agenda de transformación. En el caso del litio, la demanda va a seguir aumentando y hay una ventana relativamente corta de oportunidad. Pero también existe un contexto de conflictividad socio-ambiental, descoordinación entre políticas regionales y tecnologías alternativas a la batería de litio que están creciendo”, indicó Jeannette Sánchez, directora de la División de Recursos Naturales e Infraestructura de la Cepal, quien participó del seminario “ABC del litio sudamericano, ¿commodity minero o recurso energético estratégico?”, organizado por la Fundación Innovat y el Conicet.

¿Quién produce, procesa y consume litio?

La Cepal aportó números ilustrativos acerca del mercado del litio. Chile explica el 51,9 por ciento de las reservas comprobadas de litio a nivel mundial, mientras que Argentina, el 10 por ciento. Junto a Bolivia, los tres países controlan un mineral estratégico en la transición de los combustibles fósiles a los renovables y la movilidad eléctrica.

Entre 2010 y 2020, la demanda mundial de litio casi se triplicó. Argentina produce el 8,3 por ciento del litio global, mientras que Chile proporciona el 23,3 por ciento. El 65 por ciento del litio que se extrae se destina a la fabricación de baterías. Las proyecciones confeccionadas antes de la pandemia marcan que el consumo global de litio se quintuplicará entre 2020 y 2030. Así, la demanda en veinte años (2010-2030) pasaría de 123 mil toneladas de carbonato de litio equivalente (LCE) a 1.574.000 toneladas.

La cadena de valor del litio comienza en la extracción primaria, en donde Argentina representa el 14 por ciento del total mundial, mientras que Chile, el 29 por ciento y Australia, un 50 por ciento. La etapa siguiente, del refinamiento, se hace un 90 por ciento en China y 10 por ciento en Chile. En la fabricación de celdas, China tiene el 50 por ciento; Japón el 20 por ciento, al igual que Corea del Sur, y Estados Unidos, un 8 por ciento. Finalmente, la mitad del ensamblaje de baterías se realiza en Japón; un 14 por ciento en Corea del Sur, 20 por ciento en China y un 9 por ciento en Estados Unidos.

El mapa local del litio

A pesar de que hay en marcha unos 20 proyectos de extracción de litio en salares de Jujuy, Salta y Catamarca, solamente dos operan y exportan. Se trata del Salar de Olaroz (Jujuy), operado por la australiana Orocobre, la automotriz Toyota y la nacional JEMSE (Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado) y el Salar del Hombre Muerto (Catamarca), que explota la norteamericana Livent Corp. La capacidad instalada operativa es de 40 mil toneladas de carbonato de litio equivalente (LCE).

El pico de exportaciones se dio en 2017/2018, con unas 30 mil toneladas de LCE por unos 250 millones de dólares anuales, alrededor del 5 por ciento de las exportaciones totales del sector minero. Las ventas al exterior se concentran en el carbonato de litio, mientras que el cloruro de litio perdió participación a lo largo de los años. Los principales destinos son Estados Unidos, Japón, China y Corea del Sur.

Si bien se espera que la capacidad instalada aumente en los próximos años, Ernesto Calvo, uno de los químicos más prestigiosos del país y experto en litio, quien también participó del seminario ABC del litio, explicó que los salares tienen un tiempo de proyección y estudio de unos siete años hasta su explotación y que las necesidad de adaptar la tecnología a las condiciones puntuales de cada salar hacen que los procesos sean lentos y demanden innovación química. Advirtió que el litio no va a dar una solución mágica al problema de la balanza de pagos argentina ni mucho menos. En su visión, el litio puede ser más un factor de desarrollo industrial con base en el polo químico que una fuente de provisión de divisas que resuelva la macroeconomía.

Oportunidades y obstáculos

Sánchez destacó una serie de factores que se presentan como oportunidades para los países de la región y otros que implican obstáculos. Entre los primeros aparece la perspectiva de crecimiento en la demanda. Esa proyección tiene que ver en primer lugar con el escenario de transición energética, una de cuyas claves es la electromovilidad, que reduce notoriamente las emisiones de gases efecto invernadero al eliminar de escena al motor de combustión interna. Los vehículos eléctricos acumulan energía en las baterías hechas en base a litio. La Unión Europea (UE) tiene ambiciosas metas en términos de crecimiento de movilidad eléctrica y China, que es uno de los principales fabricantes de autos eléctricos, apuesta a tener neutralidad en las emisiones de carbono para 2060.

Sin embargo, hay varios elementos que representan obstáculos. Por un lado, hay varias tecnologías que compiten con el litio y que se están desarrollando, como los autos que utilizan hidrógeno como combustible y las baterías en base a sodio. Asimismo, la crisis de la pandemia, que no se resolverá en el corto plazo sino que tiene una perspectiva de mediano plazo, puso signos de interrogación sobre la velocidad que tendrá en los próximos años el proceso de electromovilidad y, más en general, la tendencia a la descarbonización de las economías más ricas.

Por otro lado, la extracción del litio dispara conflictos socio-ambientales con las comunidades locales, porque se requiere uso muy intensivo de agua y energía, hay impacto en los suelos y en otras actividades, como el turismo, y desechos químicos a gran escala.

Una de las debilidades remarcadas por Sánchez es la heterogeneidad normativa entre Argentina, Chile y Bolivia, que en la actual coyuntura parece incluso algo de menor importancia frente a la enorme brecha política entre los gobiernos. Sin ir mas lejos, Argentina, a diferencia de Bolivia y de Chile, no considera al litio como un recurso estratégico sino como un mineral regular.

“Hay una ventana transitoria vinculada al litio, pero se necesitan políticas industriales de complementación regional y evitar por todos los medios competir entre nosotros mismos con facilidades a la baja en cuestiones laborales y ambientales. Se requiere insistir e innovar en políticas industriales alrededor del litio y en posibilidades de integración y complementación regional. Y esto debe hacerse atendiendo la gobernanza social, las necesidades y preocupaciones de las comunidades”, concluyó Sánchez.